
“Se va o se queda?”, preguntaba un mecánico con el único tono que conocen los boxes cuando las cosas arden: entre el chisme y la preocupación. Allí, en la trastienda del Gran Premio de Arabia Saudita, la quinta fecha del Mundial 2025 de la Fórmula 1, una pregunta flotaba más rápido que un RB21 con DRS abierto: ¿Max Verstappen está planeando dejar Red Bull?
La chispa la encendió Helmut Marko, el veterano y polémico sabio de la casa austríaca, quien soltó su preocupación ante la prensa. Eso bastó para que la mecha del rumor explotara en cada esquina del paddock. De pronto, Mercedes y Aston Martin se dibujaban como tentadores destinos para el tricampeón.
CHRISTIAN HORNER: “NO HAY CRISIS”

“Hay mucho ruido fuera del equipo”, disparó Christian Horner a Sky Sports con una sonrisa que parecía de acero templado. “Max reafirmó su compromiso ayer. Estamos enfocados en hacer que el coche vaya más rápido, él forma parte de eso. Todo lo demás es especulación.”
Cuando le preguntaron si Verstappen seguiría en 2026, la respuesta fue seca como un latigazo: “Sí, absolutamente”.
Horner necesitaba esa firmeza. El fin de semana había sido una sacudida inesperada para Red Bull: Max apenas fue sexto en Bahréin y, pese al discurso oficial, puertas adentro no eran solo “charlas de ingenieros”. El éxito crea monstruos, y en Milton Keynes no están acostumbrados a ver a su estrella fuera del podio.
ASTON MARTIN Y LA TENTACIÓN DE LOS PETRODÓLARES

Mientras tanto, La Gazzetta dello Sport agitó más las aguas: Aston Martin, respaldado por la chequera saudita de Aramco, estaría dispuesto a ofrecerle a Verstappen la obscena suma de 88 millones de dólares por año durante tres temporadas.
La idea suena a fantasía… pero en la Fórmula 1 moderna, donde los fondos soberanos acechan como tiburones en un banco de peces, no hay que descartar nada. Con Adrian Newey ya alistado en las filas de Lawrence Stroll y Honda cambiando de bando en 2026, Aston Martin se está armando para algo grande. Muy grande.
Andy Cowell, su jefe de motores, evitó el barro de los rumores: “Estamos enfocados en 2026 con Fernando Alonso y Lance Stroll”. Claro, pero nadie en el paddock ignora que un auto ganador sin un piloto top es como un violín sin Paganini.
MERCEDES EN LA SOMBRA

Tampoco es secreto que Mercedes, en pleno “plan renove” post-Hamilton, mira de reojo. George Russell y el debutante Kimi Antonelli son apuestas a futuro, pero Max es el presente más demoledor que existe.
Zak Brown, capo de McLaren, soltó su predicción en marzo: “Espero que Verstappen vaya a Mercedes”. Pero James Vowles, hoy al mando de Williams, fue más escéptico: “Max trae muchos resultados, pero también muchos problemas”. En Brackley valoran la cultura de equipo tanto como la velocidad pura.
¿Problemas? Tal vez se refiera a ese halo de divinidad innegociable que rodea al neerlandés. En un equipo como Mercedes, donde la armonía interna es casi una religión, Max podría ser un cóctel Molotov.
LA RAÍZ DEL MAL: EL RB21 NO ENAMORA

La verdadera razón de los temblores está sobre el asfalto. El RB21 no está a la altura de las expectativas. Red Bull sabe lo que falla, pero arreglarlo no es soplar y hacer botellas.
“Tenemos algunos problemas con el coche”, admitió Horner. “Sabemos cuáles son. Se trata de introducir una serie de actualizaciones en las próximas carreras para corregir esas deficiencias.”
En la Fórmula 1 moderna, la paciencia vale menos que un neumático usado. Y Max, acostumbrado a ganar con una mano atada a la espalda, tiene menos paciencia que nadie.
CUANDO EL ÉXITO DUELE

Quizás lo más paradójico de esta historia es que estemos hablando de “crisis” en un equipo que sigue liderando campeonatos y que cuenta con el mejor piloto de su generación.
Pero así es la cumbre: el éxito no solo embriaga, también exige. Y en Red Bull saben que, para seguir reinando, deben hacer algo más difícil que construir el coche más rápido: deben reconstruir la fe.
Porque en el fondo, el rumor de una salida no se apaga con comunicados ni sonrisas forzadas. Solo se apaga con victorias. Y la Fórmula 1, como la vida misma, no espera a nadie.