Cuando habla de su infancia a Manu Ginóbili le brillan un poco los ojos y no es para menos. Recuerda -y muy bien- aquellos viajes junto a su padre y a sus amigos en una Renault 12 Break, el vehículo que fue su transporte durante sus primeros años como basquetbolista amateur; y el Torino de su tío por el que sentía tanta fascinación porque podía ir a 200 km/h. Esos recuerdos fueron claves para responder afirmativamente cuando Renault le propuso, ya retirado, ser embajador de la marca.
Así lo confesó el ex jugador de San Antonio Spurs de la NBA, e integrante de la Generación Dorada que le dio tantas alegrías a los argentinos, durante un evento que la filial argentina del gigante francés realizó en Córdoba, donde está la legendaria Fábrica de Santa Isabel.
Distendido y dispuesto a hablar de todo, Ginóbili rememoró cómo surgió su relación con el Rombo. “En 1980 mi papá se compró una Renault 12 Break roja, que era ideal para una familia que venía creciendo y que también se convirtió en la movilidad de todo mi equipo de básquet. ¡A veces éramos diez en el auto! El momento en que me apasioné definitivamente con el básquet fue yendo de cancha en cancha en ese Renault 12. Me tiraba atrás con un montón de compañeros viviendo diferentes experiencias, desde toda la alegría previa por ir al partido a la frustración por una derrota o la felicidad por una victoria”, confesó el bahiense.
Aquel viaje en el tiempo que propuso Ginóbili durante la charla también incluyó aquellos 1 de mayo en que su familia se iba a comer un asado a la casa de su tío. “Yo le pedía a gritos que me llevara en su Torino porque lo ponía a 200 en la ruta, o al menos eso era lo que yo pensaba porque tendría entre 6 y 8 años y a esa edad uno magnifica todo”.
“Yo era medio loquito por los números, entonces siempre miraba los autos que estaban estacionados para ver qué velocidad máxima marcaba el velocímetro. Cuando me subí por primera vez al Torino de mi tío y ví que la aguja llegaba a 200 no lo podía creer, pensaba que no era posible. Así que cuando mi tío me llevaba a dar una vuelta era cuestión de mirar el velocímetro y ver cómo los km/h avanzaban rápido…”, le explicó Manu cuando Automundo le consultó por qué estaba fascinado por el Torino.
Durante sus estadías en la Argentina, Ginóbili utiliza una Renault Alaskan, vehículo que considera óptimo para las escapadas que realiza con su familia y sus amigos a algunos recónditos lugares de Monte Hermoso. En una de esas salidas con sus amigos hasta la usó para dormir. “Yo jamás armé una carpa en mi vida, así que decidí aprovechar la caja de la Alaskan: le puse un colchoncito y después le extendí la capota por si llovía… Obviamente, los pies me quedaron afuera…”, recordó.
Esta relación que tiene con Renault le permitió a Ginóbili llegar hasta la Fórmula 1. En 2019 fue invitado especial de la marca para el Gran Premio de Estados Unidos y en Austin quedó totalmente sorprendido por la categoría y, principalmente, por el desempeño de los pilotos que van al límite durante casi dos horas: “En todo deporte tenemos momentos de relax, de bajar las pulsaciones. Un futbolista cuando no está en posesión de la pelota, en el tenis descansa minuto y medio o dos minutos, nosotros tenemos como 1.000 minutos (sic) y, además, entramos y salimos. Por eso no puedo entender como hace un corredor de F.1 para mantener esa intensidad y concentración porque está su vida puesta ahí en juego. No puedo entender cómo hacen para mantenerse a ese nivel; capaz que llega un momento que sí, que hay una recta y ellos pueden respirar. Pero a mi me da la sensación que a 320 km/h no podés ni siquiera respirar… Me gustaría charlarlo con alguien, con algún piloto para que me lo explique”, culminó el embajador del Rombo y uno de los deportistas más relevantes de la Argentina.