
“¿Y este cuál es?” pregunta un abuelo en la tribuna del autódromo de Alta Gracia mientras le muestra a su nieto una silueta imponente, líneas aerodinámicas afiladas y un alerón que parece sacado de Le Mans. “Dicen que es un Torino, pero corre con motor Cherokee”, responde el nieto, sin saber si eso es bueno o malo.
La escena se repite en cada autódromo argentino desde que el Turismo Carretera, la categoría más antigua del mundo, decidió rejuvenecer su imagen con una cirugía estética de alto voltaje. Primero fue con la llegada del Toyota Camry y después con la reconversión a muscle cars con las carrocerías de Ford Mustang, Chevrolet Camaro, Dodge Challenger y hasta una “reinterpretación” del Torino.

Ahora, el rumor -ya convertido en hecho consumado de pasillos- indica que Mercedes-Benz será la próxima marca en sumarse al TC, impulsada por el ex Toyota y hoy presidente de la estrella alemana, Daniel Herrero. Sin embargo, lo que para algunos es una evolución necesaria, para otros es directamente una herejía.
LA APUESTA DE MERCEDES-BENZ: ¿VANGUARDIA O DÉJÀ VU?
El desembarco de Mercedes-Benz en el TC sorprende tanto por la marca como por el método. Todo indica que la receta será la misma que la usada con el Camry: una carrocería moderna montada sobre el chasis tubular del Torino y con el motor Cherokee de siempre.
Herrero, en su momento artífice del proyecto de Toyota en el TC, vuelve a poner sobre la mesa una lógica empresarial: acercar marcas globales a una categoría de alta visibilidad. Pero ese razonamiento de marketing choca con un muro emocional: el de los fanáticos que crecieron viendo la guerra santa entre Ford, Chevrolet, Dodge y Torino como un campo de batalla tribal donde cada apellido, cada curva, cada golpe de caja, contaba.
EL COSTO DE SEDUCIR A LAS MARCAS

La ACTC -como un prestidigitador que saca conejos de una galera de polémicas- sabe que necesita mantenerse vigente. Y en una época en la que los autos de calle se parecen más a una notebook con ruedas que a un Valiant III, su estrategia fue clara: modernizar el envase para atraer nuevas marcas. Pero el contenido sigue siendo el mismo. Y ahí está el problema.
El público lo ve. Y lo dice. En redes sociales, en foros, en los streamings. La modernización estética no resuelve el ruido de fondo: reglamentos poco claros, decisiones técnicas discutidas, favoritismos sospechados y una falta de previsibilidad que hace difícil sostener la pasión con la misma intensidad de antes.
El TC quiere llegar a los 100 años como una categoría moderna, popular y profesional. Pero está intentando hacerlo maquillando el rostro, sin tocar el sistema nervioso. Mientras cambia las carrocerías, deja intacta la arquitectura interna que genera desconfianza: el reglamento técnico que siempre se puede “interpretar”, los comisariatos deportivos que fallan según el viento, y un calendario de sanciones más caprichoso que una entrada en boxes sin radio.
LOS JÓVENES, EL OBJETIVO…
El argumento de que los autos modernos atraen al público joven es una verdad a medias. Sí, las siluetas nuevas impactan visualmente. Pero ese “público joven” que pretenden captar tampoco tiene vínculo afectivo con un Camaro, ni con un Challenger, ni con un Mercedes-Benz reinterpretado para el TC. Y mucho menos puede soñar con comprarse uno.
La conexión no se genera con carrocerías de catálogo internacional, sino con historias reales, accesibles, coherentes. Esa es una deuda que la ACTC todavía no saldó.
EL FUTURO EN JUEGO: ¿COSMÉTICA O CIRUGÍA REAL?
El Turismo Carretera está en una encrucijada histórica. Si el camino es solo cambiar las formas sin revisar los fondos, corre el riesgo de convertirse en una cáscara brillante pero vacía.
La llegada de Mercedes-Benz puede ser una jugada estratégica de alto impacto mediático, pero también puede ahondar la grieta con los fanáticos de siempre, que no entienden por qué se moderniza todo menos lo que de verdad importa: la equidad en pista, la credibilidad en las decisiones, y el respeto por un ADN que fue hecho con barro, aceite y pasión tribal.
Quizás sea momento de que la ACTC mire menos a los autos de exhibición y más a las tribunas.