El salteño Kevin Benavides, campeón del Rally Dakar en 2021 y 2023, se encuentra ante el mayor desafío de su carrera: regresar a la alta competencia tras haber sufrido un grave accidente mientras entrenaba. En una entrevista exclusiva con Automundo, el piloto de KTM compartió detalles de su recuperación y cómo está trabajando para volver a las pistas con la misma fuerza que lo ha caracterizado a lo largo de su vida.
Fue el pasado 11 de mayo cuando el destino decidió probar la resistencia de Kevin una vez más. Durante un entrenamiento en Salta, su moto se salió de control. El golpe fue brutal. A simple vista, la fractura en su brazo izquierdo parecía ser la peor de las heridas, pero lo que no se veía era aún más aterrador: una lesión axonal difusa, una sombra que pendía sobre su futuro como piloto.
Esta lesión suele ser letal, golpea con la fuerza de un martillo en la esencia misma de lo que nos hace humanos: la capacidad de aprender, de pensar, de reaccionar. Las neuronas mueren, el cerebro se inflama, y la presión dentro del cráneo aumenta hasta niveles insostenibles. Muchos han caído ante ella, pero Kevin, de alguna manera, se ha levantado sin secuelas.
Durante una visita relámpago a Buenos Aires, Kevin habló con Automundo sobre su nueva lucha. “Más allá de lo grave y complicado que fueron las cosas, yo siempre creo también que las cosas pasan por algo y si estoy acá es porque algo tengo que seguir haciendo”, dice Kevin, quien en todo momento se apena de esa incertidumbre que vivió su familia durante las tres semanas en las que estuvo internado en pronóstico reservado.
Desde el accidente, han pasado tres meses llenos de operaciones, de dolor y de noches en vela. Más de uno en su situación se hubiese preguntado si alguna vez podría volver a sentir el rugido de su moto bajo sus pies, pero Kevin no es un hombre común, es un guerrero del desierto, forjado en la soledad y la dureza del Dakar. Y aunque su brazo izquierdo aún está débil, su espíritu indomable sigue intacto.
Mientras habla hay un brillo en sus ojos que solo los adictos al riesgo más extremo pueden comprender. “Sé que he logrado cosas que ni yo me hubiese imaginado diez años atrás”, reflexiona. “Estoy orgulloso y satisfecho por la carrera que hice, pero quiero seguir compitiendo porque me gusta. Me gusta estar en el desierto, me gusta sufrir en cada una de las etapas, me gusta esa adrenalina que genera el Dakar… Es algo único, es como una droga”.
Esa última frase, “es como una droga”, resuena en la pequeña habitación del hotel Buenos Aires Marriott. El Dakar no es solo una carrera para Benavides, es una obsesión, una necesidad que lo impulsa a seguir adelante, a desafiar las posibilidades y a buscar la gloria una y otra vez. “Entonces quiero volver a tener esa sensación. Me motiva mucho estar corriendo de vuelta. Todavía quiero seguir ganando, todavía quiero seguir luchando y dando lo mejor de mí y seguir haciendo historia. Si bien la historia que ya hice está en los libros, no se borrará y quedará ahí, pero creo que puedo conseguir más. Y eso es lo que me motiva”.
Es difícil no sentirse abrumado por la convicción de este hombre de 35 años. La mayoría de las personas, enfrentadas a un diagnóstico tan sombrío, habrían considerado la posibilidad de retirarse, de encontrar consuelo en los logros pasados y en la seguridad de una vida tranquila. Pero Benavides no es como la mayoría de las personas. “Yo me siento como si tuviese tres años y quisiera subirme a la moto…”, confiesa. “Extraño mucho la moto y hacer lo que me gusta. Si no me subo a la moto me siento raro. Mientras siga sintiendo esa sensación de querer subirme a la moto y el deseo de estar arriba de la moto lo voy a seguir haciendo. Por eso este accidente para mí no es una limitante”.
Benavides esboza una pequeña sonrisa antes de contar un pequeño suceso que lo hizo sentir feliz. Es como si estuviera visualizando las dunas de Arabia Saudita, el viento caliente del desierto y el rugido de su KTM bajo sus pies, pero en realidad es algo más simple. “Hace unos días me subí a la moto y di una vuelta. Mi hermana me filmó y se veía mi sonrisa de lado a lado… Sentí felicidad. Por eso digo: mientras la moto me dé felicidad, voy a seguir. Mucha gente me dice que con todas las cosas que ya pasé (debería dejar de competir), pero también las cosas difíciles hacen personas más duras y para la carrera que nosotros corremos (por el Dakar) hay que ser muy duro”.
El Dakar es una prueba para los hombres más duros del planeta, una carrera que no perdona la debilidad y que exige todo de aquellos que se atreven a enfrentarla. Kevin Benavides es uno de esos hombres, y no importa cuántas veces la vida lo derribe, siempre encontrará una forma de levantarse. Su deseo de volver al Rally de Marruecos en octubre parece ambicioso, pero su verdadero objetivo está claro: el Dakar 2025 en Arabia Saudita. Claro está, la decisión final llegará en algunos meses una vez que compruebe que está en condiciones de competir al más alto nivel.
“Algún día llegará el día en que diré ‘hasta acá llegué’, pero es una decisión que quiero tomar yo por mi cuenta y no por algo que me obligue a eso”, afirma con determinación. Esa es la esencia de Kevin, alguien que vive bajo sus propias reglas y que desafía los límites de lo posible.
Mientras se despide, uno no puede evitar sentir que este hombre, marcado por el destino y las cicatrices, no está ni cerca de terminar su historia. Nadie lo duda: Kevin Benavides está decidido a escribir el próximo capítulo de su épica saga.