En el Salón del Automóvil de Paris de 1932, Citroën presentó una gama de modelos, los Citroën 8CV, 10CV y 15CV, que renovaban la oferta de la marca con una propuesta innovadora por sus prestaciones y los avances tecnológicos que se emplearon en su fabricación. Estos automóviles han pasado a la historia como los Rosalie, aunque ese nombre no apareció en ningún lugar…
Para conocer el origen de la denominación hay que recorrer unos kilómetros hasta el circuito de Montlhéry. Allí, desde hacía unos meses, una versión muy especial del Citroën C6 F, el antecesor de los vehículos que se presentaban e en el Salón, daba vueltas a toda velocidad hasta completar 25.000 kilómetros en 11 días.
Con una carrocería de aluminio perfilado diseñado por César Marchand, era el mejor reclamo para demostrar la fiabilidad del nuevo aceite desarrollado por la firma de aceites Yacco en automóviles de serie.
El nombre en clave del vehículo: Rosalie, por la festividad de Santa Rosalía, que se celebra a principios de septiembre. Ese auto batió 14 récords internacionales. Poco tiempo después se repitió la hazaña con otro C6, el Rosalie II, que recorrió 100.000 kilómetros. Ahí cayeron 60 récords internacionales y 30 mundiales.
Dado el gran impacto mediático de estas hazañas, André Citroën decidió involucrar directamente a la marca en esta lucha contra el cuentakilómetros y asociarla a la gama de modelos que acababa de lanzar.
Así, un flamante Citroën 8 CV recién salido del Quai de Javel se convertiría, con la adaptación de una carrocería aerodinámica, en el Petite Rosalie. Echó a rodar el 15 de marzo de 1932… y no se detendría hasta el 27 de julio de 1933. Más de cuatro meses dando vueltas sobre el asfalto.
Aunque el objetivo inicial era superar la barrera de los 25.000 kilómetros, el buen comportamiento del vehículo animó a enfrentarse a retos mayores, hasta alcanzar los 300.000 kilómetros. Seis pilotos, que se alternaban al volante cada cinco horas y sólo podían detenerse para relevarse, repostar o sustituir piezas de desgaste, lograron una media de 93,5 km/h y batieron 297 récords, entre ellos 191 internacionales y 106 plusmarcas mundiales.
Y podrían haber caído muchos más. El Petite Rosalie no paró su motor por problemas técnicos, sino por una decisión personal de André Citroën, que esperó a esa cifra redonda para celebrar una ceremonia de clausura en el propio circuito y para lanzar un reto a las demás marcas de automóviles: tres millones de francos, una fuerte suma de dinero para la época a quien logre superar los 300.000 kilómetros a una velocidad superior a la del Petite Rosalie antes del 1 de enero de 1935. ¿Era una estrategia de marketing o una demostración de confianza en la fiabilidad del Citroën 8 CV? Lo cierto es que, nadie acudió al Quai de Javel para reclamar el dinero.
El Petite Rosalie no sería el último de su estirpe, aunque sí el más famoso. Así, en 1934, el Rosalie VI, basado en el Citroën 15 CV de 6 cilindros se enfrentó a la pista durante sólo dos días, pero fueron muy productivos: estableció una plusmarca de velocidad de 150 km/h, pulverizando varios récords.
En julio de 1935, el Rosalie VII batió varias marcas superando en todo momento los 145 km/h. Cerraría la serie el Rosalie IX, basado ya en el revolucionario Citroën Traction, que se eligió la carretera y no el circuito como terreno de pruebas, recorriendo un total de 100.000 kilómetros a una media de 1.500 km diarios.