Sin dudas, es una marca registrada del Turismo Carretera y con el correr del tiempo se transformó en el Boca-River del automovilismo argentino. Se trata del duelo entre Ford y Chevrolet, que existe desde el nacimiento de la popular categoría. Se prolongó a lo largo de la historia y en sus primeros trece años, entre 1937 y 1950, fue marcando a fuego a los fierreros.
Por su fuerte presencia y desarrollo en el mercado, las cupecitas del Óvalo y del Moño Dorado fueron las que predominaron en la flamante especialidad nacida en 1937. Por el lado de Ford, con las cupé con motor V8. Chevrolet, en tanto, tuvo entre sus representantes al Chevrolet Master.
Desde la primera hasta la undécima carrera de la historia, Ford aplastó con diez triunfos. Solo Raúl Melo Fajardo, que celebró con su Dodge en el Circuito Correntino en 1937, se interpuso en la seguidilla del Óvalo.
Cada marca tuvo sus primeros referentes. Por el lado de Ford, Ángel Lo Valvo, Eduardo Pedrazzini, el uruguayo Héctor Suppici Sedes, Ricardo Risatti y Oscar Gálvez. Juan, el hermano del Aguilucho, tiempo más tarde dejó de ser su acompañante y consiguió ser protagonista de la divisional por sus propios medios.
Desde la vereda de Chevrolet se destacaba Juan Manuel Fangio, quien alcanzó el primer triunfo y la primera corona para la marca en 1940. Además del Chueco, los ídolos del Chivo eran Eusebio Marcilla, Domingo Marimón (ganador de la Buenos Aires Caracas en 1948) y Félix Peduzzi.
Sin dudas, en estos primeros trece años los principales exponentes y dueños de este superclásico fueron Oscar Gálvez y Fangio. El Chueco logró sus seis victorias en la década del 40, antes de comenzar su etapa internacional. Gálvez obtuvo también media docena en este plazo.
Como estas marcas eran las que más se comercializaban en el mercado interno, los pilotos se vieron incentivados por esta tendencia y las cupecitas Ford y Chevrolet abundaban en la categoría junto con otros fabricantes participantes en esta etapa como Plymouth, Mercedes-Benz, Studebaker y Hudson.
Esto acaparó la atención del público que se volcó a comprar autos de estos dos gigantes de la industria para uso particular. Por eso muchos veían en el transitar de los autos de TC sus mismas máquinas. Por aquél entonces había en el país un total de 283.851 automóviles, de los cuales la mayoría era de estas terminales.
Poco a poco la pasión fue creciendo en estas primeras carreras que llevó al público a volcarse a las rutas para ver no solo a los autos, sino también a sus pilotos que fueron creciendo en idolatría.
Fue el primer paso de este duelo que luego continuó a lo largo del tiempo y que en la actualidad se mantiene como uno de los principales atractivos del Turismo Carretera.
CHEVROLET Y FORD NO ESTABAN SOLOS
Entre 1937 y 1950 el TC no se redujo al duelo Ford vs. Chevrolet. En esas temporadas iniciales estos dos titanes estuvieron acompañados por media docena de marcas. Como primer escolta del Óvalo y del Chivo, estuvo Dodge, que se integró desde el nacimiento de la especialidad.
Además, Mercedes-Benz compitió y obtuvo el subcampeonato de 1939 con Luis Brosutti, siendo la mejor posición lograda por una marca que no fuera Chevrolet, Dodge, Ford o Torino, aunque a diferencia de Volvo, nunca obtuvo triunfos.
Plymouth, por su parte, era perteneciente al grupo Chrysler y participó desde la primera carrera de 1937 y corriendo incluso la legendaria Buenos Aires-Caracas. Su principal referente era Arturo Kruuse, quien ganó dos etapas en la competencia inicial. Otro célebre que corrió para esta firma fue Cástulo Hortal.
Nash, en tanto, se presentó durante las décadas del 30 y 40. Más tarde, al fusionarse con Hudson, dieron origen a AMC, la marca matriz del Torino.
Finalmente, Hudson y Studebaker participaron entre las décadas del 30 y 40, pero con pocos resultados.