Aquellos que son apasionados por el automovilismo probablemente hayan escuchado hablar sobre Jean-Pierre Wimille, un exitoso piloto que compitió en la década de 1930 y 1940. Este francés fue considerado en su época como uno de los mejores corredores del mundo, pero lo que muy pocos saben es que durante la Segunda Guerra Mundial fue espía de la Resistencia Francesa.
Wimille nació el 26 de febrero de 1908 en París. Su padre, Auguste Wimille, fue un periodista que se encargó de cubrir las competencias de autos para el diario Petit Parisien. Con Wimille Sr. todo el día hablando de motores y carreras, no fue extraño que Jean-Pierre le tomase cariño a la velocidad.
De adolescente se compró un Morgan de tres ruedas y luego lo cambió por un Bugatti 37A con el que iba a fondo por las calles de París. A los 22 años se anotó en el Gran Premio de Francia de 1930. Aunque abandonó por un problema mecánico, esa experiencia fue el puntapié inicial para seguir ligado al mundo de las carreras.
En 1931 terminó segundo en el Rally de Monte Carlo y en 1932 logró sus primeras victorias en la trepada de La Turbie y en los GP’ de Oran y Lorraine. El accidente que tuvo ese mismo año en el GP de Francia lo dejó unas semanas sin acción, pero eso no paró su entusiasmo por el automovilismo.
Jean-Pierre volvió con más fuerza a los circuitos y logró un contrato con Bugatti para formar equipo con Robert Benoist, que por aquellos años era el piloto francés más reconocido. Pese al talento de esta dupla, Bugatti poco pudo hacer en los Grandes Premios del Campeonato Europeo ante la supremacía de las Flechas de Plata de Mercedes-Benz y Auto Unión.
Por eso la marca francesa fundada por Ettore Bugatti cambió su política deportiva y decidió participar en competencias para vehículos Sports con el gran objetivo de ganar las 24 Horas de Le Mans.
En el debut de Bugatti en la carrera de endurance fue en 1937 y con victoria incluida de la mano de su pareja estelar. Mientras que en 1939 Wimille repitió victoria, pero en compañía de Pierre Veyron. Dos meses después de ese éxito estalló la Segunda Guerra Mundial y el deporte motor se metió a boxes por un largo tiempo.
Wimille se enlistó en la Fuerza Aérea Francesa y peleó hasta la caída de Francia el 14 de junio de 1940. En 1942 se sumó al Special Operations Executive (SOE), una agencia inglesa de espías. También lo hicieron su esposa Christiane de la Fressange, el propio Robert Benoist y William Grover-Williams, otro piloto.
Los cuatro participaron en numerosas misiones que le aportaron datos relevantes a la Resistencia Francesa y que fueron claves para la posterior liberación de Francia. Pese a que eran sigilosos en sus movimientos, la Gestapo, la policía secreta Nazi, los descubrió y los atrapó a todos menos a Wimille, que logró escapar.
Tras unos meses cautivos, de la Fressange y Benoist huyeron de sus captores, mientras que Williams siguió apresado y fue fusilado en Sachsenhausen en febrero de 1945. Benoist corrió la misma suerte uno meses antes luego de ser apresado por segunda vez…
Finalizada la guerra, los motores de los autos de carrera volvieron a rugir. Y para celebrarlo el 9 de septiembre de 1945, en Bois de Boulogne, se realizaron varias carreras. Allí estuvieron en juego la Copa Benoist, la Copa de la Liberación y la Copa de los Prisioneros, considerada como la más importante del día. El vencedor de esa prueba fue el mismísimo Wimille.
Poco a poco la actividad automovilística se normalizó y Wimille continuó con su campaña deportiva en busca de su sueño: ser un gran piloto de Grandes Premios.
Disputó varias carreras y logró muchas victorias. En Francia corrió para Simca-Gordini y en las competencias internacionales para Alfa Romeo. Pero también tuvo tiempo para grandes gestos, como cuando en el Gran Premio de Suiza de 1948, el mismo en el que se mató el italiano Achille Varzi, dejó ganar a su compañero Carlo Felice Trossi a quien le habían detectado un tumor cerebral.
Después de esa actitud se impuso en los GP’s de Francia, Italia, Monza y Turín y todos comenzaron a hablar de Jean-Pierre Wimille como el mejor piloto del momento.
La temporada de 1949 se inició con una carrera en Buenos Aires, el Gran Premio General Juan Domingo Perón. Wimille, con toda su fama acuesta, se presentó con un Simca-Gordini.
El 28 de enero, durante las prácticas para esta competencia, el francés se despistó y pegó su cabeza contra un árbol. Sufrió serias lesiones que motivaron su muerte mientras lo trasladaban al hospital.
El funeral se celebró en Buenos Aires y su féretro fue llevado por varios colegas como Alberto Ascari y Giuseppe Farina. También por otro corredor argentino al que él propio Wimille le había augurado futuro de campeón tras verlo correr: Juan Manuel Fangio, quien por aquella época había admitido que el piloto francés era su modelo a seguir…
Jean-Pierre Wimille aquel piloto que había logrado ser el mejor de su época y que, como espía, había ayudado a liberar a su país tenía solo 40 años.