Hubo una época en la que el Mundial de Rally no era para cualquiera. Hubo una época en la que sus autos metían miedo. Esa época fue la de los Grupo B, una reglamentación aprobada por la Federación Internacional del Deporte Automovilístico (actual FIA) que les permitía a los constructores utilizar vehículos con tracción integral y motores turbo con potencias que oscilaban entre 300 y 500 caballos.
La idea de la FISA se inspiró en el Lancia Stratos, que hizo furor en la década de 1970 al ganar los títulos de 1974, 1975 y 1976 con el italiano Sandro Munari al mando. Utilizando la reglamentación del Grupo 4 (producción de 25 unidades en el lapso de 12 meses) el Stratos fue concebido exclusivamente para correr.
Esta nueva variante captó el interés de las terminales, que comenzaron a desarrollar sus modelos con chasis tubulares y un peso bajísimo gracias a usar carrocerías de fibra de vidrio con cristales de plástico.
Como no había restricciones sobre la potencia de los impulsores, los constructores incrementaron los hp de manera desmedida. Algo que motivó el ingreso de ingenieros que trabajaban en la Fórmula 1.
El reglamento del Grupo B, que a su vez se dividía en clases que les otorgaban un peso límite a los vehículos según la cilindrada del motor, entró en vigencia en 1982, aunque hubo poca participación porque ninguna marca tuvo tiempo suficiente para preparar sus coches. Por eso recién en 1983 se disputó el primer campeonato.
Algunas de las máquinas que participaron en ese torneo fueron el Lancia 037, que tenía tracción trasera; el Audi Quattro A1, el Renault 5 Turbo, el Nissan 240RS, el Citroën Visa y el Toyota Celica TwinCam Turbo (también con tracción posterior). Aquel certamen lo ganó el finlandés Hannu Mikkola con un A1.
Los Grupo B fueron furor y rápidamente se sumaron nuevas marcas y modelos. En 1984, Audi salió a defender el cetro con el A2 y logró su objetivo de la mano del sueco Stig Blomqvist; mientras que Lancia estrenó una nueva evolución del 037. Mazda ingresó con el RX-7 y Peugeot, con un auto que fue el símbolo de esta era dorada: el 205 Turbo 16.
La pequeña máquina francesa era una joya de ingeniería. Su andar era impresionante porque pesaba menos de una tonelada y contaba con un motor de 500 burros. Carlos Alberto Reutemann lo calificó como uno de los mejores coches que condujo después de llevarlo al tercer lugar en el Rally de Argentina de 1985 (igualó la posición lograda en 1980 cuando corrió con un Fiat 131 Abarth).
CASI UN FÓRMULA 1
En 1986 el finlandés Henri Toivonen realizó una exhibición en la previa del GP de Portugal de Fórmula 1 en Estoril. Fue a bordo de un Lancia Delta S4 de 450 caballos y 890 kilos, marcó 1m18s01 y quedó a 1s94 de la pole del brasileño Ayrton Senna con su Lotus-Renault de 900 cv y 539 kg. Con su registro Toivonen hubiese largado sexto en la prueba lusitana.
La apreciación de Lole está reflejada en las estadísticas ya que en 1985 y 1986 el León fue campeón con ese modelo. Primero con el finlandés Timo Salonen y luego con su compatriota Juha Kankkunen, quien llevó al éxito a la segunda evolución llamada E2 (tenía una aerodinámica mejorada con un enorme alerón trasero y un faldón en la trompa, además de diversos deflectores laterales).
Pero los días de los Grupo B estaban contados debido a su peligrosidad, demostrada con una serie de accidentes fatales. Algunos les costaron la vida a espectadores y otros a los propios pilotos, como aquél en Córcega en 1986 en el que falleció el finés Henri Toivonen. Justamente ese incidente dio por terminada esta etapa del Rally Mundial. Al finalizar el torneo que ganó Kankkunen, la FISA le bajó el pulgar al reglamento y reemplazó al Grupo B con los Grupo A.
Algunas marcas, como Audi, se retiraron de la competición; mientras otras, como Peugeot, siguieron en otras especialidades. De hecho, aquel exitoso 205 tuvo una versión que ganó en el Dakar y el Rally de los Faraones con Vatanen como piloto.
“Es realmente difícil controlar esta máquina, es como una manada de caballos salvajes o algo así. Una sensación increíble. En el futuro, la gente recordará estos años locos y yo seré uno de los escasos privilegiados que ha tenido la suerte de participar en esta aventura”, dijo alguna vez el bicampeón del mundo alemán Walter Röhrl en una entrevista cuando le consultaron sobre los Grupo B. Su análisis certero hoy es resumen de una época en la que el Mundial de Rally no era para cualquiera, una época en la que sus autos que metían miedo.
SOLO PARA VALIENTES
Con el aval de sus cuatro coronas en el Mundial de Rally, el finlandés Juha Kankkunen es la persona indicada para hablar de los Grupo B. De hecho, su seguidilla de títulos en el torneo comenzó en 1986, justo en la última temporada de esta reglamentación. KKK, que luego fue monarca en 1987, 1991 y 1993, tiró una frase que grafica a la perfección aquellos autos: “El WRC es para niños, los Grupo B eran para hombres”. Al momento de hacer un análisis más profundo, el nórdico explicó: “Eran muy peligrosos para cualquier conductor normal, pero los pilotos sabíamos cómo llevarlos. Cuando se decidió correr con los Grupo A fue como pasar de la Fórmula 1 a la Fórmula Ford”. Como para demostrar su pasión por los viejos Grupo B, Kankkunen tiene tres ejemplares en su museo personal: un Peugeot 205 T16, un Audi Quattro S1 y un Lancia Delta S4.