
Caseros, 8 de abril de 1960. Bajo un sol que anunciaba otoño, el primer Fiat 600 nacional, un modesto ejemplar gris claro, desfilaba fuera de la línea de montaje. No hubo grandes fanfarrias ni discursos encendidos. Solo el rumor de los operarios, el murmullo de los directivos de Fiat Someca Construcciones, y esa sensación eléctrica que se cuela en la piel cuando uno sabe que está viendo nacer algo que cambiará la historia.
“¡Ahí va el primero, che!”, gritó un operario. Nadie lo sabía en ese momento, pero ese pequeño auto iba a motorizar sueños, familias, y una clase media que empezaba a escribir su propia epopeya sobre el asfalto.
EL FIAT 600 CRUZÓ EL ATLÁNTICO CON UNA MISIÓN
Cuando Dante Giacosa diseñó el Fiat 600 para reemplazar al entrañable Topolino en 1955, seguramente no imaginó que su invención, con su motor trasero de 633 cc y su simpática carita de ¡Vamos que se puede!, sería mucho más que un auto: sería una herramienta de movilidad social.
En Italia, fue el emblema de la reconstrucción tras la guerra. En Argentina, se convirtió en un símbolo de progreso, orgullo y pertenencia. El Fitito -como pronto lo bautizó el ingenio popular- fue nuestro primer Fiat 100% nacional. El primer paso de una relación entre una marca y un pueblo que todavía perdura.
CASEROS Y CÓRDOBA, EPICENTRO DE UNA INDUSTRIA NACIENTE
La historia de Fiat en Argentina comenzó mucho antes, en 1912, con la apertura de su sucursal local, y se fortaleció en 1936 con el Topolino. Pero fue el 600 el que realmente encendió el motor del romance argentino con la marca.
Desde mediados de los ’50, ya había plantado bandera en Ferreyra, Córdoba, con tres establecimientos dedicados a motores diésel, maquinaria y material ferroviario. Cuando el régimen de promoción automotriz abrió las puertas, Fiat estaba lista para dar el salto.
El plan era claro: en 1960 producir 2.900 unidades del 600, alcanzando 7.500 para 1964. Con un compromiso progresivo de integración nacional que pasara del 55% al 90%. La planta de Caseros sería la cuna donde se armaría este sueño.
UNA BOLITA QUE CRECIÓ CON EL PAÍS
Los primeros 600, ensamblados con piezas italianas, no tenían letra. Eran simplemente “600”. Pero en 1962 llegó la versión “D” con motor de 767 cc y 32 caballos, y en 1965 la “E” dio el salto: puertas convencionales y mejoras mecánicas que elevaron su confiabilidad.
Cada versión nueva contaba una historia: la “E” con motor de 797 cc llegando a los 110 km/h; el “R” de 1970, con su compresión aumentada y necesidad de nafta súper; el “S” de 1977, con corazón derivado del Fiat 133.
Pero más allá de las especificaciones, lo que creció fue el vínculo afectivo. Los 600 acompañaron a generaciones de argentinos en su primer viaje a Mar del Plata, en el traslado al trabajo, en el sueño de una casa propia.
FITITO CAMPEÓN DE CORAZONES
En 1976, con 250.000 unidades producidas, el 600 era el auto de mayor producción en la historia de la industria automotriz nacional. Y en ventas, fue el rey absoluto durante años. No había calle en Buenos Aires, Rosario o Córdoba donde no se viera una Bolita esquivando baches, trepando en primera o encajándose en lugares imposibles.
El Fitito fue, también, protagonista de anécdotas entrañables: novios que cruzaban media provincia para ver a su amor, familias que cargaban cinco, seis pasajeros y hasta un perro, escapadas improvisadas a la sierra con la radio a todo volumen.
UNA HERENCIA DE ACERO, NAFTA Y PASIÓN
El 9 de abril de 1982 salió de la línea de montaje el último Fiat 600 de producción nacional, ya bajo la gestión de SEVEL, la empresa que un par de años antes había asumido las operaciones de Fiat en el país. No hubo tristeza, porque el Fitito ya era inmortal. En cada encuentro de clásicos, en cada restauración artesanal, en cada guiño de complicidad en la calle, revive la épica de un país que se animó a soñar con cuatro ruedas y un motor de 22 caballos.
A lo largo de más de dos décadas de producción ininterrumpida, se fabricaron en Argentina un total de 294.000 unidades del Fiat 600, una cifra que resume mejor que ninguna otra el impacto de este pequeño gigante en la vida cotidiana de millones de argentinos.
“Un país se mide por los sueños que pone en movimiento”, dijo alguien alguna vez. El Fiat 600, pequeño gladiador de las calles argentinas, fue, es y será uno de esos sueños sobre ruedas.