
“Vamos a ser honestos, ¿no? Si esto le hubiera pasado a Jack Doohan, no duraba ni dos carreras”. La frase explotó como un petardo en un box silencioso. La dijo Jaime Alguersuari en el podcast The After Lap, y no fue una crítica malintencionada. Fue una cachetada de objetividad. Directa, sin filtros. Como esas que te despiertan a la mañana, sin tiempo para café ni excusas. Sí, habló de Franco Colapinto. Y sí, lo dijo siendo “mega fan” suyo.
Porque a veces ser fan implica exigir más. Y Alguersuari -piloto precoz, DJ nocturno y comentarista sin diplomacia- sabe bien lo que es estar bajo presión con veinte años y un auto que no responde. Lo vivió en carne propia. Por eso sus palabras tienen más peso que la de un tuitero exaltado.
“VOY A FULL CON COLAPINTO, PERO HAY QUE SER OBJETIVOS”

Colapinto es hoy una especie de tótem para el automovilismo argentino. Un símbolo de renacimiento tras años de sequía en la Fórmula 1. Pero ese tótem, de momento, está lejos del altar. Y Alguersuari lo notó.
“Franco no está cómodo con el coche. Se queja, lo ves preocupado… está un poco perdido”, sentenció. Y lo comparó con Jack Doohan, el mismo que muchos en Argentina desestimaban por no tener una hinchada con bombos y choripán virtual.
La vara es clara: si a Doohan se lo midió por rendimiento, a Franco también. “Yo lo dije: ahora voy a valorar a Franco igual que valoré a Jack, porque soy una persona objetiva”, explicó Jaime, con el tono de quien prefiere perder simpatía antes que traicionar su honestidad.
PIERRE GASLY COMO REFERENCIA
El termómetro en Alpine se llama Pierre Gasly. Y contra él se mide todo. En ese duelo silencioso, Colapinto, al menos para Alguersuari, sale perdiendo. “No está a dos décimas. Está a un segundo. Está muy lejos (sic)”.
Pero el español no se quedó en la crítica vacía. Reconoció que Colapinto tiene “mucho más talento que Doohan” y que merece estar en F.1. Pero alertó: “Eso no significa que nos tapemos los ojos. Hay que valorarlo igual que a los demás, por muy bien que nos caiga, por muy maravilloso y guapo que sea”.
Colapinto no es un novato absoluto. Tuvo su bautismo el año pasado, aunque sin continuidad. Eso lo convierte, según Alguersuari, en “medio rookie”. Y eso exige resultados más contundentes.

A favor del argentino juega su carisma, sus destellos en Williams y el fervor de un país que lo banca como si ya hubiera ganado un Mundial. En contra, su presente gris en Alpine. “Entró en una situación complicada. No está cómodo. Hay que trabajar”, dijo Jaime, que habló como un técnico que ve talento, pero también desorientación.
“Franco es mucho mejor que todo esto, todos lo sabemos. Pero los hechos son los hechos hasta el día de hoy”, sentenció el ex Toro Rosso.
Y tiene razón. Porque la Fórmula 1 no perdona el folclore. No hay espacio para la nostalgia ni para la épica criolla si el cronómetro dice otra cosa. Acá no se puntúa el aguante: se puntúa el tiempo.
EXIGENCIA COMO FORMA DE AMOR
“Espero que esté por delante de Gasly”, dijo Jaime. Y lo dijo como quien cree que es posible. Pero exige, porque sabe que Franco tiene con qué.
Lo que deja el testimonio de Alguersuari es algo más valioso que una crítica: es un acto de fe exigente. Es el fan que no aplaude por inercia, sino que quiere ver a su ídolo en lo más alto. No por marketing. Por merecimiento.
Y si ese espejo incómodo ayuda a Colapinto a encontrar su mejor versión, entonces bienvenido sea. Porque para que haya gloria, primero tiene que haber verdad.