
Si creías que la Fórmula 1 era un mundo de segundas oportunidades, la historia de Liam Lawson acaba de recordarte que aquí la paciencia es un lujo que pocos pueden permitirse. Dos carreras, ni un solo punto y un billete de regreso a Racing Bulls. Así de despiadado puede ser el gran circo cuando el cronómetro manda más que la lealtad.
El neozelandés, que se ganó su lugar en la categoría reina con actuaciones destacadas como sustituto de Daniel Ricciardo en 2023, recibió una oportunidad dorada cuando Red Bull le dio las llaves del auto de Checo Pérez tras una pretemporada en la que el mexicano dejó dudas. Sin embargo, dos fines de semana en pista le bastaron al equipo austríaco para cambiar de opinión y devolverlo a su estructura secundaria.

Desde que tenía uso de razón, Lawson soñó con vestir los colores de Red Bull Racing. Y lo hizo, aunque fuese por un suspiro. Su paso por el equipo fue breve y complicado: P18 en clasificación y abandono en Australia, último en la parrilla en China tanto en la sprint como en la carrera principal. Resultados que no dejaron margen para la indulgencia.
En sus redes sociales, el neozelandés no ocultó su frustración: “Ser piloto de Red Bull ha sido mi sueño desde niño, es por lo que he trabajado toda mi vida. Es difícil, pero estoy agradecido por todo lo que me ha traído hasta aquí”.
Su mensaje destilaba gratitud, pero también ese sabor amargo de quien siente que no tuvo el tiempo suficiente para demostrar su verdadero potencial. Y aquí es donde las opiniones se polarizan: ¿Fue un castigo justo o una movida precipitada de Red Bull?

Desde el otro lado del mundo, la indignación no tardó en manifestarse. En Nueva Zelanda, su tierra natal, los expertos del automovilismo y los aficionados consideran que la escudería le arrebató la oportunidad antes de tiempo. Scott McLaughlin, piloto de IndyCar, lo dijo sin rodeos: “Es un deporte cruel, pero realmente creo que no le dieron una oportunidad justa”.
Por otro lado, la decisión poner a Yuki Tsunoda al equipo principal tampoco es unánimemente aceptada. El japonés, quien habría sido promovido a coequipier del neerlandés debido a la presión de Honda, no ha sido precisamente un prodigio de consistencia, y sus resultados han sido tan erráticos como su temperamento en la radio del equipo. Pero en el ajedrez de Red Bull, las piezas se mueven según conveniencia y no por sentimentalismos.
A pesar del golpe, Lawson no se permite lamentaciones prolongadas. “Gracias Racing Bulls por la cálida bienvenida. Estoy emocionado y listo para trabajar en uno de mis lugares favoritos”, escribió al confirmar su vuelta a la estructura con base en Italia.

Junto al francés Isack Hadjar, formará una dupla joven con la presión de demostrar que merece otra oportunidad en el equipo grande. Porque si algo ha dejado claro la política de Red Bull es que todo puede cambiar en cualquier momento.
Suzuka será su próximo reto, y aunque volverá con un auto menos competitivo, tendrá los ojos de Helmut Marko y Christian Horner encima. Si quiere volver a Red Bull, deberá hacer algo más que simplemente sumar puntos: tendrá que impresionar.
El equipo de la bebida energética siempre ha sido implacable con sus pilotos. Desde las abruptas promociones y despidos de nombres como Daniil Kvyat o Pierre Gasly, hasta el largo proceso de maduración que algunos, como Sergio Pérez, deben atravesar para mantenerse en el asiento, está claro que Red Bull juega con reglas propias.
Pero en este caso, el mensaje es aún más frío: ni siquiera una promesa con el talento de Lawson está exenta de las presiones del resultado inmediato. Si en dos carreras no convences, tu asiento está en juego.
Lawson aún tiene tiempo para revertir la situación. Pero una cosa es segura: en la Fórmula 1, los sueños pueden desmoronarse tan rápido como una mala estrategia de neumáticos. Y para él, la lucha recién comienza.