
“¿Y ahora qué, Jack?” Esa fue la pregunta que un ingeniero de Alpine habría lanzado al aire en el box, sin mirar a nadie, tras el prematuro abandono de Jack Doohan en el Gran Premio de Miami de Fórmula 1. No era sarcasmo. Era resignación. En un equipo sin rumbo, donde las decisiones llegan como relámpagos desde el despacho de Flavio Briatore, el australiano se ha convertido en el eslabón más débil de una estructura que cruje por todos lados. Y cuando hay que cortar, se corta por lo más fino.
Doohan no ha sumado un solo punto en lo que va del 2025. Su única estadística relevante es negativa: seis carreras, cuatro errores, ninguna señal de progreso. Y lo peor: ya no genera expectativa, sólo impaciencia.
En cambio, desde el fondo del garaje, mate en mano y sonrisa nerviosa, Franco Colapinto sigue cada sesión de los Grandes Premios con la discreción de un francotirador. Silencioso, enfocado, esperando la orden de disparar. ¿La fecha? Todo apunta al Gran Premio de la Emilia Romagna en Imola.
EL HEREDERO QUE NO HEREDÓ EL INSTINTO

Jack Doohan no es un improvisado. No llegó por marketing ni por ser “hijo de”. Se ganó su lugar con buenas actuaciones en Fórmula 3 y Fórmula 2, mostrando técnica, cabeza fría y un estilo limpio. Pero la F.1 es otra cosa. Es velocidad, sí, pero también es política, presión, errores que no se perdonan y oportunidades que no vuelven.
En 2024, reemplazó en la última fecha a Esteban Ocon y se mostró correcto, pero tibio. En 2025 arrancó como titular con la promesa de ser el nuevo abanderado del proyecto Alpine post-reestructuración. La realidad fue otra: un auto sin alma y un piloto sin fuego.
Su salida temprana en Miami, tras tocarse con Liam Lawson, fue el colmo de una serie de carreras donde apenas se mantuvo en pista. “Tenemos la semana para resetear”, dijo Doohan en el parte oficial del equipo. Palabras vacías que huelen a despedida anticipada.
COLAPINTO: LA SONRISA QUE QUIERE CAMBIAR LA HISTORIA

Mientras tanto, en la otra punta del mundo, en Argentina, las redes arden con una única ilusión: volver a tener un piloto argentino titular en Fórmula 1, como ocurrió en la última parte del 2024 con la inesperada llegada de Colapinto a Williams.
Sus actuaciones con el equipo inglés fueron discretas pero eficientes. Sumó cinco puntos en nueve carreras, corriendo con el lastre de reemplazar al defenestrado Logan Sargeant. Mostró temple, ritmo y capacidad para pelear en el pelotón. En Alpine lo ven como un activo, no como un riesgo. Briatore, que nunca disimula sus movimientos, ya lo elogió en público. Lo demás es cuestión de tiempo.
¿QUÉ PASA SI COLAPINTO CORRE EN IMOLA?
Una pregunta que ya no es teórica. En una entrevista, después de que se apagar el cartel de “en el aire” y por micrófono que no se cerró a tiempo, uno de los sponsors argentinos de Franco se le escapó una frase: “En Imola va a estar”. Luego lo corrigieron. Pero la semilla quedó plantada.
Las señales están por todos lados: el jefe de equipo Ollie Oakes esquivando la prensa tras el GP de Miami, la frase ambigua del viernes (“hoy Jack sigue siendo nuestro piloto”), y el silencio ensordecedor del entorno de Doohan.
Imola está a la vuelta de la esquina. Y si algo sabe la F.1 es de timing: los reemplazos no se anuncian, se ejecutan. Si la planilla de pilotos de Alpine para el viernes 16 de mayo dice “Franco Colapinto”, no habrá marcha atrás. Y el box se convertirá en tierra prometida para los hinchas argentinos.
En Alpine, donde ya no tienen mucho que perder, Colapinto representa una oportunidad para cambiar el relato. Para que el equipo deje de ser una promesa trunca y se transforme, al menos por un rato, en una historia que valga la pena contar.
JACK, EL TELÓN BAJA PRONTO

Doohan no merece una salida cruel. Pero la F.1 no regala finales felices. Alpine necesita una reacción urgente y la paciencia ya se agotó. Si Colapinto se sube en Imola, será por méritos propios, sí, pero también porque Jack no dejó otra opción.
Tal vez en otro equipo, en otra época, Doohan habría tenido más margen. Hoy, en 2025, con Briatore al mando y los resultados ausentes, la única brújula es la necesidad de un cambio.
Y el cambio, parece, ya tiene nombre, apellido, y un casco con la bandera argentina.