No se puede negar que los Pérez Companc, además de ser una de las familias más acaudaladas de la Argentina (según la revista Forbes tienen una fortuna estimada en 1.800 millones de dólares), llevan la pasión por los autos en sus venas. Don Goyo tiene una gran colección de vehículos de todas épocas y su debilidad son aquellos con un “Cavallino Rampante” como insignia.
Mientras que sus hijos no solo heredaron de él ese fanatismo, sino que lo llevaron a otro nivel al calzarse el buzo y el casco: Jorge, el mayor, fue navegante en el WRC, el Dakar y en la actualidad está detrás del volante de un Ford Escort con el que participa en el Rally Classic, una categoría que rememora las carreras de rally de antaño. Luis corrió en el Rally Argentino, el WRC, el FIA-GT y el Dakar Pablo, en tanto, aceleró en el Indy Lights estadounidense, categoría en la que tuvo un fuerte accidente en 2007. En la actualidad ya hay una tercera generación de Pérez Companc que hace de los fierros un estilo de vida. Se trata de Ezequiel, hijo de Jorge y quien corre en la Blancpain GT Series.
En la edición 2018 del Gran Premio Argentino Histórico, la competencia de regularidad que organiza el Automóvil Club Argentino, los Pérez Companc estuvieron representados por Jorge, quien decidió incursionar por primera vez en esta especialidad para ver de qué se trata y tenerla como una opción “para el día que me jubile”, como le dijo a Automundo. Para esa primera incursión, en la tuvo a José María Volta en la butaca derecha como sucede en el Rally Classic, eligió un Shelby Mustang GT350 de 1968 que pertenece a la colección de su padre. No desentonó: arribó en el 68º puesto en la general y 14º en la categoría F.
-¿Qué te pareció esta experiencia?
-Lo que más me sorprendió es la gente. Dos días antes de empezar el Gran Premio decidimos correr en la categoría Odómetro y ahí nos enteramos que teníamos que ponerle al auto un reloj y un cuenta vuelta especial. No hicimos a tiempo así que usamos solo el odómetro y el reloj. Por suerte el día de la largada varios muchachos nos ayudaron a entender de qué se trataba la carrera. Intenté tomármelo con mucha paciencia porque es algo desgastante, más si uno viene del rally porque ahí vas a fondo y no te importa nada. Es otra cosa totalmente distinta a lo que estoy acostumbrado, pero destaco el grupo humano. La verdad que la pasamos bárbaro.
-¿Cómo hiciste para cambiar el chip de la velocidad al de regularidad?
-Al principio me costó mucho. Sobre todo por el tema de seguir el ritmo del odómetro. Por suerte lo tuve a José a mi lado porque más de una vez pensé en tirar todo al diablo. ¡En algunos momentos tenía ganas de pegar un acelerón!
-Imagino que con un Shelby Mustang GT350 la tentación de apretar el acelerador a fondo habrá sido muy grande. ¿Por qué elegiste este auto para correr?
-Nuestra participación la decidimos muy sobre la fecha. Cuando empezamos a averiguar qué autos estaban habilitados a correr nos enteramos que este Mustang, que estaba en el museo de mi padre, estaba entre ellos. Así que se lo pedí prestado a mi padre. Él no estaba muy convencido de prestármelo, pero le prometí que se lo iba a cuidar como oro. Por eso tuvimos mucho cuidado cuando el pusimos el equipamiento que necesitábamos. Es un auto divino de manejar. El V8 es un lujo, sobre todo en la montaña. Lo que me sorprendió fue la reacción de la gente. Donde íbamos nos pedían que los “pisemos”, así que ahí fue donde me salió un poco la sangre de pistero…
ESO DE COMPARTIR LA PASIÓN
Es verdad que los Pérez Companc son apasionados por los autos y la velocidad, pero lo bueno es que no son mezquinos. Varias de joyas que Goyo tiene en su preciada colección de autos han sido expuestas en la mayoría de las ediciones de Autoclásica para el disfrute del público (entre ellas, una Ferrari de F.1 que corrió Michael Schumacher en 2004). Mientras que Federico Villagra y Matías Russo fueron “apadrinados” por los herederos para competir en el exterior: el cordobés corrió en el Ford Munchi’s WRT, el equipo del Rally Mundial que tenían Luis y Jorge; mientras que el entrerriano contó con su respaldo para participar en la extinta FIA GT con una Ferrari 430.
-¿Esto de correr en regularidad es algo que harás en el corto plazo?
-Yo creo que por los próximos dos o tres años vamos a continuar en el Rally Classic porque los lugares por donde vamos son increíbles. Pero me enteré que también hay pruebas de regularidad en lugares raros como Nepal y Birmania. Será cuestión de investigar.
-¿Y cómo es el Rally Classic?
-Para mí es como un mundo nuevo. Corren por lugar fantásticos y las carreras son extensas. Australia, por ejemplo, son diez días y Marruecos, ocho… Es como era antes el rally. Uno termina de correr y todos los pilotos nos encontramos en el bar para charlar y tomar una cerveza. Hay mucha camaradería. Si tenés un problema con el auto te ayudan, nadie protesta contra el otro. Es muy competitivo, pero cuando termina está todo bien y todos somos amigos.
-¿La categoría podría llegar a la Argentina?
-¡Todos quieren venir a correr acá! Conocen muy bien el Rally de la Argentina y hablan maravillas de El Cóndor y de Copina. Los consideran como tramos “soñados”. Tendríamos que organizarlo… Habría que dedicarle tiempo y ponerle el foco. Yo creo que habría muchos autos, tantos de nuestro país como de afuera. Acá hay muchos pilotos de entre 45 y 50 años que si les das la posibilidad de correr en esta categoría van a volver con los Renault 18 y los Fiat Regatta. Tal vez suceda algún día…