
Robert Kubica cruzó la meta de las 24 Horas de Le Mans con el rostro curtido por la fatiga, los ojos enrojecidos por la emoción y el cuerpo al límite de lo posible. Pero lo que más pesaba sobre sus hombros era algo invisible: la historia. La suya. La que nadie quiso escribir pero él se encargó de forjar con dolor, tenacidad y redención. El domingo 15 de junio de 2025, el piloto polaco logró lo que parecía destinado a otros: ganar la carrera más emblemática del planeta. Y lo hizo siendo el mismo hombre que esquivó la muerte dos veces y renunció a la Fórmula 1 para poder volver a sentir.
EL PILOTO QUE BURLÓ A LA MUERTE DOS VECES
Hay carreras que consagran y otras que resucitan. La de Kubica pertenece a las segundas. En 2007, en el GP de Canadá, su BMW Sauber explotó contra un muro a más de 300 km/h. Voló, rebotó, se desarmó. El mundo contuvo la respiración. Milagrosamente, salió caminando del hospital. En Polonia aún repiten que fue Juan Pablo II quien lo protegió desde el cielo.

Cuatro años después, en un rally local en Italia, el destino volvió a golpear: un guardarraíl atravesó su coche y le destrozó el brazo derecho. Pasó por quirófano más de una decena de veces. Perdió movilidad, sensibilidad… y con ello, el futuro brillante que todos le proyectaban en Ferrari.
A pesar de eso, regresó a la F.1 en 2019 con Williams. No para ganar, sino para demostrar que estaba vivo. En total, disputó 99 Grandes Premios con BMW Sauber (2006 a 2009), Renault (2010), Williams (2019) y Alfa Romeo (2021), consiguió una victoria (Canadá 2008), una pole, una vuelta rápida y 12 podios.

Pero su nueva vida no estaba en los monoplazas. Cuando la única posibilidad de seguir en la F.1 era ser tercer piloto, su alma encontró refugio en otro tipo de carrera: las de resistencia. Las de fondo. Las que exigen más del espíritu que de los reflejos. Así llegó a Le Mans.
LE MANS: EL LUGAR DONDE EL ALMA ACELERA
Kubica se reinventó en el WEC. Su debut en Le Mans en 2021 fue doloroso: perdió la victoria en LMP2 por una vuelta. Pero descubrió allí lo que había perdido: la alegría de correr por el puro arte de hacerlo. Como un chico en karts. “Entonces supe cuál era mi objetivo”, diría años después. “Intentar ganar aquí algún día”.

Ese día llegó. A los 40 años, con un brazo aún limitado, sin dormir por más de 35 horas, y con una caja de cambios que funcionó mal durante toda la carrera, Kubica entregó una lección de coraje. Al frente del Ferrari amarillo del equipo AF Corse, compartido con Philip Hanson y Yifei Ye, completó cinco relevos, los dos últimos sin descanso. Una maratón de tres horas y media finales en las que sostuvo a raya al Porsche #6 y al Ferrari 499P oficial de Maranello.
“No tenía previsto hacer cinco relevos, pero logré controlarlo todo y llevar el coche a meta sano y salvo. Fue un día muy especial y no me esperaba la victoria”, confesó emocionado. Pero más allá del resultado, lo suyo fue una revancha íntima contra la vida.
CUANDO TODO FALLABA, ÉL NO LO HIZO
Como si el guión hubiera sido escrito para el drama, el auto #83 arrastró un problema mecánico desde la largada. “Estuvo mal las 24 horas. Pensábamos que eran los reglajes, pero no. Era un problema con la caja. Estaba al límite, lo que añadía más estrés”, explicó Kubica. Y sin embargo, el Ferrari sobrevivió. Porque él lo sostuvo.

No solo eso. Esta victoria significa también un hito para Ferrari: es la tercera consecutiva, con tres coches y tres equipos distintos. De Le Mans 2023 con el #51, a 2024 con el #50, y ahora 2025 con el #83. “Me alegro por Ferrari, es increíble”, dijo Robert, que además cerró con una frase demoledora: “Estoy contento de haber contribuido a esta victoria. Para un hombre de 40 años, aún me las arreglo bastante bien”.
EL FINAL MÁS JUSTO PARA EL PILOTO MÁS INJUSTAMENTE TRATADO
La victoria en la 93ª edición de las 24 Horas de Le Mans no es solo un triunfo deportivo. Es un acto de justicia poética. Kubica fue el piloto que lo tenía todo para llegar a Ferrari en F.1 -se dice que existió un precontrato-, pero fue golpeado por un destino cruel. Le arrancaron la mitad de su potencial, pero no su espíritu. Cambió monoplazas por prototipos, velocidad por resistencia, y la gloria inmediata por la que se cuece a fuego lento.
Y la encontró. En la madre de todas las carreras. En el templo donde los autos corren de noche, y los sueños -si se es lo suficientemente terco como para seguir persiguiéndolos- se cumplen.
LOS ARGENTINOS EN LE MANS

La edición 2025 también tuvo presencia celeste y blanca. Nicolás Varrone finalizó 13º en la general a bordo del Porsche 963 de Proton Competition, dentro de la categoría Hypercar, junto a Neel Jani y Nicolás Pino. Por su parte, José María “Pechito” López terminó 37° en la general y quinto en la clase LMGT3 con el Lexus RC F del equipo Akkodis ASP, compartido con Clemens Schmid y Răzvan Umbrărescu. Una carrera difícil para ambos, pero siempre valiosa por representar a la Argentina en la meca del automovilismo de resistencia.