Maserati celebra el 70 aniversario del Maserati A6G 2000, uno de los modelos más representativos de la serie A6 fabricada por la compañía entre 1947 y 1956. El primer ejemplar de esta gama fue entregado a su propietario exactamente en febrero de 1951.
El A6G 2000, que reemplazó al deportivo A6 1500, fue nombrado así en homenaje a Alfieri Maserati -de ahí la letra A-, con el número 6 indicando el tipo de motor (6 cilindros en línea), la “G” como referencia del hierro fundido o “ghisa” con el que estaba hecho el bloque del impulsor y a los 2.000 cc de cilindrada.
La necesidad de aumentar la capacidad de potencia en respuesta a la tendencia que se generalizaba en el mercado italiano, en parte por la mejora de las condiciones económicas del país, llevó a Maserati hasta el motor dos litros A6GCS con el que se aprovechaba al máximo el potencial del chasis del A6.
El aumento de cilindrada, en comparación con el anterior A6, se logró gracias a un preciso trabajo de ingeniería tanto en el diámetro como en la carrera del motor de 6 cilindros en línea.
Con una cilindrada de 1.954,3 cc, alcanzó una potencia de entre 90 y 100 CV dependiendo de la configuración final, lo que permitía una velocidad máxima de 180 km/h. Un claro manifiesto del espíritu deportivo y la calidad de los coches Maserati.
El Salón del Automóvil de Turín de 1950 fue el escenario perfecto para el lanzamiento del A6G 2000, que Maserati presentó en dos versiones: un sedán dos puertas con cuatro plazas, firmado por Pininfarina; y un convertible diseñado por Pietro Frua.
Un total de 16 de estos coches se ensamblaron en 1950 y 1951: nueve con la carrocería de Pininfarina, más cinco descapotables y un coupé de Pietro Frua. Alfredo Vignale solo produjo un automóvil, un A6G 2000 coupé bicolor con su característico estilo deportivo.
La tracción trasera, una caja de cambios de cuatro velocidades y marcha atrás, y un embrague monodisco montado en seco completaban las características del nuevo A6G 2000, además de las suspensiones delanteras independientes y suspensiones traseras de eje rígido con ballestas.
Las cuatro ruedas montaban frenos de tambor con control hidráulico y las llantas de acero macizo o de radios completaban una combinación, cuidadosamente elegida, entre artesanía e innovación tecnológica. Un conjunto que hacía de este vehículo, fabricado para unos pocos, un icono del panorama automovilístico de la época.