En la víspera de la edición 2019 del Rally Caminos del Inca, que se larga este fin de semana y en la que Automundo estará presente, les comparto apuntes de mi primera experiencia en 2007 en esta competencia inspirada en los Grandes Premios de la Argentina.
Se podrían escribir varios libros con las historias que hay detrás del Gran Premio Nacional de Carretera Caminos del Inca, la prueba “madre del automovilismo peruano” que se disputa desde 1966 durante varios días por intricados caminos “metidos” en Los Andes.
En 2007 tuve la posibilidad de cubrir por primera vez esta competencia, que me asombró. Por esas cosas de la vida -y la profesión- en unas horas estaré nuevamente en suelo peruano para vivir otra vez de cerca esta carrera tan especial que se realizará del 12 al 20 de octubre en el marco de la 49ª edición.
Me pareció que la mejor manera de poner a los lectores de Automundo en sintonía era recordando algunos apuntes que tomé en aquella primera cobertura realizada hace más de una década.
Primero tengo que presentarles a quien fue mi anfitrión. Su nombre era Henry Bradley (1940-2016) y no era cualquier persona. Bradley quedó en los anales de Caminos del Inca gracias a sus siete triunfos, todo un récord. Recuerdo que me contó que su victoria más difícil fue la primera en 1966 con un Volvo. En esa oportunidad tuvo que correr la última etapa de 1.000 kilómetros cambiando el aceite cada 100 porque se le había rajado el block del motor luego de cruzar un río. “Me salvó que tenía varios minutos de ventaja con el resto”, me contó. Mientra que su éxito más emotivo fue dos años después cuando tuvo que “manejar de verdad porque competía con un Mercedes-Benz 320 que era lento en todos lados”.
Cuando lo conocí Bradley tenía 66 años y seguía acelerando. Lo demostró en esa edición conduciendo el auto 0. “Me retiré el 1° de mayo de 1989 cuando se cumplieron 50 años del debut automovilístico de mi padre. No creo que vuelva a correr, pero cada vez que tengo la oportunidad de acelerar un auto me saco las ganas”, me dijo.
Sin dudas, Bradley era sinónimo de esta prueba. Tanto que una de las montañas que estaba a las afueras de Cusco tenía dibujado un enorme 711, el mismo número que usó para lograr sus hazañas en Caminos del Inca. “Hace años que está ahí, pero nunca me dijeron si lo hicieron por mí…”. ¿Pero por quién sino?
Participar en esta competencia es todo un desafío. Esta carrera tiene una extensión superior a los 2.600 kilómetros y se realiza sobre cinco etapas que son extenuantes. Hay jornadas en las que se pueden recorrer 240 kilómetros o más de 600. Las interminables subidas por las montañas, que en un punto llegan a los 4.800 metros sobre el nivel del mar, y las veloces bajadas por lugares estrechos y llenos de rocas son los principales atractivos de esta maratón que en este 2019 larga y termina en Lima, como es habitual, y pasa también por las regiones de Junín, Huancavelica, Ayacucho, Apurímac, Cusco, Arequipa e Ica.
Caminos del Inca es una tradición para los peruanos que en varias ocasiones captó el interés de pilotos extranjeros. Entre los 91 inscriptos de aquel 2007, por ejemplo, sobresalió el finlandés Juha Kankkunen, dos pilotos dominicanos, dos ingleses, dos ecuatorianos y un español. ¿Qué los motiva a participar a la mayoría de ellos? La respuesta me la dio el ibérico Carlos Martínez de Campos y Carulla. “Porque es peligrosa y mítica, como dicen aquí. Competí varias veces Caminos del Inca y realmente me apasiona”.
Aunque la opinión de Kankkunen, con sus cuatro títulos el WRC sobre sus espaldas, pude tener un poco más de valor: “Es única y extremadamente dura. No se puede comparar con nada. Yo corrí en pruebas exigentes como el Safari Rally de Kenya, el Dakar o Pikes-Peak pero esto no se les parece en nada. Es completamente diferente a todo”.
Otro gran fanático de los Caminos del Inca es Gianni Galletti, el hombre que me llevó en su Jeep Grand Cherokee para “dar la vuelta”. Gianni conoce mucho esta ruta. La hizo como navegante, la hizo como piloto y la hizo como padre. En 2000 su hija mayor perdió la vida en un viraje de la tortuosa carretera. “Venía de Huancaya con su novio y se fue en esta curva (la señala). El auto quedó en el río y los cuerpos fueron arrastrados por la corriente. Vine al lugar y le pregunté a una señora que estaba lavando ropa si se imaginaba dónde podía estar mi hija. Me dijo que si no había quedado atrapada en una caverna subterránea, tenía que estar a unos diez kilómetros. Efectivamente, allí estaba. Ahora sólo me resta encontrarla en el cielo y preguntarle ‘¿gorda, qué te pasó?’”.
