El Gran Premio de Mónaco ingresó a la Fórmula 1 en 1950, el mismo año del nacimiento de la categoría. Aquella carrera fue la segunda del joven certamen y quedó en poder de Juan Manuel Fangio, quien logró así el primero de sus 24 éxitos en la especialidad.
En una época, en la que el tiempo se medía en décimas de segundo, el Chueco voló en la clasificación con su Alfa Romeo y le sacó 2.6 segundos al italiano Nino Farina, el otro piloto de la escudería de Milán. Pese a que la F.1 corrió en el Principado en otras oportunidades jamás nadie logró una pole con tanta ventaja sobre su escolta.
La segunda clasificación de esta prueba con la mayor diferencia entre el primero y el segundo ocurrió muchos años después, en 1988 para ser exactos. Y el protagonista de esa vuelta que aún hoy en día es considerada como legendaria fue Ayrton Senna, quien ya había dado muestras de tener un feeling especial con el callejero monegasco.
En su debut en 1984 fue segundo con el humilde Toleman bajo una lluvia torrencial. Al año siguiente, ya con Lotus, el brasileño marcó la pole, aunque abandonó por una falla en el motor. En 1986 logró su primer podio al terminar tercero. Mientras que en 1987 consiguió la primera de sus seis victorias.
Aquel GP de Mónaco de 1988 fue la tercera fecha del campeonato, que tenía a Senna y al francés Alain Prost compartiendo el equipo McLaren. La temporada no había comenzado bien para el piloto de Sao Paulo, que justamente arrancó esta nueva etapa ante sus compatriotas.
Largó primero en el GP celebrado en Río de Janeiro, pero fue excluido por correr con el auto muletto después de haber completado la vuelta de formación con el vehículo titular, que había sufrido un problema en la caja de cambios. El triunfo quedó en manos de Prost, pero su revancha llegó rápido al ganar el GP de San Marino, la segunda cita del certamen.
Prost y Senna llegaron a Mónaco en los dos primeros puestos del torneo con el galo arriba de la tabla de posiciones con seis puntos de ventaja sobre su coequipier.
Estaba claro que la batalla por el título tendría a ambos como protagonistas, algo que con el correr del tiempo hizo insostenible su relación.
Senna sabía que en Montecarlo tendría la chance de equilibrar la balanza y de demostrarle a Prost, quien ya tenía dos títulos en su haber, que había llegado a McLaren para convertirse en campeón del mundo. La clasificación fue una muestra cabal de hasta dónde podía llegar.
No tuvo problemas en mejorar el tiempo de Prost, pero no contento con eso se mantuvo en la pista hasta completar una tremenda vuelta que literalmente los asustó, como contaría tiempo después. “Recuerdo que corría más y más deprisa en cada vuelta. Ya había conseguido la pole por unas décimas de segundo, luego por medio segundo, después por casi un segundo y, al final, por más de un segundo. En aquel momento me di cuenta, de repente, que estaba pasando los límites de la consciencia”, dijo.
“Tuve la sensación de estar en un túnel… El circuito, para mí, era sólo un túnel. En ese momento me sentí vulnerable. Había establecido mis propios límites y los del coche, límites que jamás había alcanzado. Aún mantenía el control, pero no estaba seguro de lo que estaba sucediendo exactamente: yo corría… y corría…”, admitió.
“Fue una experiencia espantosa. De repente me di cuenta que aquello era demasiado. Fui despacio hacia los boxes y me dije a mí mismo que aquel día no regresaría a la pista. Fue una experiencia que nunca más se repitió con tanta intensidad, y deliberadamente, no volví a permitirme llegar tan lejos”, concluyó el brasileño.
Senna clavó el cronómetro en 1m23s998/1000 y le sacó a Prost 1s427/1000, una diferencia que aún se mantiene como la más amplia entre primero y segundo en una clasificación de Mónaco en la era moderna de la categoría.
Pese a semejante supremacía, el domingo no terminó bien para Senna. Ganaba con total comodidad, pero durante la vuelta 66, cuando tenía más de 50 segundos de ventaja sobre Prost, se pegó contra el guard-rail y abandonó. Se bajó del auto y en lugar de ir al box, se fue a su departamento que estaba a unas pocas cuadras. En el equipo no supieron de él hasta el día siguiente.
Poco después Ayrton se refirió al incidente y afirmó que tuvo una experiencia divina, muy relacionada con lo que había sucedido el día anterior. “Aquello no fue sólo un error de pilotaje. Era el resultado de una lucha interna que me paralizaba y me convertía en invulnerable. Tenía un camino hacia Dios y otro hacia el diablo. El accidente sólo fue una señal de que Dios estaba allí esperándome para darme la mano”…
Pese a todo lo ocurrido en Mónaco, el año terminó en festejo para Senna. Se quedó con la ansiada corona en una temporada que incluyó ocho victorias y una consagración memorable en el GP de Japón, que ganó luego de llegar a estar 14º por un problema en el motor Honda de su McLaren durante la largada. Sin embargo, muchos aún tienen muy presente aquel GP de Mónaco en el que el brasileño eligió el camino de Dios…