En octubre de 1923, después de 300 días de trabajo, se inauguró el autódromo de Sitges Terramar. Fue el primer circuito en España y uno de los primeros en territorio europeo junto a los de Brooklands (Inglaterra) y Monza (Italia).
Ubicado en la localidad catalana de Sant Pere de Ribes, era un óvalo con dos kilómetros de extensión y asombrosas curvas peraltadas que llegaban a los 90 grados. El mismo año de su inauguración, el polaco Louis Zborowski estableció un récord de 45,8 segundos para la vuelta a un promedio de 157,2 km/h.
Sin embargo, sus días estaban contados. Los dueños de la pista pagaban poco dinero en premios y eso le hizo mala fama. Por la escasa actividad, el autódromo cerró sus puertas en 1955.
Recién en 2009 el trazado volvió a estar en boca de todos a raíz de una operación de limpieza que se hizo con el fin de recuperar el predio y transformarlo en un parque temático. Mientras eso sucede, el óvalo es una invitación a la velocidad pese a estar en medio de una tupida vegetación y rodeado de casas.
En este singular entorno, los pilotos españoles Carlos Sainz y Miguel Molina pusieron a prueba en 2012 sus habilidades para vencer los rigores de ese viejo circuito al volante de un Audi R8 LMS.
“Sitges Terramar fue una sorpresa y de las grandes. No tenía ni idea de que existía y menos de que fue el primer trazado en España. El peralte es tremendo, sobre todo mirándolo desde abajo. Reconozco que cuando lo vi por primera vez me sorprendió y tenía mucha curiosidad por saber qué se sentía conducir sobre él. Y fue muy especial”, comentó Sainz. “Poner un coche actual en un circuito así, castigado por el paso de los años, era todo un desafío. La pista nos puso a prueba por su exigencia y sus peraltes”, añadió Molina.
Pese al precario estado del óvalo, Sainz rodó a 170 km/h y completó su mejor vuelta en 42,6 segundos. Ese registro bajó en más de tres segundos la marca de Zborowski. “No fue fácil. Tenía que ir parando en muchos sitios y reducir marchas por los baches, pero fue un lujo poder disfrutarlo”, aseguró el madrileño. Así, Sitges Terramar vibró como antaño y salió del olvido.
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