Las 500 Millas de Indianápolis, que ha deleitado a los aficionados del automovilismo durante más de un siglo, guarda una tradición muy peculiar y refrescante: el festejo del ganador con un sorbo de leche. Pero, ¿de dónde viene esta curiosa costumbre y cómo ha evolucionado a lo largo del tiempo?
La historia se remonta a 1933, cuando Louis Meyer, tras lograr su segunda victoria en las Indy 500 (ya había ganado en 1928), pidió para refrescarse un vaso de su amada leche en lugar de la tradicional botella de champán.
Meyer volvió a repetir esta celebración cuando ganó en 1936, aunque esta vez quedó un testimonio gráfico de la particular celebración. La trascendencia de esa foto hizo que el preciado líquido blanco se convierta en el símbolo de la celebración de la legendaria carrera.
Aunque parezca extraño, la elección de la leche no fue al azar. Resulta que Meyer, en su infancia, solía beber leche para refrescarse después de un día agotador en el campo. Aquellos momentos de frescura y satisfacción se quedaron grabados en su memoria, y cuando triunfó en las 500 Millas, decidió revivir ese sentimiento único con un trago de leche en lugar de alcohol.
Durante las siguientes dos décadas, la Milk Foundation entregó leche a los ganadores de carreras de vez en cuando. Pero en 1956, Tony Hulman hizo de la botella de leche una parte permanente de la celebración. Solo en 1993 esta tradición se interrumpió ya que Emerson Fittipaldi, ganador aquel año, prefirió celebrar con jugo de naranja, que producía en su Brasil natal.
En la actualidad, la American Dairy Association Indiana tiene el honor de ayudar a proporcionar la leche que se entrega al ganador. Cada año se selecciona a un granjero lechero de Indiana para que sea la persona que entregue la botella de leche helada al conductor ganador.
Los 33 pilotos que participan en las 500 Millas de Indianápolis son encuestados antes de la carrera por su preferencia de leche en caso de que sean los ganadores. Las opciones son tres: descremada, desnatada o entera, que es la que eligió Agustín Canapino, que este domingo se convertirá en el cuarto argentino en disputar la prueba.
Un experimentado lechero de la ADAI es responsable de salvaguardar la leche durante el día de las 500 Millas. Llega al circuito temprano, alrededor de las seis de la mañana, acompañado por agentes de seguridad y una heladera con los diferentes tipos de leche.
Aproximadamente 15 vueltas antes del final, el granjero se dirige hacia la zona de celebración, llevando consigo la pequeña nevera, y espera la llegada del ganador. Cuando la bandera de cuadros cae, el lechero presta atención a la elección del vencedor y llena la botellita de 32 onzas (946 mililitros) para dar inicio a un nuevo capítulo de a la particular tradición.