La batalla entre el Automóvil Club Argentino (ACA) y la Asociación Corredores Turismo Carretera (ACTC) está dañando seriamente al automovilismo nacional, y el principal problema es que quienes tienen el mayor poder para poner fin a este conflicto, los pilotos, han tomado una posición que no solo los convierte en espectadores de su propio destino, sino que perpetúa una disputa que ya no se trata solo de quién fiscaliza qué campeonato, sino de quién tiene el control absoluto de un deporte que debería unificarse en lugar de dividirse.
Josito Di Palma, piloto del Top Race (categoría bajo la fiscalización del ACA) y participante reciente de la fecha en Arrecifes del Rally Sprint Latam, certamen fiscalizado e ideado por la ACTC, se animó a romper el silencio. Su declaración es un grito de alerta sobre la presión que los pilotos están sufriendo en medio de esta guerra. “Me han hecho llegar mensajes de que no participe del evento porque podía tener consecuencias con mi licencia o con los campeonatos que corro. Espero que haya sido una calentura de alguna persona y nada más porque yo vivo de esto”, confesó Di Palma en Campeones.
Estas palabras no solo exponen la tensión detrás de escena, sino también una verdad incómoda: los pilotos están siendo utilizados como peones en una partida de ajedrez entre el ACA y la ACTC.
Es inadmisible que, en pleno 2024, los corredores sigan sintiéndose amenazados por competir donde deseen. Mientras tanto, la disputa entre ambas entidades continúa, con advertencias que van desde posibles sanciones hasta la suspensión de licencias, y amenazas de represalias que se transmiten por WhatsApp en un ambiente cargado de hostilidad. Y esto le cabe a ambos bandos.
La realidad es que esta guerra no le hace bien a nadie, ni a los equipos, ni a los organizadores, ni mucho menos a los pilotos, quienes deberían ser los primeros en actuar. Las amenazas entre las partes y la falta de consenso están frenando el crecimiento del automovilismo argentino, y mientras los pilotos sigan creyendo que son víctimas pasivas del sistema, nada va a cambiar.
Es hora de que los competidores se den cuenta de que su rol no se limita a correr en pista. Ellos son las principales figuras del espectáculo y tienen el poder, si deciden unirse, de cambiar el rumbo del deporte.
En este contexto, la voz de los pilotos aparece como la única solución viable para terminar de una vez por todas con este conflicto. Si los pilotos alzan la voz y exigen un diálogo sincero entre las dos entidades, se podría llegar a un acuerdo.
Lo importante no es ponerse de un lado o del otro, sino defender sus propios derechos como profesionales que viven de este deporte y exigir que ambas partes dejen de pelear por el poder y se concentren en lo que realmente importa: el automovilismo.
La historia ha demostrado que la neutralidad en tiempos de conflicto nunca lleva a una solución. Los pilotos, al mantenerse al margen, siguen perpetuando un sistema que los perjudica a largo plazo. Hace algunos años, un grupo de pilotos intentó tomar protagonismo a través de la creación de la Unión Argentina de Pilotos, pero terminó desmembrándose debido a las presiones de la ACTC. Sin embargo, lo que Josito Di Palma hizo en Arrecifes debe ser tomado como un punto de inflexión. Al decidir correr, a pesar de las advertencias, ejerció su derecho como piloto, como profesional, y sentó un precedente que el resto de los competidores debería seguir.
En definitiva, los pilotos tienen el poder y la responsabilidad de alzar la voz en este conflicto que ya ha durado demasiado. Mientras sigan repitiendo que “solo son pilotos”, nada cambiará. Es hora de que formen un frente unido, que dejen de considerarse víctimas y asuman su papel como protagonistas.
Necesitan entender que, con la unidad de sus voces y la fuerza de su posición en el deporte, pueden generar el diálogo que tanto necesita el automovilismo argentino. Solo así se podrá poner fin a este conflicto que, más allá de las diferencias institucionales entre el ACA y la ACTC, está estancando el desarrollo de este deporte en el país.