Flavio Briatore, el viejo zorro que juega a tapar el sol con un dedo
El asesor de Alpine volvió a escena con frases filosas: cuestionó a Franco Colapinto, lo comparó con Antonelli y Doohan, y reescribe a su modo una historia en la que él mismo es protagonista.
Flavio Briatore nunca fue un tipo discreto. En el paddock se lo reconoce tanto por sus trajes caros y su andar de empresario de yate, como por las sombras de un pasado lleno de triunfos y polémicas. Fue el hombre que llevó a Michael Schumacher y Fernando Alonso a la cima, pero también el cerebro detrás del escándalo del Crashgate en Singapur 2008, que lo dejó fuera de la Fórmula 1 durante bastante tiempo. Ahora, con 74 años y un aire de resurrección mediática, volvió a colarse en la escena con un viejo truco: hablar mucho, señalar a otros y colocarse siempre en el centro de la narrativa.
Su regreso no fue menor: Luca de Meo, entonces responsable del Grupo Renault, lo rescató como asesor ejecutivo de Alpine a mediados de 2024, con poderes amplios para decidir sobre el futuro deportivo de la escudería. En los hechos, Briatore es quien supervisa las contrataciones, opina sobre las estrategias y se erige como la voz de mando en medio de una estructura que todavía no logra ordenar. No es un jefe de equipo formal, pero actúa como tal: un consejero con carta blanca que se mueve entre el marketing, la política interna y la selección de pilotos.
En una entrevista con The Race, el italiano habló sobre una de las grandes incógnitas de Alpine para 2026: quién será el compañero de Pierre Gasly. Y dejó claro que los candidatos son Franco Colapinto, que reemplazó a Jack Doohan; y Paul Aron, actual piloto de reserva. “Es entre Franco y Paul”, sentenció. Y enseguida suavizó con una sonrisa de manual: “Paul es un muy buen chico, un piloto rápido también. Tengo que entender qué es lo mejor para el equipo, ¿sabes?”. La frase sonó más a coartada que a análisis.
COLAPINTO, EL BLANCO FÁCIL
Lo que encendió la polémica no fue la competencia interna, sino el tono con el que Briatore habló de Colapinto. Lo comparó con Kimi Antonelli -considerado por muchos como el peor debutante del año- y con Doohan, a quien él mismo había bajado del asiento por bajo rendimiento. “Estos jóvenes llegan con mucha presión… Antonelli, Colapinto, Doohan… tal vez algunos fueron puestos en F.1 un poco demasiado pronto”, lanzó con desdén.
La ironía es brutal: el propio Briatore, según rumores sólidos de paddock, negoció con Williams un pago de 20 millones de euros para que Colapinto desembarcara en Alpine. Si realmente el argentino estuviese pagando por esa “inexperiencia” no es por capricho personal: alguien diseñó la operación y puso el dinero sobre la mesa. Ese alguien fue Briatore.
UN DISCURSO PLAGADO DE CONTRADICCIONES
La estrategia es vieja como el manual de un ilusionista. Briatore lanza frases que parecen análisis serenos, pero que esconden una defensa personal. Al compararlo con Antonelli y Doohan, rebaja el precio de Colapinto para amortiguar su propia responsabilidad. Al sugerir que “quizá algunos llegaron demasiado pronto”, se coloca como comentarista neutral, cuando en realidad es el autor del movimiento.
Mientras tanto, evita hablar de lo que realmente hunde a Alpine: un auto poco competitivo y un equipo que comete errores groseros. Desde paradas en boxes fallidas hasta estrategias incomprensibles, tanto Gasly como Colapinto se han quedado sin puntos en carreras donde tenían chances. Pero de eso, silencio.
LA NOSTALGIA COMO REFUGIO
Cuando no sabe cómo sostener el presente, Briatore recurre al pasado. En la entrevista con The Race desempolvó recuerdos de Schumacher, Alonso, Hamilton y Rosberg en sus épocas de GP2 o Fórmula 3000. “Recuerdo cuando probé a Fernando. Giancarlo Minardi me llamó y me dijo: ‘Nunca vi algo así’”, contó con la nostalgia de quien abre un álbum amarillento. En ese contraste romántico, la conclusión es obvia: los talentos de antes eran mejores que los de ahora. Y, por extensión, los descubridores también.
El problema es que la Fórmula 1 de 2025 no es la de 2005. El paddock está atravesado por sponsors globales, por rookies que llegan con academias multimillonarias detrás y por un escrutinio mediático que no perdona. Briatore juega a ser el viejo zorro que todavía sabe olfatear talentos, pero sus palabras tienen menos que ver con la búsqueda de un piloto que con la necesidad de justificar un presente mediocre.
Franco Colapinto escucha estas declaraciones y sigue trabajando en silencio, adaptándose a un auto difícil y a un equipo que vive más de promesas que de resultados. Cada vuelta en pista es un examen, cada error una munición para quienes dudan de él. Y sin embargo, las señales de progreso están ahí: más confianza, mejores tiempos, más control en carrera. Briatore lo sabe, pero en lugar de subrayar ese crecimiento, prefiere sembrar dudas para mantener el poder de la última palabra.
EL PADRINO EN CRISIS
La sensación que dejan las declaraciones es clara: Briatore no critica a Colapinto, se critica a sí mismo. Ataca al piloto para disimular sus propios errores de gestión, para tapar que Alpine está en caída libre y que su rol de asesor estrella todavía no mostró un cambio real. El viejo padrino del paddock sigue jugando al juego de siempre: construir relatos donde él es el protagonista, incluso cuando el escenario se derrumba.
El trasfondo es inevitable: cada vez que Briatore “baja el precio” a Colapinto, más expone que su regreso a la Fórmula 1 es un intento de revivir las glorias -y trampas- de un pasado que ya no vuelve.
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