
A principios de la década de 1970, el Turismo Carretera permitió autos medianos con motores de dos litros se mezclaran en la pista con el Ford Falcon, la cupé Chevy, el Dodge GTX y el Torino con el objetivo de incrementar su parque. Parecía una convivencia pacífica, hasta que el 18 de febrero de 1978 todo saltó por los aires.
Ese día, en una carrera para no ganadores en el Autódromo de Buenos Aires, José Miguel Pontoriero se trepó a la gloria con su “pequeño” Dodge 1500 preparado por Juan Carlos Benavides. Su victoria fue tan ruidosa como incómoda: los popes de la Asociación Corredores Turismo Carretera, más preocupados por los chasis angostos que les impedía ingresar a los autos cómodamente que por la velocidad pura, bajaron el pulgar a esos autos por temor a sus prestaciones.

Expulsados por la ACTC, el grupo de entusiastas que había aceptado el desafío de correr con aquellos vehículos decidió agruparse y darle forma a una nueva categoría. Fue entonces cuando, con el Automóvil Club Argentino reorganizando el automovilismo tras su guerra fría con la Confederación Argentina de Automovilismo Deportivo (CADAD), se gestó el nacimiento del TC2000 en una oficina de la sede central del ACA.
“El primer reglamento tuvo seis páginas… Era un reglamento muy genérico. Cuando más cosas se escribían, más cosas se prohibían. Lo más sorprendente de los inicios y que atraía a la gente eran las trompas que no mantenían las líneas de fábrica”, recordó Nolín Tisera, en su momento miembro de la subcomisión de reglamentos del ACA, sobre la normativa técnica que permitía la convivencia de autos con motores de 1.800 cm3 y 2.000 cm3.

En 1979, el TC2000 salió a la cancha con un torneo presentación de cuatro fechas con solo un puñado de autos. Tal es así que se utilizó el sistema de puntos que empleaba la Fórmula 1 y que premiaba a los seis mejores de cada carrera. Cocho López fue el primer conquistador de ese experimento. Pero la verdadera historia comenzó el 20 de abril de 1980. Esa tarde en el autódromo porteño, mientras el cemento vibraba bajo los neumáticos, Jorge Omar Del Río inscribió su nombre en los libros grandes.
Con su Dodge 1500, el Profe se llevó la primera carrera oficial, escoltado por Ubaldo Cunial (Peugeot 504) y Miguel Ángel Parodi (Dodge 1500). El primer campeonato quedó en sus manos también, tras una pelea punto a punto con el Esteban Fernandino y su Ford Taunus oficial.
Desde entonces, el TC2000 fue como un camaleón endemoniado: cambiando, adaptándose, reinventándose. Sedanes de cuatro puertas, coupés esbeltas, hatchbacks nerviosos… todo lo que vibraba en la calle terminaba rugiendo en las pistas.

La categoría vivió momentos de gloria absoluta, como cuando Juan María Traverso se llevó siete títulos (1986, 1988, 1990, 1991, 1992, 1993 y 1995) como quien colecciona batallas ganadas.
También fue testigo de la magia de Oreste Berta, el alquimista de Alta Gracia que dominaba con inteligencia y audacia técnica. Y sobrevivió a los cambios reglamentarios más salvajes, incluyendo la llegada de motores únicos en 2009, algo que redujo costos y democratizó la potencia.
El TC2000 nació como un club de pilotos y equipos, nucleados en la APTC 2000. Luego, como todo sueño que crece, se profesionalizó y esa asociación se transformó Automóviles Deportivos 2000. El Grupo Clarín tomó las riendas en 2007, pero sus decisiones, más cercanas a los números fríos que al olor a goma quemada, debilitaron el alma de la categoría.
Hasta que en 2022, Tango Motorsport apareció para recuperar el viejo espíritu de lucha. Con ese objetivo en mente, en 2025 el TC2000 da otro golpe de timón histórico: se sube a la moda global de los SUV, demostrando que, como un buen boxeador, sabe esquivar, pegar y volver a esquivar.
Hoy, a 45 años de aquella primera carrera por un campeonato argentino, la categoría sigue siendo un lugar donde la pasión y la velocidad se cruzan en cada curva. No importa cuántos motores cambien, cuántas formas adopten los autos o quién lleve el número 1 en los laterales: el TC2000 está ahí: recordándonos que hay tradiciones que el tiempo no puede ni debe apagar.