Las 500 Millas de Indianápolis son mucho más que una simple carrera. Este evento, celebrado anualmente en el Indianápolis Motor Speedway (IMS), es un símbolo del automovilismo mundial, cargado de historia, emoción y tradición. Entre las múltiples costumbres que rodean a esta competencia, una destaca por su significado y simbolismo: el beso a la mítica yarda de ladrillos, conocida como la Brickyard. Este ritual, aunque relativamente reciente, se ha convertido en una parte integral de la celebración de la victoria en las Indy 500.
EL ORIGEN DE LA BRICKYARD
La historia de la Brickyard se remonta a los inicios mismos del Indianápolis Motor Speedway. En 1909, Carl Fisher, el visionario detrás del IMS, buscaba una superficie adecuada para su pista. La primera versión no incluía ladrillos. En su lugar, se construyó con una capa de dos pulgadas de grava, seguida por dos pulgadas de piedra caliza triturada y una capa de taroide (una mezcla de alquitrán y aceite). Sin embargo, esta superficie no soportó la intensa actividad del óvalo, resultando en una serie de tragedias que obligaron a replantear el diseño.
La primera carrera en el IMS en agosto de 1909 terminó en desastre. Los pilotos Wilfred Bourque y su mecánico murieron en un accidente, seguido poco después por la muerte de Claude Kellum, acompañante del piloto Charlie Merz, junto con dos espectadores. La Asociación Estadounidense del Automóvil, que supervisaba las carreras, exigió una solución segura antes de permitir más competencias en la pista.
Fisher tenía dos opciones: concreto o ladrillos. Optó por los ladrillos, un material que, aunque costoso, prometía mayor seguridad y durabilidad. Contrató a la Wabash Clay Company para colocar 3,2 millones de ladrillos en la pista, una tarea monumental que se completó rápidamente para salvar el circuito.
En un mes, los trabajadores colocaron los ladrillos sobre una capa de arena de dos pulgadas, cubriendo la superficie dañada. Fisher pagó 41.600 dólares por la nueva vía, a razón de 13 dólares por cada 1.000 ladrillos. Debido a la magnitud del pedido, Wabash Clay Company subcontrató a otras empresas de Indiana para cumplir con la demanda. Entre el 85% y el 90% de los ladrillos originales todavía se encuentran debajo de la superficie de la pista, que fue completamente asfaltada en 1961.
EL CUARTO DE LOS LADRILLOS: UN TESORO OCULTO
Dentro del Indianápolis Motor Speedway, existe un cuarto de almacenamiento secreto donde se guardan ladrillos originale de repuesto. Este lugar, al que solo una pocas personas tienen acceso, está lleno de objetos mundanos, pero entre ellos se encuentra una pila de ladrillos de 125 años de antigüedad, resguardados en un viejo contenedor de madera. Estos ladrillos son utilizados para reemplazar aquellos que se astillan, agrietan o rompen en la Brickyard, asegurando que la tradición continúe intacta.
EL BESO A LA BRICKYARD: UNA TRADICIÓN RECIENTE
Aunque los ladrillos fueron cubiertos con asfalto, un tramo de un metro de ancho en la línea de meta fue preservado como un homenaje a la historia del circuito. Este tramo de ladrillos, conocido como la Brickyard, abarca 50 pies de ancho y está compuesto por 576 ladrillos originales. Estos ladrillos se han convertido en un símbolo de la rica herencia del IMS y del automovilismo estadounidense.
La tradición del beso a la Brickyard comenzó en una carrera de NASCAR, las Brickyard 400 en los ‘90. En 2003, el brasileño Gil de Ferran fue el primero en besar los ladrillos después de ganar las 500 Millas de Indianápolis, y desde entonces, todos los ganadores han seguido este ritual. Este gesto simboliza el respeto y la conexión con la historia del circuito, un momento de triunfo que vincula a los campeones modernos con los pioneros del pasado.
La Brickyard no es solo una franja de ladrillos; es un símbolo de la historia y la evolución del automovilismo. Representa la transición de una era peligrosa y experimental a una de seguridad y tecnología avanzada. Los ladrillos de 1909 no solo salvaron la pista de Indianápolis, sino que también cimentaron su lugar como la Capital Mundial de las Carreras.
Para los pilotos, besar la Brickyard es un honor que trasciende la victoria. Es un acto que conecta el presente con el pasado, un tributo a aquellos que construyeron el camino y a los que sacrificaron sus vidas en pos de la velocidad y la competencia. Cada beso en la Brickyard es un reconocimiento de la herencia y un testimonio del respeto que los pilotos tienen por la historia de Indianápolis.