A fines de la década de 1970, la Fórmula 1 tenía como referente al equipo Lotus propiedad de Colin Chapman. Sus Lotus 78 y Lotus 79 habían tomado por sorpresa a la categoría a fines de la década gracias a un concepto que el británico aplicó en el automovilismo después de estudiar al Havilland DH.98 Mosquito, un avión bombardero utilizado durante la Segunda Guerra Mundial.
A Chapman le llamaba mucho la atención los radiadores que la aeronave tenía montados en las alas y las salidas de aire caliente que estaban diseñadas para inducir la elevación. El ingenioso constructor se dio cuenta que un sistema de este tipo invertido podría generar en los autos una carga aerodinámica significativa: así nació el efecto suelo.
El concepto fue probado en la temporada de 1977 en el Lotus 78 que diseñaron Chapman, Peter Wright, Martin Ogilvie, Tony Rudd y Ralph Bellamy. El auto estaba provisto de túneles venturi ubicados en los pontones con forma de ala invertida. Esa disposición generaba un área de baja presión debajo del automóvil, pero las repentinas pérdidas de presión hicieron que el auto fuera muy impredecible e incómodo de manejar.
Pese a eso el estadounidense Mario Andretti se las arregló para terminar tercero en el torneo de pilotos que ganó el austríaco Niki Lauda (Ferrari); mientras que Lotus finalizó segundo en la Copa de Constructores.
Los problemas del Lotus 78 fueron solucionados al año siguiente en el Lotus 79 al equiparlo con faldas de goma flexibles de longitud completa que sellaron la brecha entre los pontones y la pista. Esto mejoró el flujo de aire, la fuerza descendente y la estabilidad.
Además, los túneles venturi se extendieron hasta el tren trasero. Con el mejor aprovechamiento del efecto suelo gracias a las “polleritas”, Andretti logró la corona con seis triunfos en 16 carreras; mientras que la escudería se quedó con la copa de los fabricantes.
Para 1979 el objetivo de Chapman era mantener su reinado llevando el concepto del ala invertida al extremo. Así nació el Lotus 80. En este auto Ogilvie y Rudd extendieron los túneles aún más y crear un enorme generador de efectos de suelo.
En el nuevo chasis los túneles pasaban el eje trasero e incorporaba un segundo sistema en una trompa alargada en un esfuerzo por mantener el equilibrio. El vehículo generaba tanta carga aerodinámica que el chasis debió reforzarse para evitar que se rompiera, además no contaba con alerones, ni delanteros, ni traseros…
En los papeles el Lotus 80 era invencible, pero la realidad indicó otra cosa. Andretti y el argentino Carlos Reutemann, nuevo piloto del equipo, no pudieron controlar al auto debido al porpoising, un rebote violento producido por el propio efecto suelo.
A altas velocidades aumentaba la diferencia de presión entre las superficies inferior y superior incrementando la carga aerodinámica hasta detenerse. En ese momento la parte delantera del automóvil se elevaba bruscamente, produciendo que el efecto suelo comenzara nuevamente. Esto se producía de forma cíclica en todos los sectores de la pista dificultando la conducción del vehículo, sobre todo en los sectores lentos.
La única manera de aprovechar el Lotus 80 al máximo era conducirlo a fondo en todo el circuito, aunque cualquier desperfecto del asfalto que rompiera la armonía del efecto suelo lo podía hacer volar por los aires…
Reutemann lo descartó después de probarlo y decidió enfrentar el campeonato con un Lotus 79; mientras que Andretti optó por continuar con el desarrollo del novedoso auto. Se lo llegó a acortar y se lo dotó con elementos aerodinámicos, pero esas variantes no lo lograron contener al indomable modelo 80. Finalmente, el campeón lo utilizó en solo tres Grandes Premios y terminó el año con el 79, al que ya le había pasado el cuarto de hora.
Chapman no se quedó con los brazos cruzados y dos años más tarde presentó el Lotus 88, considerado como la evolución del 80. El auto usaba un ingenioso sistema de doble chasis, uno dentro del otro. En el interno se ubicaba la cabina y actuaba independientemente del externo, diseñado para aprovechar al máximo el efecto suelo compensando la ausencia de las polleritas, prohibidas a fines del año anterior. Sin embargo, el 88 también tuvo un triste final: jamás corrió porque se lo consideró fuera de reglamento. Pero esa es otra historia…