Juan María Traverso es una de las grandes leyendas del automovilismo argentino. A lo largo de tres décadas de campaña deportiva disputó más de 700 carreras y logró 155 triunfos. Sin embargo, todos tienen muy presente la proeza que logró el 3 de abril de 1988 en el circuito rionegrino de General Roca.
En aquella competencia Traverso había clasificado tercero, pero en la largada perdió dos posiciones. Con el correr de los giros se recuperó y se colocó detrás de Silvio Oltra, el líder.
La lucha entre ambos por el primer lugar fue intensa y se extendió durante 36 vueltas hasta que Traverso superó a Oltra aprovechando que lo tapó un rezagado. Apenas el Flaco se puso al frente del pelotón se cortó la manguera de aceite y su Renault Fuego se cubrió de humo cuando aún restaban cuatro giros para el final.
Lo normal hubiese sido que el piloto de la localidad bonaerense de Ramallo abandonara, pero no. Siguió pese a la humareda y a las llamas que salieron de debajo de su auto y cruzó la meta victorioso.
Juan María Traverso (1950-2024): El adiós a una leyenda del automovilismo argentino
“Tuve que abrir la ventanilla para poder respirar. Los tiempos de vuelta se fueron para arriba porque el aceite mojaba una rueda trasera y el auto se puso inmanejable; si la carrera tenía una vuelta más creo que no llegaba porque ya había comenzado a bajar la presión de aceite y a mermar el rendimiento del motor”, contó Traverso cuando llegó a los boxes
Aún hoy el Flaco recuerda esa hazaña. Según él mismo, está entre sus cinco mejores victorias. “Gané carreras de esas que uno piensan que no se pueden ganar. Ese día yo me decía, ‘esto se incendia todo’, pero llegué al final y gané. Oltra, que venía detrás de mí, pensaba que yo iba a parar y por eso no me pasó. ¿Para qué se iba a tirar a pasarme si era obvio que iba a parar? Pero se dio todo y pude terminar”, recordó hace poco.
Tras recibir la bandera de cuadros, Traverso detuvo su auto a un costado y se bajó. El público, inmediatamente, invadió la pista y lo fue a buscar para aplaudirlo y agradecerle por tanto coraje. Un grupo de personas lo puso sobre sus hombres y lo llevó en andas hasta el podio, lo mínimo para alguien que ese día, más que nunca, demostró su fuego sagrado.