
“La CAF me chupa bien la verga”. Esa fue la frase. Dura, explícita, inaceptable. Una sentencia verbal que cruzó todos los límites del reglamento y del decoro. La pronunció Leonel Pernía luego de la sanción que la misma Comisión Asesora y Fiscalizadora de la Asociación Corredores Turismo Carretera le aplicó tras la carrera del Turismo Nacional en Trelew en la que tomó del cuello a Andy Jakos por una situación en la pista. La dijo en una entrevista en Carburando, aunque luego pidió disculpas por el exabrupto y afirmó que no sabía que estaba “al aire”. Pero el daño ya estaba hecho.
Desde ese instante, la pregunta no era si habría sanción, sino cuán fuerte sería. Y la respuesta de la CAF llegó, con delay de cinco meses, pero con toda la furia: dos años de suspensión y 30 millones de pesos de multa.
UN CASTIGO CORRECTO, PERO CON AROMA A VENDETTA
Es importante aclararlo desde el principio: Pernía fue correctamente sancionado. El reglamento es claro, y lo que dijo fue tan desmedido como evitable. Que se aplique una pena es necesario para proteger la institucionalidad del automovilismo argentino.
Pero lo que genera ruido no es la sanción en sí, sino el contexto, el tiempo de reacción y, sobre todo, la vara con la que se mide. Porque no todos reciben la misma respuesta. Porque la CAF no siempre es tan celosa de su honor cuando se trata de fallas estructurales o injusticias deportivas.
EL ESPEJO RETROVISOR NO MIENTE: EL CASO LA PLATA
Un ejemplo flagrante: el final del campeonato del Turismo Carretera 2024 en La Plata. Mariano Werner, gran candidato al título, fue perjudicado cuando saboteadores disfrazados de hinchas le arrojaron papeles al radiador antes de largar.
Una acción externa que lo obligó a entrar a boxes y le hizo perder el campeonato. ¿La reacción de la CAF? En vez de sancionar a los responsables del circuito por su grave falencia en la seguridad, cambió el reglamento para que los comisarios “evalúen” estos casos a futuro. El título quedó para Julián Santero. Werner, afuera.
Un episodio grave. Sin sanciones. Sin multas. Sin responsables. Y esa comparación hace que lo de Pernía, con toda su gravedad verbal, parezca un escarmiento diseñado para mandar un mensaje disciplinador más que una acción equilibrada dentro del mismo reglamento.
Aunque semejante sanción podría sonar como el fin de la carrera del Tanito o, al menos un prolongado paréntesis en su actividad, cabe destacar que la misma es de cumplimiento en las categorías que fiscaliza la ACTC, como el TC o el TN. Es decir que podrá defender su corona en el TC2000 e intentar conquistar el cetro del TCR South America.
EL PROBLEMA DE FONDO: JUSTICIA A LA CARTA
El caso de Leonel Pernía expone algo que se arrastra hace años: la falta de criterios unificados en las decisiones disciplinarias de la ACTC. La CAF tiene todo el derecho de sancionar, pero su historial demuestra que lo hace con mayor rigidez cuando se trata de proteger su imagen que cuando está en juego la integridad del espectáculo o la equidad entre los pilotos.
Y esa selectividad es peligrosa. Porque desdibuja las reglas. Porque transforma el reglamento en una navaja suiza que se aplica según la ocasión y el protagonista.
El exabrupto de Pernía fue condenable. Su sanción, necesaria. Pero si la justicia no es pareja, deja de ser justicia. El automovilismo argentino merece reglas claras y aplicadas con el mismo rigor, sin importar nombres ni contextos.
Mientras las decisiones de la CAF sigan respondiendo más a intereses que a equidad, la ACTC podrá seguir fiscalizando sus campeonatos, pero no podrá evitar el juicio del tiempo ni de la gente. Y esa, al final del día, es la única sanción que no prescribe.