El viejo Barracuda construido por Vicente Formisano ya había cumplido un ciclo en el Turismo Carretera. Al menos eso pensaba Carlos Pairetti en los primeros días de 1968. El hombre, que ya tenía un prestigio ganado en el TC, quería lograr el tan ansiado título y por eso decidió cambiar el rumbo, pese a que muchos desconfiaban de su decisión…
“Todos pensaban que me había equivocado al contratar a Horacio Steven. En 1967 él construyó los prototipos Ford y los dos autos se incendiaron. Primero fue el de Viale del Carril, que la sacó barata; y después el de Cabalen, quien perdió la vida en ese incidente”, recordó años más tarde el propio Pairetti sobre la persona a la que había designado para construir su nuevo auto.
Los accidentes que habían tenido Atilio Viale del Carril en el Autódromo de Buenos Aires, que terminó con el fallecimiento de su acompañante Pepito Giménez; y Oscar Cabalén en San Nicolás, en el que murió el destacado piloto cordobés; motivaron comentarios maliciosos sobre Steven. Pero tras cerrar trato con Pairetti, el preparador y su gente comenzaron a adecuar el concepto de aquel auto fatídico a la mecánica Chevrolet.
Se utilizó la matriz original y se le introdujeron varias modificaciones. En el aspecto exterior, se alisó la trompa al eliminar los buches de los carburadores que utilizaban los modelos del Óvalo. Tampoco contaba con las tomas de aire laterales para la refrigeración de los frenos y sin esa variante se ensanchó la carrocería unos siete centímetros, lo que evitó que las anchas ruedas sobresalieran de la carrocería.
Se cambió la ubicación del tanque de combustible, que en los “protos” de Viale del Carril y Cabalén estaba a los costados del habitáculo (se colocó uno solo de 240 litros detrás de las butacas). Pero la principal novedad estuvo en la parte trasera con una cola en forma de spoiler que otorgaba una generosa carga aerodinámica y beneficiaba la adherencia del tren trasero.
No sé por qué a la gente le quedó tan grabado el Trueno Naranja, mirá que corrí con otros autos lindos. Será porque con ese conseguí el título…”,
Carlos Pairetti, quien solo manejó el Trueno Naranja en nueve carreras.
Primero se lo conoció como Fast-Chevrolet, pero su color y sus prestaciones motivaron que luego de pocas carreras fuese rebautizado como Trueno Naranja.
Pairetti lo utilizó por primera vez en las 250 Millas que se realizaron el 23 de junio de 1968 en el Autódromo porteño. El resultado final fue un abandono por rotura de diferencial, pero Pairetti llegó a puntear durante varias vueltas y eso le demostró que no estaba errado en su decisión de cambiar de auto.
En menos de un mes hubo revancha: el 14 de julio, en Córdoba, el Trueno Naranja fue invencible. Pairetti ganó así su segunda carrera de la temporada tras la conseguida el 28 de abril en Balcarce con el Barracuda. Mientras que a la semana siguiente fue segundo en las 100 Vueltas en el autódromo porteño. La tercera victoria de Pairetti -y la segunda del Trueno- llegó el 18 de agosto, nuevamente en Córdoba, con la disputa de los 250 Kilómetros.
Luego vinieron dos abandonos, primero en Buenos Aires el 1 de septiembre con el Néstor García Veiga al volante (Pairetti se lo cedió porque arreglaba en Europa su participación en la Fórmula 2) y luego en Allen, el 22 de ese mes. El primero fue por la rotura de embrague y el siguiente -nuevamente con “II Matto” como piloto- por inconvenientes en la presión de aceite.
Se repuso con un nuevo triunfo en Buenos Aires (29 de septiembre), pero volvieron las deserciones. En San Juan (6 de octubre) por rotura de diferencial y en Buenos Aires (13 de octubre) por una pinchadura en el radiador de aceite. Pero el año terminó bien para el Trueno Naranja y para Pairetti. Con sendos segundos puestos en Rafaela (3 de noviembre) y Córdoba (17 de noviembre) llegó el ansiado título…
La personalidad y el talento conductivo de este piloto nacido en Clusellas (Santa Fe) y radicado en Arrecifes, sumado a su arrasador vehículo provocaban la admiración de toda la afición. Si hasta se vendían réplicas en miniatura del auto a ¡39 Nacionales!
En 1969, Pairetti volvió a cambiar de coche y corrió con el Nova-Chevrolet; mientras que el Trueno pasó a manos de García Veiga, quien no llegó a igualar los resultados que había logrado su amigo el año anterior.
A pesar de eso, el Trueno Naranja se ganó el respeto de todos y aún hoy en día se lo recuerda con cariño y admiración.
Lo que corría el mío!!!
Con masilla y una cucharita !!!
Solo lo detenía la voz de “Auto !!! “