Hace cien años se registró la primera participación argentina en las 500 Millas del Indianápolis, competencia que con el paso del tiempo se transformaría en una de las más relevantes del deporte motor. Aquella aventura de 1923 la encabezó Martín de Álzaga Unzué, quien fue el encargado de darle forma a un equipo que lo tenía al propio Macoco como piloto junto a su compatriota Raúl Riganti y al francés Pierre De Vizcaya.
Con la esperanza de un buen resultado, Álzaga Unzué le encargó a Bugatti tres autos Bugatti Type 30 Indianápolis construidos sobre un chasis Strasbourg monoposto y una carrocería de Bechereau. La elección del modelo tenía que ver con su desempeño en el Gran Premio de Italia de 1922 donde uno de estos vehículos conducido por De Vizcaya llegó segundo detrás del Fiat de Pietro Bordino.
BUGATTI, LA MEJOR ELECCIÓN…
“Yo estaba en Europa y quería formar un equipo para ir a correr en Indianápolis. Fiat dominaba las carreras, pero no podían darme ningún auto para esta prueba. Me puse entonces en contacto con Ettore Bugatti y le compré los coches ya que en el Grand Prix de Italia uno de sus autos había entrado segundo a dos metros de distancia de Bordino”, recordó Macoco en 1972 durante una entrevista a la revista CORSA.
La 11° edición de las Indy 500 estrenó un nuevo reglamento de motores hasta 2 litros y tuvo en la línea de partida 46 autos, entre los que se destacaban Packard, Durant, Dusenberg y Miller, por de Estados Unidos; y Mercedes-Benz y Bugatti como representantes europeos, entre otros.
Para sorpresa del argentino la prestigiosa casa francesa no cumplió del todo con su palabra. En lugar de tres autos mandó cinco. El trío asignado al proyecto de Álzaga Unzué eran chasis Type 30 usados y modificados; mientras que los otros dos eran nuevos, pero tenían como destinatarios al conde Stanislau Zborowski y al príncipe de Cystria. Ambos corrían como particulares, pero con la asistencia que el argentino había contratado. De más está decir que Álzaga Unzué puso el grito en el cielo…
LOS AUTOS DEL EQUIPO ARGENTINO DABAN LÁSTIMA
“Estábamos en el circuito con Riganti esperando que llegaran nuestros coches, mientras admirábamos la maravilla que eran los autos norteamericanos. Eran perfectos en todo sentido, impecables, con motores que eran genialidades. Cuando llegaron los cajones con nuestros Bugatti y los abrieron ahí en la pista, nos miramos con Riganti y tuvimos ganas de “rajarnos” de la vergüenza que nos dio. Los coches estaban terminados a martillo, todos mal pintados, con una pinta que daba lástima. Ettore Bugatti era un falluto, una mala persona”…
La apariencia de los Bugatti estaba a la atura de sus prestaciones. De hecho, en los entrenamientos rompieron seis motores. “Íbamos en plena recta y de repente…Boommm…explotaba todo. Tuve suerte, ya que cuando se me rompieron a mí, las bielas y los pedazos salieron por abajo… Si salen para el costado o para arriba, me cortan las piernas. Riganti se asustó mucho y le hizo poner a su auto una especie de prolongaciones en la pedalera. Manejaba como si estuviera en cuclillas, pero en caso de reventar el motor, tenía más posibilidades de salvar sus piernas…”
El resultado de la carrera fue un fracaso para el equipo argentino, ya que todos abandonaron por problemas mecánicos. Macoco desertó en la sexta vuelta por la rotura de una biela, 14 giros más tarde Riganti entró a boxes por una pérdida en el tanque de combustible y no volvió a salir. En la vuelta 41 el conde Zborowski se despidió de la carrera por un motor herido y en la ronda 165 fue el turno de De Vizcaya también por inconvenientes en el impulsor.
El único sobreviviente de la casa Bugatti fue el príncipe de Cystria, que terminó en un pobre noveno lugar. La victoria fue para Tommy Milton, quien condujo un H.C.S. Special a un promedio de 146,419 km/h.
Más allá de que el proyecto de Martín de Álzaga Unzué terminó en un fracaso ha quedado en la historia como la primera excursión argentina a las 500 Millas de Indianápolis. A pesar del resultado adverso, su participación es un recordatorio de la valentía y el espíritu de aventura de los pilotos de aquel tiempo.