Al igual que su famoso tío, cinco veces campeón de la Fórmula 1, Juan Manuel Fangio II eligió el automovilismo como forma de vida. Después de su paso por las categorías menores argentinas y hasta una efímera etapa en la Fórmula 3000 Internacional, armó las valijas y siguió con su campaña en Estados Unidos ante la imposibilidad de recalar en la Máxima.
En la tierra del Tío Sam sumó experiencia en la Indy Lights y a principios de la década de 1990 fue bicampeón del IMSA (1992 y 1993) con el mítico equipo All American Racers de Dan Gurney. Hasta se dio el gusto de correr algunas temporadas en el CART, también con el AAR. Hace un tiempo tuve la posibilidad de entrevistarlo y la charla derivó en su linaje y, por su puesto, en el Chueco…
-¿El nombre que tenés fue un peso en tu campaña deportiva?
-Yo nací con ese nombre, pero en mi caso las cosas se dieron naturalmente. Comencé a los 23 años con mucha naturalidad. No me presionaban los comentarios de la gente. Que a mí me comparaban con mi tío me alentaba, ya que lo hacían con un tipo que ganó cinco campeonatos del mundo. Para mí eso era importante y sentía un orgullo tácito…
-¿Tus éxitos en el automovilismo estadounidense te ayudaron para demostrar que habías llegado por mérito propio?
-Subir a un podio sirve para dedicárselo a la gente que trabaja con vos. Ganar una carrera es un logro personal y grupal. Si vos ganás porque se quedó el que iba adelante eso es salir segundo… Ganar para mí era darle una satisfacción a la gente que se había jugado conmigo y me sirvió para decir que tuve una buena campaña deportiva. Fue como ponerle el moño. Si no es como casarte sin fiesta.
-¿Sentiste algo especial cuando Michael Schumacher batió el récord de tu tío?
-Antes de que Schumacher ganara el quinto título dije que los grandes son grandes más allá de los campeonatos. Ayrton Senna fue un grande y ganó tres títulos. Son grandes y punto. Que otro haya ganado dos o tres campeonatos más que mi tío no cambia nada. Miralo de esta manera: Fangio ganó cinco títulos y es un gigante, después viene otro y gana más títulos. ¿Por eso Fangio deja de ser un gigante? No. Creo que un hombre no se puede medir de esa manera.
-¿Qué fue lo más importante que aprendiste luego de tantos años de automovilismo?
-Que hay que hacer todo con pasión… Y eso me lo enseñaron mi padre, mi tío y Dan Gurney. Si a mí viene un chico y me dice “yo quiero llegar a la Fórmual 1” hay un 90 % de posibilidades de que no le guste correr. Si estás pensando en la gloria, estás pensando equivocado. Poder entregarle a un ingeniero o a un mecánico los datos para que un auto vuele es una satisfacción enorme. Un auto impecablemente puesto a punto es mágico. Lo más importante es vivir por esa pasión. Vivir para andar rápido. El tipo que pinta y se muere de hambre también se está jugando por su pasión y mucho más que eso.
-Mencionaste a Gurney, ¿qué recuerdo tenés de él?
-Es un tipo que me hizo creer en lo imposible. Estábamos lejos de pelear el campeonato de IMSA y de bajarle el tiempo a los Indy y lo hicimos tres veces: dos con los Toyota y una con el Jaguar. Tuve la gran suerte de haber estado con él. En Argentina habría sido un grande.
-¿Qué fue lo mejor y lo peor que te quedó del automovilismo?
-Lo mejor fue conocer gente que me transmitió buena energía. Tanto en Estados Unidos, como en la Argentina. Una de las personas que me ayudó mucho fue Osvaldo Antelo en la época de la Fórmula 2. También están esos momentos mágicos que vivís adentro del auto cuando te sentís volar. Eso es impagable. Mirá: muchos dejan una vida de lucha por un minuto de gloria. Yo tuve más que minutos de gloria. Lo peor fue el retorno a la Argentina, definitivamente. Tenía todo para quedarme, hasta me dijeron que iban a incorporar un tester para que yo no tuviese que hacer pruebas y tener más tiempo para mí. Incluso me esperaron hasta una semana antes de empezar el campeonato. Pero ya había empezado a sentir el cansancio, ese que te hace enojar más allá de poder correr.
