Aunque jamás corrió oficialmente en la Fórmula 1, es inevitable destacar al único auto “Made in Argentina” que fue concebido para la Máxima. Como no podía ser de otra manera, el proyecto estuvo a cargo de Oreste Berta, acaso el más ingenioso y prolífico preparador del automovilismo argentino.
Más allá de los trabajos realizados en categorías autóctonas, el primer gran acercamiento de Berta a una categoría internacional fue en 1969 a través del Berta LR, un sport prototipo que tuvo una destacada actuación en la edición de ese año de los 1.000 Kilómetros de Buenos Aires con Rubén Luis Di Palma y Carlos Marincovich y que también corrió en los 1.000 Kilómetros de Nürburgring. Aunque abandonó en ambas oportunidades, fue la demostración de que en la Argentina se podían construir vehículos para correr en cualquier parte del mundo.
Aquel auto de SP estaba equipado con un motor Ford-Cosworth de tres litros, el cual le permitió al Mago cosechar experiencia para la creación de un propio impulsor V8 destinado al SP y a la Fórmula 1.
El 11 de julio de 1971, el V8 de Berta fue probado en el banco de pruebas de La Fortaleza durante 17 horas seguidas. Así se concretaba la primera parte de un desafío que tenía Berta, que había recogido el guante lanzado por el entonces presidente de la Nación, general Juan Carlos Onganía, quien le había dicho que era imposible que se pudiese construir un F-1 en la nuestro país. Al ingenio y tenacidad de Berta se sumó el apoyo económico de Patricio Peralta Ramos, dueño del diario La Razón y que ya le había financiado otros proyectos como el Berta LR.
“Estoy muy satisfecho. Tiramos hasta 11.000 rpm y no se rompió nada. Solo tuvimos problemas con algunas bombas inyectoras, que modificaremos. Comparándolo con el Ford-Cosworth a regímenes intermedios la balanza acusa resultados favorables a nuestro motor, alrededor de 70 hp más, luego se empareja cerca de las 9.000 vueltas para terminar con un régimen máximo favorable al Cosworth”, dijo Oreste tras aquella prueba inicial, que de algún modo también sirvió para comprobar la confiabilidad de los diferentes elementos nacionales que se habían usado para armarlo.
El motor V8, fundido en aluminio, tenía una cilindrada de 2.983 cm3 repartida en 8 cilindros en V a 90 grados. Dotado de 4 válvulas por cilindro (87,38 mm de diámetro x 62,2 mm de carrera), la alimentación corría por cuenta de un sistema de inyección indirecta Lucas de baja presión. La relación de compresión llegaba a 11:1 y el comando de válvulas trabajaba con botadores hidráulicos y tren de engranajes rectos siendo 4 los árboles de levas a la cabeza. El encendido era transistorizado con una bujía por cilindro. La cupla motriz alcanzaba 30 kgm a 8.500 rpm mientras que la potencia máxima llegaba a los 420 hp a 11.500 rpm. El peso total era de 146 kg.
La segunda parte del proyecto se concretó años más tarde. En 1974, construyó un auto para la Fórmula 5.000 de Estados Unidos con el patrocinio de Francisco Mir, ingeniero argentino residente en el país del norte. El Berta BA3, tal su denominación, estaba equipado con un motor Chevrolet y participó en dos competencias: en Mosport (Canadá), García Veiga llegó sexto; mientras que en Laguna Seca (Estados Unidos) no pudo terminar, aunque con el Loco Di Palma como piloto.
La falta de apoyo económico hizo terminar la aventura yanqui, aunque eso sirvió para volver a la palestra sobre la idea de correr en la F. con un auto ciento por ciento argentino. Para eso al BA3 se le colocó aquel motor V8.
El auto de Berta fue inscripto para correr los Grandes Premios de la Argentina y de Brasil, las dos primeras fechas del torneo de 1975, con García Veiga. Pero jamás debutó por un problema en el motor, que no pudo ser resuelto ante los problemas financieros que tenía el Mago.
“En el proyecto de la F.1, los militares me apoyaron mientras les convino, que fue muy poco tiempo. Después quedó todo en la nada. Cuando esto era amateur, no había ningún problema en hacer un auto de F.1. Es más, nosotros podríamos haberlo hecho y hasta haber ganado. Habíamos hecho el motor y, salvo problemas muy menores, funcionaba. Habíamos hecho el chasis y funcionaba también. Estábamos muy cerca. Solo hacía falta que el gobierno, que había ayudado a tanta gente a ir a correr afuera, nos diera una mano”, recordó hace un tiempo Berta.
“Pero el haber aceptado casi me costó la empresa porque empezamos, invertimos una cantidad importante y nunca me pagaron. Entonces tiré todo al diablo. Nunca me puse a echar culpas porque no me servía a mí ni a nadie. Hoy creo que sucedió porque las arcas argentinas ya empezaban a vaciarse; y así se fueron terminando los auspicios a corredores por parte de las empresas estatales. Uno o dos años después terminé el auto, lo probé y lo anoté en la carrera de Buenos Aires. En las primeras pruebas, un mes antes, rompimos el motor. Ya no tenía más dinero y ahí decidí que había llegado al tope de lo que podía hacer. Lamentablemente, a una semana de la carrera, me llama un empresario porteño que se había enterado de que no iba a correr y me pregunta cuánto dinero necesitaba. Pero ya era tarde y ahí abandoné, tenía deudas por todos lados”, admitió el Mago, que jamás volvió a intentar un proyecto de este tipo.
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