En ciertas familias la velocidad es una herencia que se pasa de generación en generación. Hay ejemplos en todas partes del mundo y en diversas especialidades, claro que esa herencia toma mayor dimensión en la Fórmula 1 por todo lo que significa la categoría. Aunque correr en la Máxima no sea sencillo, desde su nacimiento en 1950 hasta la actualidad hubo varios casos de padres e hijos que merecen ser destacados.
El australiano Jack Brabham, campeón en 1959, 1960 y 1966 y creador de uno de los equipos más exitosos de la división, tuvo a dos de sus herederos compitiendo en la F.1, aunque ninguno de ellos logró sobresalir como lo hizo él. David largó 20 Grandes Premios entre 1990 y 1994 y solo pudo terminar en siete, aunque sí logró brillar en carreras de larga duración (ganó las 24 Horas de Le Mans en 2009). Mientras que Gary tuvo peor suerte ya que no se clasificó en las dos fechas en las que se presentó en 1990.
No puede decirse lo mismo de los ingleses Hill, que en diferentes momentos lograron trascender. Papá Graham dejó su huella con los campeonatos de 1962 y 1968 y 14 victorias. Pero además ha sido el único piloto en la historia en lograr la Triple Corona, es decir ganar el Gran Premio de Mónaco de F-1 (1963, 1964, 1965, 1968 y 1969), las 500 Millas de Indianápolis (1966) y las 24 Horas de Le Mans (1972). Mientras que su hijo Damon, logró el título de 1996 y cosechó 22 victorias. Durante su campaña en la F.1 logró tanto prestigio que tras retirarse fue nombrado presidente del Club Británico de Pilotos, titularidad que ejerció entre 2006 y 2011.
Otro clan que logró trascender fue el de los Villeneuve de Canadá. Gilles, que comenzó con la tradición, está calificado como uno de los corredores más espectaculares de su época. Fue subcampeón en 1979 y logró seis éxitos. Se convirtió en un mito luego de perder la vida en el GP de Bélgica de 1982. Jacques, que tenía 11 años cuando falleció su padre, fue un digno sucesor: fue campeón en 1997 y logró 11 triunfos. Además, ganó las 500 Millas de Indianápolis en 1995, antes de su debut en la F-1.
El brasileño Nelson Piquet se quedó con el cetro de la categoría en 1981, 1983 y1987; pero su hijo Nelsinho pasó sin pena ni gloria. Debutó en 2008 y se fue antes de finalizar el torneo 2009 en medio de un escándalo conocido como “crashgate” que fue cuando Flavio Briatore (entonces director del equipo Renault), lo mandó a hacer un trompo en medio del GP de Singapur de 2008 para beneficiar en la estrategia a su compañero español Fernando Alonso.
Y lo mismo ocurrió con los estadounidenses Andretti. Mario se coronó en 1978 con el famoso Lotus con efecto suelo; mientras que Michael tuvo un paso fugaz en 1993 con McLaren y el brasileño Ayrton Senna como compañero.
También está el caso de los brasileños Fittipaldi. Wilson corrió 35 Grandes Premios entre 1972 y 1975, con un quinto lugar como mejor resultado; y Christian, 43 entre 1992 y 1994, con dos cuartos puestos entre sus logros. Ninguno llegó a igualar a Emerson Fittipaldi, hermano de Wilson y tío de Christian, que se impuso en los campeonatos de 1972 y 1974 y aún hoy en homenajeado como una de las grandes leyendas de la categoría.
Además están los daneses Magnussen: Jan, que corrió entre 1995 y 1998; y Kevin, titular en McLaren en 2014 y actualmente en Haas; y los holandeses Verstappen con Jos, que compitió en la década de 1990 con cierto protagonismo; y Max, que ya demostró su talento en Toro Rosso, primero; y en Red Bull, en la actualidad.
Mientras que los pasos del finlandés Keke Rosberg, coronado en 1980, los siguió Nico (nacido en Alemania), quien fue subcampeón en 2014 y 2015 y logró el título en 2016, tras lo cual se retiró.
Párrafo aparte para los Scheckter de Sudáfrica. Mientras que Jody fue campeón en 1979 con Ferrari su hijo Tomas llegó a ser tester de Jaguar en 2001, pero se quedó con las ganas de correr tras ser despedido por solicitar los servicios de dos prostitutas…