Rápido, intrépido, de firmes convicciones. Así era Eusebio Marcilla, un piloto que brilló en el Turismo Carretera a fines de la década de 1940 y que a base de triunfos y gestos heroicos se ganó un lugar en la historia del automovilismo argentino. Sin embargo, por esas cosas de la política, durante buena parte de su campaña deportiva su nombre jamás fue pronunciado, ni en la radio, ni en los diarios de la época.
Marcilla, oriundo de Junín, no solo conducía autos, los entendía. Mostró destreza detrás del volante y también bajo el capó. Como piloto y mecánico desafió los límites de la velocidad y la técnica en una época en la que correr era toda una aventura.
Si bien quería ganarles a todos sus rivales, Marcilla jamás duddó en ayudarlos cuando lo requería la situación. Auxilió a los hermanos Oscar y Juan Gálvez -cuando aún corrían juntos- en el Gran Premio del Norte de 1940, aunque muchos aún lo recuerdan por el gesto que tuvo ocho años después…
LA NOCHE QUE CAMBIÓ TODO
El 29 de octubre de 1948, en medio de una noche polvorienta en Huanchaco, Perú, Marcilla dio una vez más muestras de su heroísmo mientras luchaba por la victoria en el Gran Premio América del Sur, carrera que pasó a la posteridad como la Buenos Aires-Caracas.
En medio de la noche, Juan Manuel Fangio tuvo un descuido, perdió el control de su Chevrolet y cayó a un barranco. Marcilla, que venía detrás, emergió de la nada, detuvo su auto y fue en busca del balcarceño y Daniel Urrutia, su acompañante.
Aquella madrugada deja un eco agridulce. Marcilla llevó a Fangio y a Urrutia al hospital en Trujillo. Uno se salvó y logró cinco títulos en la Fórmula 1, el otro murió y se convirtió en el mártir de la gran epopeya del joven Turismo Carretera…
El trayecto hasta Caracas se convirtió en una proeza sobrehumana para Marcilla. El juninense recuperó el tiempo perdido y terminó segundo detrás de Domingo Marimón. Donó su premio en efectivo a Fangio, priorizando su amistad sobre el triunfo. A partir de ahí, Marcilla se convirtió en el Caballero del Camino.
“PASA EL CHEVROLET NEGRO…”
Aunque logró tres subcampeonatos (1947, 1948 y 1952) y nueve triunfos en el TC, a Marcilla no le fue sencillo conseguir el apoyo económico para estar en igualdad de condiciones que el resto de los competidores. ¿El motivo? Estar afiliado a la Unión Cívica Radical y hacer oídos sordos a los pedidos del gobierno peronista para que inscribiese en su cupé negra leyendas de propaganda en favor de Juan Domingo Perón.
La postura de Marcilla enfureció tanto a Raúl Apold, su secretario de prensa del gobierno, que ordenó que fuese ignorado por los medios de comunicación, algo que tuvo consecuencias al momento de buscar patrocinadores. Solo la empresa Suixtil, que fabricaba indumentaria y apoyaba a todos los deportistas peronistas, fue la única que le mantuvo su respaldo.
Siguiendo las órdenes de Apold, Luís Elías Sojit hacía referencia a Macilla en sus relatos radiales como “el hombre de Junín”, “el piloto del auto número…”, o “pasa el Chevrolet negro…”.
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Marcilla siempre le restó importancia al asunto. “No te preocupes, hermano, si no la van a publicar”, les decía a los fotógrafos de los diarios cuando le sacaban fotos antes de iniciar una carrera, como era costumbre.
Irónicamente, Marcilla tenía un fanático incondicional, que era un vecino de Junín y que estaba en la cúspide del movimiento peronista: Juan Duarte, el hermano de Eva, quien lo solía llamarlo por teléfono para felicitarlo por sus éxitos.
EL ADIÓS AL CABALLERO DEL CAMINO
El 14 de marzo de 1953, mientras disputaba la Vuelta de Santa Fe, Marcilla perdió la vida en un accidente en la localidad de Recreo. En una curva pronunciada sobre la Ruta Nacional 11, entró pasado y su Chevrolet se detuvo violentamente contra un poste de hormigón de alumbrado público.
Justo en esa carrera el juninense había decidido modificar la disposición de la cabina, pasando el volante al lado izquierdo… Eso le salvó la vida a su acompañante, El Turco Salem. Marcilla murió camino al hospital y sin lograr la atención mediática que merecía. Tenía solo 39 años.