Cada vez que Daniel Ricciardo gana en la Fórmula 1 o sube al podio expresa su alegría con una vieja tradición australiana: poner champagne en su botita y beberlo de un sorbo. Así lo hizo, por ejemplo, tras adueñarse del último Gran Premio de Italia y lograr su primera victoria con McLaren. Esa singular celebración se conoce como Shoey y tiene un origen centenario, aunque no precisamente en Australia.
Uno de los primeros registros de esta costumbre se remonta a 1902. Una noche, en un burdel de clase alta de Chicago (Estados Unidos) llamado Everleigh Club, a una bailarina se le salió uno de sus zapatos. Un miembro del séquito del príncipe Enrique de Prusia lo tomó, lo llenó de champagne y se lo bebió.
Desde ese momento, el ejército prusiano adoptó ese ritual para celebrar sus victorias llenando las botas del general con alguna bebida alcohólica. Mientras que en la Primera Guerra Mundial los soldados alemanes se pasaban una bota con cerveza para llamar a la buena fortuna antes de una batalla.
Por alguna razón, el Shoey llegó a Australia, donde rápidamente se hizo popular. La costumbre trascendió las fronteras del país en 2016 cuando el motociclista aussie Jack Miller festejó de esa manera su primer triunfo en el MotoGP. Ese mismo año, Ricciardo también comenzó a celebrar sus éxitos de esa manera.
El rito incluye compartir el “particular” recipiente con alguien más y eso es algo que Ricciardo ha realizado en varias ocasiones. Entre los que aceptaron su invitación se encuentran el actor Patrick Stewart en el GP de Canadá de 2017 y hasta el mismísimo Max Verstappen. En Monza lo hizo con su coequipier, el inglés Lando Norris; y a su jefe, Zak Brown.
La trascendencia mundial que logró el Shoey a partir de lo realizado por Miller y Ricciardo hizo que la celebración tomara un nuevo impulso en Australia al punto que los fanáticos del rugby australiano comenzaron al festejar de esa manera las victorias de sus clubes favoritos.