Cuando el DS 19 se presentó al público, en octubre de 1955, impactó por su elegantísima simplicidad: la Diosa (su nombre en francés se pronuncia DéeSse, que significa diosa en ese mismo idioma) era un coche liso, aerodinámico, sin oropeles y cromados inútiles.
En su línea, el diseñador Flaminio Bertoni había puesto en evidencia, de manera muy clara, algunos detalles como las elegantes manecillas, los parachoques, que parecían dos esculturas, o las bisagras de la tapa del maletero, disimuladas en el acabado de los laterales que incorporaban, asimismo, unos adornos metálicos en forma de flecha, pero las líneas curvas descritas por las superficies de chapa eran limpias, interrumpidas solo por algunos perfiles de goma sabiamente distribuidos que protegían el coche y que realzaban el perfecto reparto de los elementos de la carrocería. Una obra maestra de diseño, en definitiva.
En 1962, un ligero rediseño del frontal mejoró el rendimiento aerodinámico del DS sin aportar pesadez a la línea; pequeños elementos de protección de goma se incorporaron al frontal y a los parachoques traseros, pero su presencia pasaba casi inadvertida, insertados entre la placa de la matrícula y los parachoques separando ambos elementos y aportando al DS 19 un toque de elegancia añadido.
Con el DS Prestige, lanzado en 1959, se colmaron las exigencias de aquellos clientes que, por protocolo o por costumbre, utilizaban un conductor para sus desplazamientos: el DS Prestige, definido como “lujoso modelo de viaje” fue el primer coche del mundo en disponer de un teléfono de serie y se entregaba con una mampara de protección y separación entre el puesto de conducción y los asientos traseros, con un cristal corredizo que garantizaba la privacidad de los pasajeros.
Pero el mundo cambiaba rápidamente y clientes como los directivos jóvenes, los gerentes de empresas, los periodistas célebres y todos aquellos que esperaban disfrutar del placer de conducir a diario un coche de lujo deseaban modelos con líneas más modernas y pensadas para aquellos clientes que conducían sus propios coches.
El DS 19 disfrutaba, desde hacía años, de un gran éxito de ventas entre este tipo de clientela: todos los que apreciaban el arte y el diseño no podían mantenerse insensibles a la fascinación que despertaba la diosa de los automóviles y en 1964, la marca francesa amplió la gama con un nuevo acabado para el DS pensado para este tipo de clientela que, atraída por el diseño puro del “gran Citroën” no quería renunciar a un cierto lujo y a un acabado exclusivo como el que había convertido en célebres a los modelos de las marcas inglesas.
El nuevo acabado del DS recibió un nombre que se haría muy popular: Pallas. Con una referencia clara a la reina de las diosas: Palas Atenea, diosa de la sabiduría y del equilibrio. Precisamente esos atributos llevaron al fabricante a incorporar al DS 19 Pallas discretos hilos de cromo, molduras de goma insertadas en perfiles de acero inoxidable (espléndidamente integrados con los catadióptricos traseros), detalles en acero satinado en los paneles laterales y, sobre todo, interiores donde los revestimientos en cuero natural (o en tejido) no dejaban a la vista ni un milímetro del acero de la carrocería, envolviendo a los ocupantes como en un suave abrazo.
Asientos con respaldos más altos, un ancho reposabrazos integrado en el asiento trasero (y otro entre los dos asientos delanteros), moquetas de lana de alta calidad, acabados en acero inoxidable y dos grandes luces en el techo que inundaban de luz el habitáculo del DS. Todo ello completaba la sensación de lujo que ofrecía el Pallas y que lo convertían en el instrumento perfecto para subrayar el propio estatus sin exhibicionismo, hasta el punto de que, en Francia, la expresión “c’est plus Pallas”, que podría traducirse como “es realmente lujoso”, se convirtió en una frase usada en el argot juvenil para indicar que alguna cosa era mejor que el resto de las de su mismo tipo.
La presentación del DS Pallas tuvo lugar en el Salón de París de 1964 y la producción se mantuvo hasta abril de 1975, hasta el punto de que el último DS que salió de las líneas de montaje de la fábrica del Quai de Javel fue una unidad de la versión DS 23 Pallas. El acabado se extendió, opcionalmente, al DS Prestige que se convirtió en Prestige Pallas y a todos los Cabriolet fabricados desde 1965 y hasta el final de su producción.
No existió nunca el modelo ID Pallas, con la única excepción de un Break producido para la casa real belga y llamada “Break de chasse”, pero se trató de un “Encargo Especial”, y por lo tanto, de un DS realizado a medida para una personalidad, igual que se hicieron otras tantas para jefes de estado o actores célebres.
El acabado Pallas, en 1964, comportó, además, algunas modificaciones técnicas, ya que estas versiones se dotaron de dos faros delanteros de largo alcance (llamados “Boule” por su forma esférica), producidos por Cibié y Marchal para Citroën, que se extendieron progresivamente y de manera opcional al resto de versiones hasta 1967, cuando el nuevo frontal con los faros carenados (último trabajo de Flaminio Bertoni) integró esta innovación con el sistema de iluminación en curva conectada al movimiento del volante.
El DS Pallas, desde su lanzamiento, se convirtió en la versión más popular del DS hasta el punto de que, en algunos mercados de exportación, como Italia, “Pallas” era sinónimo de DS puesto que, desde 1970, el DS 20 (el más vendido en ese país) se comercializó solo en el acabado Pallas con cambio con mando hidráulico: el confort elevado a la enésima potencia.