
Hay tipos que hacen historia. Y hay otros que la sostienen con las manos. Que la abrazan, la pisan, la aceleran. Ernesto “Tito” Bessone es eso. Un eslabón vivo entre el TC2000 de la gloria y esta nueva era de SUV’s con esteroides. No volvió para colgarse una medalla retro. Volvió para demostrar que el automovilismo argentino todavía tiene alma. Y que esa alma puede tener 67 años y seguir girando más fuerte que nunca.
Lo de Oberá no fue un homenaje. Fue un acto de servicio. Un volantazo contra el olvido. Un tipo que fue campeón en todos lados, Club Argentino de Pilotos, Supercart, TC2000, Turismo Carretera, Turismo Nacional y Top Race, decidió que no le alcanzaba con los cuadros, las placas y los reconocimientos. Que había que salir de la vitrina. Que los recuerdos se respetan con acción.

Entonces, en plena revolución técnica del TC2000 con los SUVs con motores de 500 caballos, efecto suelo y gomas blandas, Tito dijo presente. No como espectador. Como piloto titular. Como parte de la parrilla. Como uno más… aunque todos sepan que no lo es.
UN MARTES CUALQUIERA… HASTA QUE APARECIÓ LA FUEGO
Todo empezó con una casualidad que huele a destino. Fue hace exactamente una semana, en un evento en la que se presentó la restaurada Renault Fuego con la que logró su primera victoria en el TC2000, en 1985. La joyita fue devuelta a la vida por los hermanos Medina. Brillaba como en sus épocas de gloria. Y justo ahí, en ese acto de amor fierrero, los directivos de la empresa de pinturas Sinteplast que bancaron a Bessone en los ’80 se miraron y dijeron: “¿Y si volvemos?”. Tito no dudó. Nunca lo hizo.
Cuando Tito se asomó en el box del Halcón Motorsport listo para subirse al VW Nivus y dar sus primeras vueltas al circuito de Oberá muchos lo miraron de reojo. No por desconfianza. Por respeto. Porque el tipo está apunto de enfrentar a pilotos que podrían ser sus nietos. Algunos directamente no habían nacido cuando él era campeón. Y eso no lo achicó. Lo potenció.

“Es muy emocionante vivir lo que estoy viviendo. Estoy sorprendido, sinceramente”, confesó Bessone por la calidez de los fanáticos, tanto en el autódromo como en las redes sociales. “Ojalá pueda estar a la altura. Y si no es con resultados, al menos que mi experiencia sirva para el equipo”. Palabras de viejo lobo. Porque sabe que el TC2000 no se mide solo por cronómetro: también se construye con los que lo hicieron grande.
Y si hay alguien que puede hablar de evolución en carne propia es él. “En el ‘85 me tocó pasar de la Taunus a la Sierra. Hoy, 40 años después, me toca pasar de los sedanes a las SUV. La historia me sigue abrazando”, dice. Y cómo no creerle.
UNA BESTIA DE 500 CV QUE SUPO DOMAR

A Tito no le vendieron espejitos de colores. Le mostraron un SUV de competición con 500 CV, neumáticos blandos que castigan cada exceso y una potencia que lo hace el auto más rápido de la Argentina. Lo probó. Lo entendió. Y dijo: “Esto es lo mío”. Aunque por esas cosas que tienen los autos nuevos no pudo girar demasiado el sábado, el domingo sacó a relucir su experiencia. Y vaya si lo hizo: largó 14° y en la tercera vuelta le comenzaron a fallar los frenos. Pero eso no lo amedrentó. Terminó noveno después de hacer grandes maniobras y soportar un calor agobiante.
Pero más allá de los fierros y el resultado logrado en este regreso, hay algo más profundo. Hay mensaje. Hay legado. “Más allá del resultado deportivo, quiero dejar en claro que se puede. Que la actitud, el espíritu y las ganas no se apagan con la edad”, afirmó. Y lo dijo un tipo que se entrenó en silencio, que lo habló con la familia, que recibió el visto bueno de sus hijos (todos pilotos) y de su espola. “La familia me ve feliz y cuando me ve feliz, me da la derecha. Estoy haciendo lo que amo”, remató.
Tito no volvió al TC2000 para ser trending topic. Regresó porque lo siente. Porque cuando se sube al auto, vuelve a tener 25. Porque ama este deporte como el primer día. Y lo ama con un compromiso que ni los años ni las arrugas pueden borrar. Y eso, en un mundo que se llena de figuritas y flashes, vale más que cualquier trofeo.