¿Sabías que conducir bajo estrés pude provocar daños en el vehículo y una forma de conducción más agresiva e inquieta?
Los síntomas de estrés que sufren muchas personas en su vida diaria pueden trasladarse a varios aspectos de la conducción. En concreto, el estrés hace que se corra más de la cuenta y se exceda la velocidad; esto provoca que al circular por ciudad se realicen más frenazos y acelerones y los neumáticos y los frenos se deterioren por una conducción agresiva.
La distancia de seguridad se reduce y, por lo tanto, también se frena más de la cuenta y con mayor brusquedad; a su vez, el conductor está menos alerta ante posible imprevistos y las posibilidades de sufrir un accidente aumentan considerablemente.
Al realizar una conducción más agresiva, el conductor tiende a forzar el cambio de marcha o realizarlo demasiado tarde y revoluciona más de la cuenta el motor del vehículo. Con este tipo de conducción, el impulsor, la transmisión y el sistema de frenos se deterioran mucho más rápido.
Un conductor bajo estrés, además, incumple más las normas de tráfico y aumenta las posibilidades de colisión, ya que no pone las luces intermitentes, no cede el paso y se olvida acciones básicas como ponerse el cinturón de seguridad o colocar bien los espejos retrovisores.
Obviamente, al realizar una conducción más brusca, el consumo del coche también es mayor.