Las 500 Millas de Indianápolis, una de las competencias más prestigiosas y desafiantes del automovilismo mundial, han sido desde siempre una meta soñada por muchos pilotos alrededor del mundo. Antes de que Europa se convirtiera en la meca para los pilotos argentinos, estos miraban hacia Estados Unidos con un claro objetivo: brillar en el Indianápolis Motor Speedway.
La primera experiencia argentina en Indianápolis se remonta a 1923, cuando Martín de Álzaga Unzué, un acaudalado playboy y pionero del deporte motor en Argentina, decidió financiar la participación de un equipo de tres autos. Álzaga Unzué, conocido como Macoco, cerró trato con el legendario Ettore Bugatti, quien le preparó tres Bugatti Type 30.
Macoco no estuvo solo en esta aventura. Junto a él, participaron Raúl Riganti, otro destacado piloto argentino, y el español Pierre de Vizcaya. Sin embargo, las promesas de Bugatti no se cumplieron. Aunque Álzaga Unzué clasificó en una impresionante cuarta posición entre 46 participantes, ninguno de los tres autos llegó al final de la carrera. Macoco abandonó en la sexta vuelta por la rotura de una biela, Riganti se retiró en la vuelta 19 debido a una falla en la bomba de combustible, y Vizcaya, quien completó 165 de las 200 vueltas, también abandonó por problemas mecánicos.
En 1932, Juan Antonio Gaudino, un ex ciclista y motociclista, se lanzó a la aventura de Indianápolis. Empeñó 54 medallas para financiar su participación, aunque luego las perdió debido a un error en la fecha de retiro… Clasificó 36° con un Chrysler, pero su participación fue corta. Un daño en uno de los tanques de combustible provocó un incendio en la vuelta 71, obligándolo a abandonar. Las quemaduras que sufrió en una de sus piernas fueron decisivas para que su esposa le prohibiera volver a correr en Indianápolis.
A pesar de este contratiempo, en 1933 Gaudino se unió como piloto suplente al equipo de Riganti, quien buscaba redimirse después de su fallida participación de 1923. Riganti, apodado Polenta, logró una carrera prolija y terminó en el puesto 14° con un promedio de velocidad de 173 km/h. Gaudino, aunque no corrió en la competencia principal, se dio el gusto de dar 64 vueltas durante la tanda cronometrada.
Riganti volvió a Indianápolis en 1940, financiado por una colecta pública que le permitió comprar una Maserati 8CL. Clasificó 24°, pero en la vuelta 24 se fue de pista, destruyendo completamente su vehículo.
Después de una larga ausencia, un piloto argentino volvió a las 500 Millas de Indianápolis en 2023. Agustín Canapino, al mando de un Dallara-Chevrolet del equipo Juncos Hollinger Racing, largó en la posición 26°. Aunque no pudo terminar la carrera debido a un choque tras esquivar a dos rivales, su desempeño fue notable, llegando a estar tercero a 20 vueltas del final. En la edición 2024 del próximo domingo 26 de mayo el Titán va por la revancha.
Varios otros pilotos argentinos intentaron competir en Indianápolis, pero con menos éxito. En 1953, Jorge Daponte no logró pasar la clasificación. En 1958, Juan Manuel Fangio, uno de los más grandes pilotos de todos los tiempos, desistió a último momento debido a la pobre performance del auto que le había proporcionado Floyd Clymer. En 1970, Carlos Pairetti, apoyado por Alejandro Romay, dueño de Canal 9, intentó participar con un Shrike-Offenhauser de 1966, pero la antigüedad del auto le impidió clasificarse.
LOS ARGENTINOS QUE CORRIERON LAS 500 MILLAS DE INDIANÁPOLIS
AÑO | PILOTO | AUTO | LARGÓ | LLEGÓ |
1923 | Martín de Álzaga Unzué | Bugatti | 4° | Abandonó |
1923 | Raúl Riganti | Bugatti | 23° | Abandonó |
1932 | Juan Antonio Gaudino | Chrysler | 36° | Abandonó |
1933 | Raúl Riganti | Chrysler | 27° | 14° |
1940 | Raúl Riganti | Alfa Romeo | 24° | Abandonó |
2023 | Agustín Canapino | Dallara-Chevrolet | Abandonó |