Hay paseos y hay causas. Y cuando ambas se cruzan en un enjambre de trajes de tweed, motos de estética vintage y bigotes cuidadosamente esculpidos, no queda otra que rendirse ante la paradoja más elegante de la escena motera global: el Distinguished Gentleman’s Ride. No es una carrera. No es una marcha. No es una exhibición. Es, más bien, una declaración con olor a cuero viejo, perfume inglés y carburadores afinados al ritmo de la empatía.
Desde hace más de una década, este evento global que fusiona estilo, mecánica clásica y responsabilidad social recorre más de 900 ciudades del mundo, todas el mismo día, todas con una misma bandera: visibilizar la salud masculina, especialmente el cáncer de próstata y los trastornos mentales como la depresión y el suicidio. Pero este año, Buenos Aires decide dar un pequeño viraje. No de fondo, sino de forma: el Ride porteño se celebrará el 11 de mayo, una semana antes que el resto del planeta, que se subirá a sus motocicletas el domingo 18. La razón no es menor: las elecciones legislativas.
Puede parecer un detalle logístico, pero para los que lo viven con el fervor de un ritual anual, es como mover la Navidad. Porque sí, el DGR -como se lo conoce cariñosamente- es una festividad no oficial. El día en que la ciudad se convierte en un set de cine de Wes Anderson, con Royal Enfields, Triumphs y Harley-Davidsons clásicas rugiendo entre columnas de humo, miradas curiosas y trajes de tres piezas. La distinción no es sólo un concepto, es un código.
DE DONDE VIENE TODO ESTO
Corría 2012 cuando Mark Hawwa, un australiano con sensibilidad y estilo, tuvo una epifanía tras ver una imagen de Don Draper sobre una moto clásica en la serie Mad Men. Pensó que ese podría ser el puente ideal para cambiar la percepción del motociclista como un renegado y transformarlo en un caballero con propósito. Así nació el DGR. Una iniciativa con alma filantrópica y estética retro, impulsada por la fundación Movember, que promueve la salud masculina en sus aspectos más silenciados: el cáncer de próstata, la salud mental, la prevención del suicidio.
No se trata solo de recaudar fondos -aunque vaya si lo hacen, con millones de dólares recaudados año tras año-, sino de visibilizar. De poner en la agenda temas que, como los fantasmas, flotan sin nombre en la rutina de tantos hombres. Lo hacen sobre ruedas, porque las motos unen, pero también porque el acto de conducir una máquina clásica implica una sensibilidad especial: la de quien cuida lo que ama, aunque venga de otra época.
LA LITURGIA DEL RIDE
Participar del Distinguished Gentleman’s Ride no es simplemente presentarse con una moto. Hay reglas, y son de las que ennoblecen el juego. La más famosa: ir elegantemente vestido. Nada de cuero negro ni camperas deportivas. Aquí reinan las boinas, los chalecos de tweed, los pantalones con pinzas, los zapatos de suela dura, las gafas redondas. Cada rider debe parecer salido de un catálogo de 1950 o del Peaky Blinders Team. No hay uniformidad impuesta, pero sí una estética que celebra la elegancia como actitud.
La otra gran norma: la moto debe tener espíritu clásico. No importa si es una café racer, una scrambler, una bobber o una tracker. Puede ser una réplica moderna, pero debe parecer salida del garaje de un coleccionista. Es la celebración del diseño, la mecánica como arte, la nostalgia bien entendida. Porque, si lo vintage emociona, en este caso también cura.
Además, el Ride no es anónimo. Para participar hay que inscribirse, no sólo por cuestiones organizativas, sino para registrar el alcance de la iniciativa y potenciar su capacidad de convocatoria. Y, si es posible, colaborar con una donación para la causa. Porque cada peso, cada dólar, cada euro suma. No es obligatorio donar, pero sí comprometerse con el espíritu del evento. En 2024, solo en Buenos Aires, se congregaron más de 5.000 caballeros sobre dos ruedas, convirtiendo a la capital argentina en la ciudad con mayor cantidad de riders del mundo. Más que Londres, más que Nueva York, más que Sidney.
UN FENÓMENO QUE CRECE
En los últimos años, la semilla plantada por el DGR en Buenos Aires ha germinado en el resto del país. Córdoba, Rosario, Mendoza, Mar del Plata, Salta, Bariloche, Bahía Blanca y muchas más se han sumado con sus propias caravanas de distinción. Algunas más pequeñas, otras con un número sorprendente de participantes, pero todas con el mismo espíritu: rodar juntos, elegantemente, por una causa que incomoda y, por eso mismo, importa.
La comunidad crece. La causa se afianza. Y el Ride argentino se transforma en una suerte de cónclave donde la pasión por las motos sirve de excusa para visibilizar un problema de salud pública que no distingue clase, edad ni estilo de vida. Cada caballero sobre su moto es, ese día, un activista con perfume y casco.
UNA BUENOS AIRES DIFERENTE
El 11 de mayo de 2025, Buenos Aires volverá a vestirse de gala, aunque una semana antes del resto del mundo. Ese domingo, los trajes desfilarán entre motores humeantes, barbas bien delineadas, corbatas al viento y cámaras indiscretas. Pero el show no es el fin. Es el medio. La verdadera película se está filmando en cada charla entre amigos, en cada inscripción confirmada, en cada hombre que después del evento decide hacerse un chequeo, hablar con alguien, o simplemente repensar su salud.
Mover la fecha no desdibuja el evento. Lo potencia. Le da un contexto local que refuerza su mensaje global: no hay excusa para el silencio. No hay justificación para no hablar de lo que duele. Y no hay mejor manera de hacerlo que con estilo, sobre una moto clásica y con el viento como cómplice.
En un país donde las campañas suelen gritar desde la estridencia, el Distinguished Gentleman’s Ride propone algo distinto: que la elegancia sea también una forma de lucha.