Maserati ha conseguido reconocimiento internacional por el diseño, el estilo y las prestaciones de sus coches únicos. Con una histórica tradición de éxitos en las carreras y circuitos de alrededor del mundo, sus victorias han convertido a la marca en abanderada de la excelencia italiana. De hecho, la competición forma parte de su ADN. Es que fue en el mundo de las carreras donde comenzó a crecer su mito.
Las dos victorias consecutivas conseguidas el 30 de mayo de 1939 y el 30 de mayo de 1940 en las 500 Millas de Indianápolis, una de las carreras más importantes del mundo, con Warren Wilbur Shaw al volante, ayudaron a aumentar la notoriedad de la marca en los Estados Unidos y a nivel internacional.
MASERATI 8CTF: MÁQUINA DE GANAR
El Maserati 8CTF fue otro diseño inspirado por Ernesto Maserati, originalmente ideado en 1938 con el apoyo de la familia Orsi, los empresarios de Módena que se habían hecho cargo del negocio en 1937.
Caracterizado por su motor de 8 cilindros, donde los cilindros iban en un monobloque fundido con la culata (de ahí el nombre 8CTF, correspondiente a 8 cilindros “testa fissa” es decir culata fija), el nuevo vehículo fue la respuesta de Maserati para reafirmar su competitividad frente a los otros fabricantes europeos.
El coche que ganó las 500 Millas de Indianápolis en 1939 y 1940 era propiedad de la escudería Chicago Boyle Racing Headquarters, que pertenecía a Michael Joseph “Mike” Boyle. De ahí el motivo por el cual se inscribió en la carrera bajo el nombre de Boyle Special.
Después de las dos primeras victorias, en 1941 Shaw parecía destinado a un histórico hat-trick, pero un pinchazo le impidió ganar la carrera estadounidense por tercera vez consecutiva.
En 1946, después de un paréntesis durante la Segunda Guerra Mundial, el mismo 8CTF que Shaw había conducido terminó la carrera de Indianápolis en tercer lugar, esta vez con Ted Horne al volante, y seguido por otro 8CTF, pilotado por Emil Andres. Horne repitió su tercer lugar en 1947 y terminó cuarto en 1948.
Estos impresionantes resultados confirmaban la increíble longevidad deportiva del diseño inicial desarrollado por Ernesto Maserati en 1938, que permaneció competitivo durante una década.
Las impresionantes actuaciones de Maserati en el óvalo de Indianápolis sentaron las bases para el nacimiento de un mito italiano en los Estados Unidos. Su prestigio era tan grande que en 2014 la HVA (Historical Vehicle Association) de los Estados Unidos registró al 8CTF como el primer automóvil de producción no estadounidense en obtener un lugar permanente en los anales de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.
Además, uno de los tres coches fabricados, el que llevó Shaw a la victoria en las 500 millas de Indianápolis en 1939 y 1940, se ha reconfigurado con la pintura original y se exhibe en el Museo de Indianápolis Speedway.
Sin embargo, los éxitos en las carreras del 8CTF no se limitaron a las victorias en los tradicionales circuitos ovales estadounidenses, ya que este modelo de Maserati también triunfó en otra importante carrera como la subida a Pikes Peak, en Colorado, donde Louis Unser fue el ganador en 1946 y 1947.
La carrera de Pikes Peak se realizaba sobre una rampa ascendente de unos 20 kilómetros, principalmente en carreteras sin pavimentar y con 156 curvas que representaban una prueba desafiante tanto para el conductor como para el coche. La línea de salida se situaba a 1.440 metros sobre el nivel del mar, mientras que la meta estaba a una altitud de 4.300 metros.
El Maserati 8CTF consiguió así resultados realmente excepcionales en disciplinas totalmente diferentes. Algo que demostró que estaba diseñado para ganar sin importar en dónde.