El automovilismo suele ser muy ingrato y el caso de Ken Miles es el mejor ejemplo. El británico mostró su talento en diferentes pistas, fue fundamental en el desarrollo de uno de los autos más emblemáticos de la historia, pero cuando estaba a punto de alcanzar la gloria una orden de equipo lo dejó con un sabor amargo en la boca.
Miles era oriundo de Sutton Coldfield, una ciudad inglesa conocida por su producción de automóviles. Justamente por eso no extrañó que ya de muy joven Ken amara tanto la mecánica, algo que le permitió ingresar a Wolseley Motors en 1933 cuando solo tenía 15 años.
La Segunda Guerra Mundial puso un paréntesis a su pasión, que solía combinar con algunas carreras de moto. Se unió al ejército británico y tomó parte del desembarco a Normandía en 1944 como comandante de una unidad de vehículos de combate.
Tras finalizar el conflicto bélico volvió a su país, entró a trabajar en la Morris y, al mismo tiempo, empezó a competir con cuanto auto conseguía, tanto en circuitos como en carreras de trepadas.
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Su profesión de mecánico le permitió emigrar a Estados Unidos en 1951 para trabajar para Gough Industries, distribuidor de MG para el sur de California. Obviamente, se llevó su casco. Participó y ganó en diferentes categorías y competencias de las Sports Car Club of America (SCCA). Incluso compartió la pista con el actor James Dean en varias pruebas.
En 1961 se inscribió para correr en el Gran Premio de Estados Unidos de Fórmula 1 con un Lotus privado, aunque desestimó la posibilidad a último momento.
Gracias a sus éxitos y a sus invenciones, como El Pooper (el chasis de un Cooper de 1956 con el motor y la transmisión de un Porsche 550S), Ken Miles se hizo de un buen nombre dentro del mundillo del automovilismo norteamericano.
El ex piloto texano Carroll Shelby, ganador de las 24 Horas de Le Mans en 1959 con un Aston Martin, le echó el ojo y en 1963 lo contrató para que se hiciera cargo de su equipo. Así nació una asociación que le daría forma a uno vehículo mítico, el Ford GT40.
Detrás de aquel proyecto estaba Ford, que quería ganarle a Ferrari en Le Mans para desquitarse por el fallido intento de comprarle a Enzo Ferrari su emblemática marca. Las negaciones estaban muy avanzadas, pero a último momento el italiano se echó atrás y después le vendió el 50% de su empresa a Fiat.
Para concretar su plan de venganza, Ford contrató a Lola para crear el GT40 tomando como base su Lola GT. El auto estuvo listo para 1964, pero tuvo decepcionantes resultados. Por eso el gigante automotriz decidió confiarle el proyecto a Shelby, quien a su vez designó a Miles como tester del vehículo debido a sus conocimientos de mecánica.
Con un presupuesto sin límites, aunque bien administrado, Shelby y Miles transformaron al GT40 en un auto ganador.
La primera victoria de Shelby llegó en su carrera debut a cargo del programa de Ford: los 2.000 Kilómetros de Daytona en febrero de 1965. La prueba la ganaron Miles y el estadounidense Lloyd Ruby alternándose detrás del volante de un renovado Ford GT40. Un mes después, Miles y el neocelandés Bruce McLaren llegaron segundos en las 12 Horas de Sebring. Eso demostró el potencial del auto.
Aunque el resto de la temporada fue una decepción, la experiencia recogida permitió evolucionar al GT40 hasta convertirlo en ese auto invencible que quería Ford.
El año para demostrarlo fue 1966. Miles y Ruby ganaron las 24 Horas de Daytona y luego las 12 Horas de Sebring. Esos resultados fueron el anticipo de la gloria que llegaría meses después en la mítica carrera francesa. Irónicamente fue allí donde Miles se dio cuenta cuán ingrato podía ser el automovilismo.
En Le Mans el Ford GT40 N° 1 de Miles y el neocelandés Denny Hulme dominó sin contratiempos contra los otros dos autos de Ford: el N° 2 de McLaren y su compatriota Chris Amon y el N° 5 de los estadounidenses Ronnie Bucknum y Dick Hutcherson.
Ford tenía en sus manos la revancha que tanto quería y lo quiso aprovechar al máximo. Henry Ford II le ordenó a Leo Beebe, gerente responsable del equipo, que los tres autos debían llegar juntos para sacar una foto que luego explotarían con fines publicitarios.
Contra todo pronóstico, Miles obedeció la orden y disminuyó la velocidad para recibir la bandera de cuadros cerca de sus compañeros. McLaren, en cambio, aceleró y cruzó la meta junto al británico. Llegaron empatados, pero el reglamento benefició a la dupla neocelandesa porque había empezado la carrera unos 30 metros detrás el coche N° 1 y por eso había recorrieron una mayor distancia…
Eso lo privó a Miles de ser el único piloto en la historia en ganar en el mismo año en Daytona, Sebring y Le Mans, pero también le sacó la satisfacción de celebrar el éxito con el auto que había ayudado a desarrollar.
Solo dos meses después de aquella carrera, el 17 de agosto de 1966, Miles perdió la vida en un accidente en el circuito de Riverside mientras probaba el nuevo GT40 con el que Ford lograría la segunda de sus cuatro victorias consecutivas en Le Mans.