Un puerto de montaña es siempre una promesa de viajes y descubrimientos, intercambios y comercio. Estas carreteras diluyen fronteras y, en ocasiones, son también la puerta a viajes en el tiempo, lazos que unen el ayer con el hoy marcando el destino de familias y regiones enteras. Todo esto representa la carretera alpina del paso del Rombo (Timmelsjoch en alemán), un puerto situado a 2.509 metros sobre el nivel del mar, a caballo entre los valles de Oetz y de Passiria, entre Tirol del Norte y Tirol del Sur, entre Austria e Italia.
Cada año, a comienzos de verano, la carretera vuelve a la vida tras los largos meses de letargo invernal. El puerto se abre, en función de la nieve y el tiempo, entre mediados y finales de mayo. Pero antes, durante tres o cuatro semanas, enormes máquinas quitanieves se encargan de retirar del asfalto, capa a capa.
El grueso manto blanco alcanza los seis, ocho o incluso diez metros en los inviernos más severos. La temporada dura solo cinco meses. De aquí a octubre, 100.000 coches y 80.000 motocicletas cruzan los Alpes Orientales por este punto.
La pendiente es relativamente suave, pero a quien no esté acostumbrado a conducir por montañas se le hará muy cuesta arriba. Autobuses y camiones tienen prohibido el paso. Desde lo alto se pueden ver a lo lejos los picos de 3.000 metros de Stubai y los Dolomitas.
Si tienes prisa, vas por la autopista de Brennero y ahí solo contemplas la naturaleza y el paisaje cuando la densidad de tráfico te hace estar parado. En cambio, si escoges el camino del paso del Rombo vivirás un viaje a la vieja usanza. Se recomienda ir con tiempo para la reflexión, para disfrutar de las impresionantes vistas y de la belleza arquitectónica.
¿La frontera entre países? Aquí eso no es más que un vago recuerdo. En lugar de barreras y puestos aduaneros, dos discretos postes y una placa sobre el asfalto informan de la separación entre Austria e Italia.
Las familias establecidas en la región desde toda la vida aún recuerdan cómo eran los tiempos antes de que se construyera la carretera y se pudiera vivir del turismo. Los agricultores del valle de Oetz estaban atrapados en su entorno y sobrevivían recolectando lo que podían del estéril suelo durante los meses en que la nieve daba una breve tregua. Las escarpadas laderas ofrecían cobijo a contrabandistas de toda índole.
Si uno opta por hacer un alto en el camino lo ideal es hacerlo en el espectacular museo del puerto de montaña dedicado a la historia de la carretera. Con los cimientos en el lado de Oetz, queda suspendido a 16 metros de altura enfocado a Passiria.
Otro lugar es el Top Mountain Crosspoint, una sinuosa construcción de madera, piedra y acero que está a 2.175 metros de altura en el lugar de la vieja caseta de peaje de los años cincuenta.
Incluye la estación base del moderno teleférico que en invierno transporta hasta 2.400 esquiadores y aloja también un amplio y luminoso restaurante donde se puede disfrutar de uno de los panoramas alpinos más bellos.