La emoción invade el cuerpo de este hombre y no es para menos. Afuera del edificio central del Automóvil Club Argentino lo espera una multitud. Todos están atentos a que se ponga detrás del volante de esa cupé Ford modelo 1939 azul y roja que tiene el número 1 en los laterales. Sabe que muchas de las personas que están frente a la rampa de largada del XI Gran Premio Argentino Histórico Homenaje a José Froilán González lo vinieron a ver a él. En realidad, a ser parte del tributo que le está rindiendo a su padre, nada menos que Juan Gálvez…
Ricardo Gálvez tenía siete cuando se enteró que su papá había fallecido en un accidente en Olavarría. Fue un golpe duro porque a esa edad los niños no entienden muy bien ciertas cosas de la vida y la muerte es una de ellas. “Fue día fue muy triste”, resume cuando rememora aquel 3 de marzo de 1963. Detrás de esas palabras hay recuerdos de llantos, de sueños interrumpidos en la mitad de la noche, de abrazos eternos con su madre y con su hermano Juan, dos años mayor.
Aunque jamás lo vio correr, Ricardo aún tiene en su memoria las veces que lo acompañó circunstancialmente al Autódromo de Buenos Aires. “Vivía exclusivamente para su cupecita. Se hacía todo, el motor, el chasis, era su mecánico número 1, el que preparaba los auxilios… Muy poca gente colaboraba con él. Los Grandes Premios le demandaban muchos días y, por ahí, estaba un mes fuera de casa. Pero cuando volvía se la pasaba jugando con nosotros; más en las vacaciones, ahí lo teníamos exclusivamente para mi hermano y para mí. Eso son recuerdos hermosos”, cuenta.
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Juan Gálvez es el piloto más grande en la historia del Turismo Carretera. Tiene el récord de nueve títulos y 56 victorias, algo que destaca sus excelentes cualidades. “Y eso que por la Segunda Guerra Mundial no corrieron durante cinco años, si no…”, dice Ricardo, quien no solo evoca a su padre a través de sus sentimientos, sino también de las personas que siempre lo tienen presente.
“Cuando la gente me habla de mi papá, por lo general, termina muy emocionada y llorando. Esto es muy común. Juan Gálvez produjo una situación muy particular: la generación que lo seguía jamás pensó que le ocurriría lo que le pasó. Para ellos es como que el tiempo se detuvo ese día. Todo lo que hablan de mi papá me emociona. Parece ser un hombre sin defectos, un hombre que hacía todo bien”.
Pese a tanta gloria, son pocos los que se acuerdan de él. Al menos los tributos en su honor son escasos. Desde hace unos años comparte la denominación del Autódromo de Buenos Aires con su hermano Oscar. También la Asociación Corredores Turismo Carretera bautizó a su sede con su nombre (“es lo lógico, ya que él fue fundamental en la creación de la entidad”). Claro que no hay que olvidarse de los constantes homenajes de la Agrupación Amigos de los Gálvez…
“Hay gente que dice que yo soy agresivo y que me quejo demasiado, que no soy agradecido por todo lo que se consiguió. Pero Juan tiene medio autódromo en toda la Argentina y no tiene una calle o una plaza… Me parece que hago lo lógico. Me doy cuenta de que mientras más me muevo, más consigo. Obviamente, la gente del automovilismo y la de su generación lo recuerda, pero me parece que popularmente se olvidaron de él. Cuando yo era más chico y mostraba mi documento me preguntaban si era hijo de Juan u Oscar. Hoy en día me dicen si soy el del Autódromo…”, reflexiona con tristeza Ricardo, quien está empeñado en tratar de revertir la situación.
Claro que su indignación es mayor cuando los actuales pilotos del Turismo Carretera confiesan desconocer la historia de su padre. “Es increíble que haya corredores del TC que no conozcan a Juan Gálvez. Eso no puede ser. Si hay alguien que no debe olvidarse de Juan Gálvez es, indiscutiblemente, el ambiente”.
Será por eso que Ricardo hace un mea culpa. “Yo soy el que tienen que hacer que esta gente sepa quién fue Juan Gálvez. Yo me siento responsable de que no conozcan la totalidad de su historia. El tema es que no tengo personalidad para esto, nunca la tuve y me cuesta mucho. Hago lo que puedo con la ayuda de gente que me está acompañando. Ahora estamos terminando un libro, que lanzaremos a fin de año. La idea sería repartirlo entre los pilotos en los autódromos y también dar una serie de charlas”.
Como parte de su cruzada, Ricardo eligió correr en el Gran Premio Histórico en 2013. “Para mí esto no fue una carrera. No la tomé como tal. Participé con la idea de dar la vuelta para que en el interior del país se vea de nuevo este auto y se rescate del olvido al nombre de mi papá”. Para esta aventura contó con el apoyo de Hugo Mazzacane, flamante presidente de la ACTC y quien le cedió la cupecita restaurada.
Pese a un susto en el inicio de la carrera por la rotura de la caja de velocidades (“la terminamos de reparar a las 2 de la mañana del otro día en un tallercito de Santa Fe que nos abrieron especialmente”), Ricardo logró su cometido y, junto a Enrique Pourciel como acompañante, completó el periplo de 3.600 kilómetros a través de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Catamarca, La Rioja, San Juan y San Luis.
“Imaginé que ponerme detrás del volante de este auto me iba a ayudar a entender mejor a mi papá, pero fue al contario. No puedo interpretar realmente cómo lograba hacer todo esto y más en el contexto donde él era el único que se hacía el auto íntegramente. Pero me siento más cerca de él al vivir las cosas que él sintió. Salí de Buenos Aires con un nudo en la garganta y terminé la carrera igual. Fue impresionante el afecto del público a lo largo de todo el recorrido. Lo disfruté mucho. Estoy agradecido al ACA, a la ACTC y a todos los que me acompañaron. Lo que hicieron por mí fue impresionante”.
Fue una semana intensa para Ricardo porque, como él mismo dice a modo de epílogo: “Yo no soy el hijo de cualquiera… Soy Ricardo Gálvez, pero para el 99 por ciento de la gente soy el hijo de Juan. Y eso no me molesta para nada, al contario, siento un orgullo inmenso que me desborda”.