
En los pasillos del automovilismo argentino ya se sabía, se murmuraba, se sentía. Pero ahora alguien con voz propia, campeón, ex piloto de elite, lo dice en voz alta y frente a cámara: hay una categoría nacional que le bajó línea a sus pilotos y a los medios que la cubren para minimizar lo que está logrando Franco Colapinto en la Fórmula 1. Lo reveló Juan Cruz Álvarez en una entrevista con Automundo, donde además analizó el rendimiento del piloto argentino en sus tres primeras carreras con Alpine en la máxima categoría. Pero lo más fuerte no fue el análisis deportivo, sino la incomodidad que genera Franco en algunos sectores del automovilismo local. Una incomodidad que, según Álvarez, se traduce en presiones internas, silencios forzados y un viejo miedo: el temor a que un piloto argentino vuelva a eclipsar todo, como pasó en los tiempos del Lole Reutemann.
EL FANTASMA DEL LOLE Y LA LUZ QUE ENCEGUECE
En los ’70, cuando Carlos Alberto Reutemann era tapa de todos los diarios por sus hazañas en la máxima categoría, el resto del automovilismo argentino simplemente desaparecía del mapa mediático. Ninguna otra categoría podía competir con esa magnitud. El Lole se volvía héroe nacional los domingos y, por contraste, lo local quedaba en sombras.

Los dirigentes de esa categoría -y la aclaración es necesaria porque no todos piensan igual-, en lugar de ver la llegada de Franco como una oportunidad, temen que la historia de Reutemann se repita. Y en vez de subirse a la ola para amplificar sus productos, se encogen. Actúan como si la visibilidad de un argentino en la elite del automovilismo mundial fuera una amenaza, y no un trampolín.
Afortunadamente, otros campeonatos ya entendieron que Colapinto no les quita atención: se la multiplica. Son dirigentes que no temen compartir el protagonismo, sino que lo celebran, porque entienden que cuando un piloto nacional brilla en la Fórmula 1, todo el ecosistema del automovilismo argentino se potencia.
SILENCIOS QUE PESAN, LÍNEAS EDITORIALES QUE BAJAN
“No me gusta lo que se está generando con el periodismo especializado de nuestro país… Marcan demasiado las malas y no tanto las buenas”, disparó Álvarez con una honestidad que incomoda. Y no se quedó ahí: “Me llegó el comentario que hay una bajada de línea de una categoría para minimizarlo o marcar más los errores”.
No dio nombres, pero las paredes de los autódromos escuchan. Según contó, esa categoría “aprieta a los pilotos y a los medios que la cubren” en pos de lograr su objetivo. El mensaje es claro: si querés seguir en el juego, no te emociones demasiado con Franco. No lo alces. No lo conviertas en lo que ya es: el embajador máximo del automovilismo argentino en el mundo.
¿Qué lógica hay detrás de esa maniobra mezquina? El temor de quedar relegados en la consideración pública. El cortoplacismo de pensar que si no se habla de ellos, desaparecen. Pero lo que están haciendo es exactamente lo contrario: alejarse de la sintonía de la gente, del pulso real de la pasión.
LA MEZQUINDAD COMO MODELO DE GESTIÓN

El caso Colapinto desnuda un problema estructural del automovilismo argentino: la miopía dirigencial. En vez de abrazar el fenómeno como propio y capitalizar su impulso, algunos prefieren negarlo, ocultarlo, fingir que no existe.
Y eso, más allá del pecado moral que implica sabotear a un compatriota en lo más alto, es un error estratégico garrafal. Porque Franco no le quita público a nadie: lo multiplica. Lleva a la Fórmula 1 a hogares donde antes solo había fútbol. Despierta la curiosidad de los chicos. Hace que miles googleen qué es Alpine, qué es un undercut, cómo funciona un DRS.
En países como Brasil o México, los ídolos que llegan a la F.1 son celebrados por todas las categorías nacionales, que entienden que la atención global es un bien escaso y valioso. Aquí, todavía estamos atrapados en la lógica del ombligo propio.
¿HASTA CUÁNDO VAMOS A TEMERLE AL ÉXITO?

Que un piloto argentino corra en F.1 es un milagro deportivo. Y sin embargo, hay quienes prefieren ignorarlo, minimizarlo, hasta difamarlo. Si Alpine da un salto con los motores Mercedes en 2026, como se especula, y Franco es protagonista, ¿cuál será la reacción? ¿Lo ocultarán también? ¿Haremos como si no existiera?
Juan Cruz lo explicó con claridad en su charla con Automundo: “Imaginate lo que pasaría si Franco hace podio”, remató una vez que la cámara estaba apagada. Aunque durante la charla en “on” remató con un dato que debería hacer reflexionar a más de uno: “Es el único piloto de toda la F.1 que tiene un contrato por cinco años”.
Y justamente a partir de ese contrato a largo plazo, algunos dirigentes del automovilismo argentino deberían dejar de ver en Colapinto una amenaza y empezar a comprender la potencialidad que tiene para traccionar visibilidad, interés y nuevas audiencias. Atentar contra su permanencia es, en el fondo, dispararse al pie.

EL AUTOMOVILISMO ARGENTINO NECESITA UNA AUTOCRÍTICA
No se trata de defender a Franco Colapinto como si fuera intocable. Se trata de entender que su presencia en la Fórmula 1 es un activo que nos beneficia a todos: categorías, pilotos, medios, sponsors y fanáticos.
Los dirigentes que hoy lo ven como una amenaza están demostrando su propia debilidad. Están más preocupados por cuidar su cuota de pantalla que por ampliar la audiencia. Más atentos a la interna que a la historia que estamos escribiendo. Y eso, en el fondo, es una confesión de derrota.
FRANCO COMO ESPEJO DE LO QUE PODRÍAMOS SER
El automovilismo argentino ha sido siempre tierra de talento. Pero pocas veces ha sabido administrar bien sus momentos de gloria. Franco Colapinto es un caso testigo. Un chico que, con sacrificio y carácter, llegó a donde muy pocos.
Un pibe que puede abrirle puertas al resto… y que de hecho ya lo está haciendo: este año, un puñado de jóvenes pilotos argentinos eligieron competir en Europa en categorías promocionales, con la mira puesta en seguir sus pasos, en lugar de soñar con ponerse detrás del volante de un auto de Turismo Carretera como solía ser la aspiración lógica antes de su desembarco en la F.1. Franco puede generar un nuevo auge.
Puede, incluso, cambiar la narrativa de un deporte que necesita renovarse. Pero para que eso ocurra, hay que dejar de temerle a la luz. Y entender que cuando un argentino brilla en la cima, no nos opaca: nos ilumina.