
En el templo del automovilismo mundial, el pecado llegó desde el altar. El Team Penske, la estructura más poderosa y laureada de la historia de las 500 Millas de Indianápolis, fue penalizado por manipular componentes de sus autos de forma ilegal. La noticia ya es un terremoto deportivo, pero lo que la convierte en escándalo es que el propio Roger Penske, dueño del equipo, también es propietario de IndyCar y del Indianápolis Motor Speedway. Es decir: el infractor es el dueño de la pelota… y de la cancha.
La infracción se detectó en los autos de Josef Newgarden, ganador de las dos últimas ediciones, y de Will Power, dos figuras clave de la grilla. Ambos vehículos presentaban modificaciones no autorizadas en el atenuador trasero, una pieza clave para la seguridad y el rendimiento aerodinámico. La norma 14.7.8.16 del reglamento es clara: esa parte debe usarse “tal como fue suministrada”. Penske no lo hizo. Y la sanción llegó con fuerza.

IndyCar decidió reubicar ambos autos al fondo de la grilla, en los puestos 32 y 33, más allá de los tiempos logrados durante la clasificación. Además, les quitó los puntos, los relegó al final en la elección de boxes, suspendió a sus estrategas para el resto del evento y multó con 100.000 dólares a cada auto.
“La integridad de la Indy 500 es primordial”, aseguró J. Douglas Boles, presidente de INDYCAR. “No se puede permitir que una infracción así quede sin una sanción ejemplar”.
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UN GOLPE AL CORAZÓN DE LA CREDIBILIDAD
La gravedad no reside solo en la violación reglamentaria, sino en quién la cometió. Team Penske no es cualquier equipo: es el equipo del dueño de la serie, del circuito y del evento. Un jugador que también es árbitro y organizador. Y que ahora queda expuesto, no solo ante sus rivales, sino ante una comunidad global que mira con lupa cada movimiento.

La categoría reaccionó, sí. Pero el daño está hecho. Porque ahora, la sombra de la sospecha recae sobre la imparcialidad del sistema, en una era donde la transparencia y la equidad son valores imprescindibles para sostener el crecimiento del certamen.
McLAUGHLIN, EL ÚNICO LIMPIO
El tercer auto del equipo, el Nº 3 de Scott McLaughlin, también fue revisado. El piloto no participó del Fast 12 por un accidente en los ensayos, y al verificar su atenuador, se confirmó que estaba legal. Largará 10°, con un halo de alivio… pero también de presión. Porque ahora, cualquier resultado que involucre a Penske será observado con desconfianza.
Mientras la épica de Robert Shwartzman y Prema Racing había devuelto a la Indy 500 un aire de fábula, esta infracción empaña la narrativa. ¿Cuánto costará restaurar la credibilidad? ¿Y qué habría pasado si el escándalo no se detectaba?
Indianápolis no olvida. El automovilismo, menos. Y aunque la carrera sigue, el relato ya tiene su villano.