El 29 de abril de 1994 marcó el inicio de uno de los fines de semana más oscuros en la historia de la Fórmula 1. En el circuito de Imola, Italia, se desencadenaron una serie de eventos que conmocionaron al mundo.
Durante la primera práctica libre del Gran Premio de San Marino, el brasileño Rubens Barrichello sufrió un grave accidente. Con su Jordan-Hart, se salió de pista a 225 km/h en la Variante Bassa, impactando violentamente contra las barreras.
UNA EXPERIENCIA CERCANA A LA MUERTE
“Morí durante seis minutos… Me apagué totalmente en el acto. Fue un impacto de 90G, 90 veces 72kg… En el golpe me tragué la lengua. Me quedé un mes, más o menos, con memoria corta”, le contó Rubinho a Motorsport hace un tiempo atrás.
Afortunadamente, la rápida respuesta del equipo médico en el circuito salvó la vida de Barrichello. De hecho, el legendario doctor Sid Watkins fue el que logró desbloquear las vías respiratorias que se habían tapado con su propia lengua. Entre los que se preocuparon mucho sobre su salud estuvo su amigo, mentor y compatriota Ayrton Senna. El accidente de Barrichello fue solo el preludio de un fin de semana que terminó en tragedia.
UN FIN DE SEMANA QUE TERMINÓ EN TRAGEDIA
Al día siguiente, el austríaco Roland Ratzenberger murió en otro accidente. El alerón delantero de su auto falló al llegar a la curva de Villeneuve, la parte más rápida del circuito a casi 320 km/h, después de un golpe en un pianito en la vuelta anterior.
El ala se atascó debajo de sus ruedas delanteras, inutilizando los frenos cuando chocó contra una pared de concreto. El impacto fue de 500 G, el más alto jamás registrado en la F.1. Ratzenberger sufrió una fractura de la base del cráneo y murió instantáneamente por el impacto.
Mientras que el domingo en un despiste que terminó contra el muro de la curva Tamburello falleció el mismísimo Ayrton Senna, quien pese a estar consternado por lo ocurrido el sábado decidió correr con el plan de desplegar la bandera austriaca si ganaba en honor al piloto de Simtek. Esa bandera fue encontrada entre los restos del Williams FW16, casi 24 horas después de la muerte de Ratzenberger.
Treinta años después el recuerdo del fin de semana en Imola sigue vivo en la memoria de todos los aficionados a la Fórmula 1. Y motivos hay de sobra…