Poco más de la mitad del recorrido se realiza sobre ripio. Y es el motivo que permite conocer otra historia, la de los olvidados. Vicente Acevedo demoró casi una hora en hacer los tres kilómetros en subida que separaban el paraje de Tucujasa con Santa Rosa de Huachuapampa, donde vivía cuando me lo encontré. Junto a él, habían llegado una decena de miembros de la comunidad que presidía en ese entonces y que estaban tan ansiosos como él por ver de cerca a los participantes de la carrera. “Para nosotros esto es una fiesta. Algo que disfrutamos una vez al año”, me explicó Vicente.
Su comunidad estaba integrada en esa época por 88 personas que vivían en casas construidas en adobe. Como estaban a 4.200 metros de altura sobre el nivel del mar lo único que podían sembrar eran papas. Pero como ese año no les había ido bien por la helada subsistíann canjeando algunas cosas con gente de otros lugares.
“Acá estamos olvidados. De vez en cuando el gobierno nos trae un poco de harina, pero nada más. No nos podemos ir a otro lado porque aquí está toda nuestra familia… Es lindo ver a los autos corriendo en esta carretera, pero mejor sería que fuese pavimentada. Eso nos haría la vida más fácil. Con el camino así nos sale caro llevar a Huancayo lo que cosechamos, que alcanzará a los 800 kilos por año. Nos cobran 20 soles (NdeR: eran 20 pesos argentinos) y eso para nosotros es mucho dinero”, me contó. El sonido del auto del primer competidor que se escuchaba a lo lejos interrumpió la conversación. Vicente me saludó muy respetuosamente y se alejó presuroso por el empinado sendero.
A cientos de kilómetros de distancia la maestra Giorgina Álvarez había andado dos horas por las montañas para bajar hasta la carretera. No lo hizo sola. La acompañaban quince niños de una escuelita rural de Jarhuas. “Hace dos años había sólo cinco niños, pero a partir del padrinazgo de un señor francés llamado Jean-Marc, que ayudó a renovar la escuela; la cantidad de alumnos comenzó a crecer”, me relató la docente, que aprovechó la carrera para que sus alumnos hicieran un trabajo práctico: dibujar y pintar el auto que más les había gustado.
Esta legendaria competencia peruana despierta todo tipo de sentimientos. Ganarla una vez es un sueño cumplido, ganarla siete veces es una hazaña. Correrla como piloto, una aventura; hacerlo como padre una experiencia que puede ser dolorosa. Verla desde el costado de la ruta es un grito de ayuda o sirve para hacer jugar la imaginación de unos niños. El Rally Caminos del Inca es así: tiene de todo un poco, pero deja mucho para todos…
FERNANDA KANNO-ALONSO CARRILLO, DOS DAKARIANOS EN ACCIÓN
Entre las 46 tripulaciones anotadas para la edición 2019 de Caminos del Inca se destaca la que integran Fernanda Kanno y Alonso Carillo, quienes ya corrieron juntos el Dakar y también lo harán en enero próximo en Arabia Saudita. “Lo más lindo de esta carrera es la gente… Yo no lo tomo como una competencia, para mí es como una gira en la que aprovechamos para agradecerle a la gente del interior del país todo su apoyo. Es una manera de llevar al equipo y la camioneta el Dakar para que la vean de cerca, principalmente el día de reparación que es el siguiente a cada etapa. Allí estamos todo el día firmando autógrafos, haciéndoles regalos… Para nosotros es como una gira en la que nos llenamos de cariño”, le cuenta Fernanda, que va por su segundo Caminos del Inca, a Automundo.
Alonso tiene más experiencia en esta prueba, que corre con continuidad desde 2007 y en llegó a ganar dos veces en su categoría. “Ahora no la corro como antes, con esa necesidad de arriesgar la vida y de encarar cada curva como si fuera la última que salvará al planeta. Ahora disfruto más de la carrera y de la evolución de Fernanda, que mejora kilómetro a kilómetro. El loco porque tuve la suerte de estar de ambos lados, del copiloto de punta y también del copiloto que trabaja para que evolucione el piloto”.
La dupla Kanno-Carrillo correrá en la categoría Camioneta, la más numerosa con 16 vehículos. En Súper 2000 hay 11 anotados, en Súper 1600, 8; en Súper Turismo, 3; y RC2, Tracción Integral y Joyner, 2 cada una.
LAS ETAPAS CAMINOS DEL INCA 2019
- 12/10: Lima-Huancayo
- 14/10: Huncayo-Ayacucho
- 16/10: Ayacucho-Cusco
- 18/10: Cusco-Arequipa
- 20/10: Arequipa-Lima