Las banderas celestes y blancas flamean a lo largo de toda la Avenida 9 de Julio. La gente está desde temprano en el Paseo del Bicentenario, algo lógico por ser 25 de mayo de 2010. Lejos de la Plaza de la República, donde tienen epicentro todos los shows musicales, el cumpleaños 200 de nuestro país se vive de una manera singular porque los colores patrios se funden con la pasión que generan Ford, Chevrolet, Dodge y Torino.
Enfrente a la estación de servicio ubicada sobre Av. Independencia y Lima hay unos 60 autos de Turismo Carretera esperando para iniciar el desfile en honor a la Revolución de Mayo de 1810. El evento también dará por concluida la sexta fecha de la temporada. Sí, esa carrera que se realizó en el óvalo de Rafaela dos días atrás y en la que Jonatan Castellano logró su primer éxito en la categoría.
Los equipos de TC y de TC Pista lustran una y otra vez sus autos. Quieren que estén impecables. También ultiman detalles en su preparación. Para la ocasión fueron autorizados algunos cambios, como usar un motor de pruebas, colocarles un electro ventilador -para tener bajo control la temperatura- y aumentar el despeje al piso. El sol es una buena compañía en esta mañana.
Desde temprano los pilotos que se sumaron a esta celebración -por obligación debían estar los treinta primeros de las finales de ambas categorías- van y vienen por esta especie de parque cerrado. Están todos distendidos y disfrutando del momento. Es lógico. Saben que serán parte de un hecho inédito. Porque no es cosa de todos los días que el TC inunde con su pasión a la ciudad de Buenos Aires. Y menos que lo haga en el marco de una fecha tan especial.
La gente disfruta de lo que ve. Hay familias enteras que buscan un recuerdo de sus ídolos. Los nostálgicos se sacan fotos con Jorge Cupeiro y Carlitos Pairetti y se asombran de ver tan cerca a La Galera de los Emiliozzi y una Chevy que usó el Toro Mouras. Algunos llaman a Tito Urretavizcaya y le piden que no se retire. Otros aprovechan para sacarse fotos con Emiliano Spataro o Agustín Canapino, quien no sale de su asombro por la gran cantidad de fanáticos del automovilismo que hay. Christian Ledesma se cansa de ponerle su firma a los tarjetones. Mientras que el Pinchito Castellano no para de recibir felicitaciones por su éxito; lo mismo que Gabriel Ponce de León, líder del torneo…
Emanuel Moriatis, el campeón 2009, llega sobre la hora… Pero es recibido con aplausos. Los que más lo alientan son los muchachos de La 4 ubicados estratégicamente sobre una casilla rodante. Cuando llega el mediodía los cantos de los fans de Ford se confunden con el grito de aliento a Chevrolet de La 15 ubicada a unos pocos metros. Sí, el TC invadió la ciudad de Buenos Aires y lo hizo con todos sus condimentos.
Falta poco para que los autos salgan del parque cerrado. El Dodge de Castellano y el Falcon de Ponce de León están a la par. Minutos antes de las 12.30, el horario establecido para dejar el recinto, Pinchito eleva aún más sus casi dos metros de altura parándose sobre la trompa de su auto. Extiende los brazos y saluda. “Hay un dicho que dice que si las cosas no te llegan en su momento es porque algo especial te está esperando. Creo que este es el caso. A mi se me escapó el triunfo un montón de veces y ganar el Gran Premio del Bicentenario es algo único. Recién estoy cayendo. Estar acá y ser el primer auto de la caravana es un orgullo”, cuenta Jonatan.
Dan la orden. Los TC empiezan a rugir. El pavimento tiembla. La gente se enloquece. “Esto me hace poner la piel de gallina”, se le escucha decir a un muchacho. Pero no es al único que le pasa lo mismo. Primero pasan los policías motorizados, después los móviles de la Agencia Nacional de Seguridad Vial. Enseguida, el Dodge naranja y el resto. Emoción pura que se confunde con el grito de la gente.
Algunos van a marcha tranquila. Otros aprovechan que están usando una relación corta y queman goma a la loco. Eso hace que la temperatura aumente, pero la acción dura poco. Los autos se detienen metros antes de llegar a Sarmiento. Es que todavía faltan dos horas para iniciar la caravana.
En esta grilla se repite la ceremonia de los autógrafos a los lados de la 9 de Julio. El Omar Martínez no sólo deja su rúbrica, también lleva a algunos niños a que vean su auto de cerca. Ledesma y Guillermo Ortelli se la pasan charlando. Matías Rossi y Lionel Ugalde aprovechan para intercambiar opinión del toque que protagonizaron en la serie de Rafaela.
El tiempo pasa. El cronograma indica que a las 14 los TC comenzarán su periplo de 22 kilómetros que terminará en San Isidro, previo descanso de 30 minutos en Vicente López. La gente está impaciente. Algunos empiezan a aplaudir y otros a silbar…
La espera se ameniza con una improvisada producción fotográfica con todos los pilotos juntos. Primero se sacan con el Obelisco de fondo. Después se dan vuelta y se retratan debajo de la enorme marquesina naranja que atravesarán pasadas las 14.30. Todo esto tiene música de fondo: la prueba de sonido de Fito Páez, quien varias horas después fue el encargado de clausurar los festejos del Bicentenario.
La caravana, al fin, parte de manera ordenada poco antes de que den las 15. Rodea la Plaza de la República y encara por la 9 de Julio, que está atestada de gente. Aquí no hay vallas. La famosa avenida, que hasta la aparición del Metrobús tenía la fama de ser la más ancha del mundo, se convirtió por un momento en la más angosta porque el público que se encargó de ganarle metros para acercarse a los autos.
La cantidad de personas que había a lo largo del recorrido les permitió a los pilotos ver la real magnitud del Turismo Carretera. “Sabía que iba a ver mucho público, pero realmente esto me superó. Sé que el TC es una pasión, pero esto me sorprendió”, afirmó Ponce de León, que en algunos tramos del camino llegó a poner al Ford del LSG a 100 km/h. “Hay cosas que te quedan en la retina para siempre. Esta es una de ellas. Estoy feliz de haber formado parte de esta caravana”, aseguró Julio Catalán Magni. Héctor Ríos, uno de los miembros de Comisión Directiva de la Asociación Corredores Turismo Carretera, tampoco ocultó su emoción. “Cuando vi a tanta gente me empezaron a temblar las piernas”, sostuvo el Laucha, que estuvo en uno de los autos que encabezan la comitiva teceísta.
“Esto me hizo acordar a la llegada de los Grandes Premios. En algunos lugares tuve que ir en primera porque no se podía avanzar rápido de la gente que había”, aclaró Pairetti, que vivió la experiencia acompañado por dos de sus nietos.
La sensación de orgullo fue generalizada en todos los integrantes de la ACTC. Y con razón. La organización fue perfecta y sin un error pese a que el desfile llegó a ser presenciado por más de un millón de personas.
“El TC es parte de la historia de estos 200 años. El TC abrió caminos en todos los rincones del país. La Argentina hizo mucho por el TC y, al mismo tiempo, el TC hizo mucho por la Argentina”, reflexionó Cupeiro. Después de ver lo que despertó esta caravana nadie más lo duda.