La campaña deportiva de John Marshall Watson en la Fórmula 1 podría catalogarse como discreta. En las 12 temporadas que disputó en la máxima categoría jamás fue campeón, aunque se dio el gusto de lograr cinco triunfos. Su último éxito es el más recordado por conseguirlo después de largar desde el 22° lugar, una proeza que le permite ser aún hoy en día el piloto que más avanzó desde la grilla para ganar un Gran Premio.
Watson llegó a la F.1 en 1973 como piloto del equipo MRD, que estaba apadrinado por Brabham. Ese año solo disputó dos carreras que terminaron en abandonos por problemas mecánicos. Pero el sabor amargo por esas deserciones se terminó rápidamente gracias al contrato que firmó para correr el torneo de 1974 con el John Goldie Racing with Hexagon, que contaba con los chasis de Brabham.
Tras una aceptable temporada -con un cuarto lugar como mejor resultado- tuvo un paso fugaz por Surtees y Penske, equipo con el que se anotó su primera victoria al imponerse en el GP de Austria de 1976. Recién en 1977 logró establecerse en Brabham, donde ingresó para reemplazar al argentino Carlos Reutemann. Corrió dos torneos, pero sin mucha fortuna.
Pese a que hasta ahí había logrado siete podios, McLaren posó sus ojos sobre él y lo fichó para el torneo de 1979. Logró continuidad y eso se reflejó en los resultados: logró otros cuatro triunfos, trece podios y el tercer lugar del torneo de 1982.
Sin embargo, la historia le tenía a Watson un lugar reservado: El 23 de marzo de 1983 logró una épica victoria en el Gran Premio de Estados Unidos del Oeste después de largar desde el 22° lugar por una mala clasificación como consecuencia de la puesta a punto que usaban los McLaren.
Durante las primeras vueltas al estrecho callejero de Long Beach, el finlandés Keke Rosberg (Williams) acaparó todas las miradas por su intensa lucha por la victoria con los franceses Rene Arnoux y Patrick Tambay, ambos de Ferrari.
Esa disputa tuvo maniobras ajustadas que terminaron en toques, algo que aprovechó el también galo Jacques Laffite (Williams) para tomar la punta cuando a la competencia aún le quedaban 50 vueltas.
Mientras esto sucedía, Watson protagonizaba su memorable remontada. Ganó dos puestos en la largada; mientras que en el séptimo giro ya estaba 19°. En la vuelta 16 se colocó 13° y trece rondas más tardes se ubicó cuarto detrás de Laffite, el italiano Ricardo Patrese (Brabham) y el austríaco Niki Lauda, su compañero de equipo y quien había largado 23°.
A esa altura de la prueba era evidente que los McLaren, con un mejor set up para la competencia, aprovechaban al máximo los neumáticos Michelin en el tortuoso circuito. Solo era cuestión de tiempo para que alguno de los dos pilotos pasara al primer lugar.
Y el que mejor hizo las cosas fue Watson, que primero se deshizo de su coequipier y luego de Patrese. En la vuelta 44, de las 75 pactadas, superó a Laffite, quien en ese mismo giró también perdió el segundo puesto a manos de Lauda.
Así Watson y Lauda se fueron en tándem hacia la línea de meta con un ritmo endiablado. La cruzaron separados por 27 segundos, mientras que el tercero, Arnoux, arribó a más de un minuto después de largar segundo…
La carrera fue por demás exigente. Solo los tres primeros cumplieron con el total de las vueltas; mientras que de los 26 pilotos que largaron, 15 abandonaron por toques o problemas mecánicos. ¿Pero cuál fue la clave de ese triunfo notable? Watson lo explicó mucho tiempo después: la preparación física.
Ron Dennis, mandamás de McLaren, les había exigido a él y a Lauda que debían entrenarse mejor para sacar provecho del auto. “Estoy hartó de gastar tantos millones de dólares para fabricar autos de carrera competitivos. Ustedes, vagos, deberían hacer el mismo esfuerzo”, les dijo el team-manager.
Así fue que McLaren contrató a Willi Dungl para trabajar en el aspecto físico y mental de sus pilotos, quienes debían pagarle al profesional parte de su sueldo. Con la ayuda de Dungl, Watson, de 36 años, logró mejorar su rendimiento en solo dos semanas, la distancia entre los GP’s de Brasil y Estados Unidos.
“Mi fuerza aumentó, no solo la física, sino también la mental, que es de donde proviene gran parte del rendimiento del piloto”, recordó el británico. Aunque en la clasificación los McLaren habían quedado atrás, los pilotos sabían que eso era por la consecuencia de girar con autos demasiado livianos.
Los tiempos logrados en las pruebas de tanques llenos el domingo por la mañana les confirmó que todo podía cambiar, siempre y cuando tuviesen la fuerza mental para soportar toda la carrera en esa pista traicionera.
Watson ya venía entonado por su victoria del año anterior en el GP de Estados Unidos Este en las calles de Detroit, que logró luego de largar desde el 17° puesto. “Yo me sentía extremadamente fuerte y no iba a dejar que Niki se me escapase. Sentía que yo era mejor que él en un callejero, un hecho confirmado en cierta medida por aquel triunfo”.
Esa fuerza física y mental le permitió a Watson batir a Lauda, su primer gran rival, ganar la carrera y, de paso, demostrarle a Dennis que no era un vago: “A Ron y al resto del equipo les tomó algo de tiempo darse cuenta de que habíamos hecho un 1-2 después de largar desde el fondo. A Willi, en cambio, no le sorprendió. No me lo dijo antes de la carrera, pero después me comentó que él, al igual que yo, estaba seguro de que iba a ganar”.