
Domingo, sol tibio de otoño, autódromo de Buenos Aires. En los boxes hay olor a caucho, café y pasado glorioso. En medio del rugir de los nuevos SUV del TC2000, una silueta conocida emerge entre la gente como un recuerdo intacto. Es una Renault Fuego negra con vivos dorados, la misma que Tito Bessone manejó en 1985 para darle al modelo su primera victoria en la categoría. Pero no es una réplica. Es la misma. La original. La auténtica. Y su rugido vuelve a despertar emociones dormidas.
Quienes la devolvieron a la vida son Diego y Marcelo Medina, dos hermanos de pasión inquebrantable, declarados oficialmente por el TC2000 como los primeros Guardianes de la Historia. Su trabajo va más allá de una restauración: es arqueología automovilística, es amor con soplete y soldadora, es memoria soldada en acero.
HISTORIA CON ADN DE NAFTA
En tiempos donde el TC2000 se transforma -con la llegada de SUV como el Corolla Cross, ZR-V y Nivus, nuevos motores de 500 CV, efecto suelo y un aire más alineado con el mercado automotor actual-, la historia no se esconde bajo la alfombra, se celebra. Y se exhibe con orgullo, como en el emotivo homenaje vivido en el Gálvez.
Los hermanos Medina no solo devolvieron a las pistas a la Fuego de Bessone. Ya lo habían hecho antes con otro ícono: el Fiat Regatta “Vencedor” que condujo Cocho López en 1990. Y su próximo desafío es restaurar el Dodge 1500 con el que Rubén Luis Di Palma corrió en 1983, un modelo que todavía hoy arranca suspiros entre los más veteranos del paddock.
Lo de los Medina no es nostalgia barata. Es trabajo minucioso, obsesivo, casi quirúrgico. Rastrean piezas originales por todo el país, reconstruyen con técnicas de época y consultan archivos, planos y fotos para que cada detalle esté exactamente como estuvo en su momento de gloria. No hacen réplicas: devuelven al mundo autos reales con alma y biografía.
EL ABRAZO DEL PASADO
Durante la última fecha en Buenos Aires, en un circuito que vio nacer a tantos campeones, el homenaje fue total. Con público de pie, y Tito Bessone emocionado hasta la médula, la Renault Fuego volvió a rodar. Él mismo se subió al auto que le dio su primer triunfo en el TC2000, cuarenta años después, en una postal que congeló el tiempo y desató una ovación que no necesitó comentaristas.
Al costado del box, niños que no habían nacido cuando la Fuego era ícono se acercaban con celulares en mano, mientras adultos de pelo blanco y mirada brillante volvían a ser chicos por un rato. La historia no solo se conserva: emociona, conecta, une generaciones.
UNA CATEGORÍA QUE RESPIRA LEGADO
La apuesta del TC2000 con sus nuevos SUV no es una traición a su historia. Al contrario: es una evolución que suma ADN de calle sin borrar el ADN de pista. Pero el reconocimiento a los hermanos Medina demuestra que la categoría sabe que su valor más grande está también en su legado.
En tiempos donde el automovilismo compite con miles de pantallas, hay algo profundamente poderoso en ver un auto de los ‘80 volver a rugir. Porque más allá de la ficha técnica, hay historias que solo un motor viejo puede contar.
Y es ahí donde la labor de los Medina se vuelve vital. Ellos no solo restauran autos: restauran emociones. Son curadores de un museo rodante, de una épica nacional que merece ser contada una y otra vez, con olor a aceite y lágrimas en los ojos.
LA EMOCIÓN NO SE ARCHIVA
El TC2000 está escribiendo una nueva etapa con brío, innovación y coraje. Pero entiende que no hay futuro sin pasado. Y por eso celebra a quienes trabajan para que sus raíces no se pierdan. Los Guardianes de la Historia llegaron para quedarse, y con ellos, los autos que nos enseñaron a amar esta locura con ruedas.
Entre tanto futuro que acelera sin mirar atrás, ver a esta Fuego cobrar vida otra vez es como escuchar el latido de una época que se resiste a apagarse. Y mientras haya quienes la enciendan, esa chispa seguirá ardiendo.