El Buenos Aires Moto Club había organizado una prueba denominada Kilómetro Lanzado en la autopista de Ezeiza. La cupé negra y blanca venía de correr el domingo anterior las 500 Millas Mercedinas. Dos días después su dueño puso en marcha el motor y el V8 rugió sano y saludable. Rumbeó por la Av. General Paz hacia la Riccheri y una hora más tarde, el silencio matutino fue roto por el sonido inconfundible del ocho cilindros.
Cuando llegó a la marcación, la cupé venía en el orden de las 5.000 vueltas. El viento de cola la favorecía, aunque al hacer la tirada en sentido contrario la aguja del cuentavueltas jamás llegaría a esa cifra. Después de transitados los mil metros del kilómetro, el reloj con la aguja clavada indicaba 17 segundos y fracción, es decir ¡211 km/h!
Repetida la maniobra en el otro sentido, 19 segundos fueron suficientes para cumplir los mil metros. Promedio: unos 190 km/h. Después de realizar los cálculos, hacer la suma y la división, todos se miraron desconcertados. Un Turismo Carretera había superado los 200 kilómetros por hora. ¡201,794 km/! Era 1955 y el que conducía la cupé Ford, a la que el público había bautizado como La Bomba de Caballito, era Juan Carlos Navone (16/3/1914-17/1/2003)…
ASÍ COMENZÓ A CORRER
Navone comenzó a correr en 1954. Tenía 40 años, pero hacía mucho que estaba en el tema. Su primer contacto con las carreras de autos fue en 1936. Enrique Fianctesío fue a su taller con un Lancia Lambda y dijo que quería correr el Gran Premio. Le hizo el auto y lo acompañó. Pasaron más de 40 autos y llegaron décimos en la primera etapa que gano Raúl Riganti. Luego estuvo 18 años sin tocar un auto de carrera. “No sé por qué, pero me dediqué al taller y a los clientes”, confesó alguna vez.
En el ’54, Julio Devoto le ofreció preparar su Ford. Se había golpeado en la carrera de Tandil y su acompañante había muerto. Aceptó. Enderezó la cupé, le hizo el motor a nuevo y lo acompañó en la carrera de La Tablada, en Córdoba. Ganó Pablo Gulle; mientras que Devoto y Navone abandonaron porque voló el embrague.
Por esa época, Navone se hizo una cupé. El trabajo era mucho y para poder estar en las carreras, se quedaba por las noches a experimentar el motor de su Ford. “A veces me embalaba tanto que me olvidaba de dormir”.
Además de Julio Devoto, preparó los V8 de Norberto Palagani, Jorge Farabollini, Ernesto Baronio, Carlos Najuríeta y el chileno Nemesio Ravera, que era acompañado por el propio Navone.
También hizo muchos trabajos especiales. Por ejemplo a Oscar Gálvez le bajó la cupé Ford y a Rodolfo Alzaga le armó el motor en un par de carreras. “En un Gran Premio llegué a tener cinco autos en el taller, más el mío… Estaba tan enloquecido que largué el GP y me dormía sentado en la butaca. Atendí a todos los autos en las cabeceras de etapas y terminé tercero”.
Navone comenzó a correr en setiembre de 1954. Su primera carrera la ganó en abril de 1955. “¡Cómo me voy a olvidar de ese triunfo! Fue en la Mar y Sierras que se corría en circuito mixto. Hice 168 km/h de promedio y el tiempo establecido se mantuvo intacto hasta 1959. El auto, ese día, era una barbaridad”. Cuatro victorias completaron su palmarés en el TC: Dos Vueltas de Necochea a 189 km/h y 192 km/h, respectivamente en el ‘61 y ‘62. La Mar y Sierras de 1955 y la Vuelta de Ensenada del ‘62 donde hizo el récord de vuelta y ganó de punta a punta.
LAS COLITAS, SU SELLO
Además, fue un precursor en una categoría bastante arisca a las modificaciones de base. No tenía conocimientos especiales ni técnicos sobre aerodinámica, pero sabía que con las colitas el auto se iba a “tener mejor”. En aquella época los autos eran muy altos y costaba mucho llevarlos derecho. A veces no alcanzaba el pavimento para embocar la trompa a 200 km/h.
Un día Navone se puso a pensar y llegó a la conclusión que si embutía en el piso el tanque de nafta (unos 330 litros), el de agua, el de aceite y el sitio para llevar las gomas de auxilio, bajaba el centro de gravedad y de esa manera el auto se tendría y doblaría mejor. “Eso me permitió también bajar la altura de la cupé. Primero le puse unas colitas muy chicas que no mejoraban mucho el andar del auto. Después, poco a poco las fui haciendo más grandes”.
Muchos de los pilotos de la época le decían que eso no servía de nada, aunque él siempre le contestaba que realmente eran efectivas. “El coche iba mejor apoyado en el tren trasero y se ganaba tenida en las rectas. Más tarde empecé a trabajar en la trompa para hacerla más perfilada y traté que el coche tuviese forma de cuña. Siempre pensaba que lo ideal era eso, como quien clava una cuña en la tierra; teniendo esa forma, es más fácil clavarla. De ahí que la trompa era bajita y se iba agrandando hacia atrás hasta formar una línea con los alerones de la cola”.
Pero esa no fue su única innovación. También les colocó a su auto un freno aerodinámico que le puso en el techo. “Tenía perfil de ala de avión -para que no me frenara mucho en las rectas- y se comandaba desde el habitáculo. La manija estaba ubicada del lado de mi acompañante y movía el alerón por medio de un piñón y cuatro roldanas que hacían que el desplazamiento fuese suave”. Sin embargo, este avance técnico jamás fue utilizado en carrera por un tema reglamentario. “La cosa es que nunca lo utilicé en carrera, pero le aseguro que servía y mucho”.
Los motores Ford también supieron de sus ideas intuitivas. Fue el primero en usar árbol de levas cromado con botadores de patín, o sea cóncavos, para que la leva no los atacara en forma tan dura. Algunos usaban el cromo, pero con el acero a la larga se agarraban, entonces los utilizaban, pero para carreras de autódromo de 15 o veinte vueltas. Si no, no aguantaban. “Los experimenté antes de ganar Mar y Sierras. Armé el motor, hice unos 4.500 kilómetros antes de llegar a Mar del Plata y al mediodía en vez de ir a comer me puse a desarmar el motor. Estaba todo al pelo, como si estuviese recién puesto. Armé otra vez y el domingo gané”.
Un viernes a la tarde descubrió que tenía una fisura y había que rellenar el block. En el taller no estaban los elementos y ya era tarde para hacer una soldadura en frío. “Ya estaba por resignarme a no correr el domingo las 500 Millas Mercedinas. Me fui arriba a tomar un té. Cuando abrí el cajón para sacar la cucharita ví el juego de cubiertos de alpaca que tenía en casa… Sin decirle nada a mi mujer agarré un montón de cuchillos, tenedores, cucharas y me fui abajo. Con eso soldé las bocas de admisión”. Juan Carlos Navone, mecánico de ley.
Estimado sr Durruty, mis respetos.
¿Que sabe o conoce ud de un señor llamado Otto Ginsberg, mecánico y acompañante de Julio Devoto?