
The Beast es una excentricidad que representa el esfuerzo, la creatividad y el ingenio de la ingeniería británica. Con 5,7 metros de largo y propulsado por un motor Merlin de 27 litros procedente del mundo de la aviación, este singular modelo cupa un lugar de excepción en la legendaria historia del automóvil.
El génesis de este particular vehículo que tuvo su momento de gloria en los ’70 comenzó en 1966 cuando Paul Jameson, constructor de coches especiales, comenzó a darle forma a un chasis para albergar a un motor Meteor Rolls-Royce de 27 litros utilizado en un tanque Centurion y que le había costado 20 libras esterlinas.

El Jameson Mk1, como se lo bautizó originalmente, incluía una suspensión trasera Jaguar Mark 10 y una delantera compuesta por piezas de Wolseley 6/99. La relación de peso era de 55/45, algo que permitía “un manejo excelente”.
El proyecto cautivó a John Dodd, quien había sido el encargado de construir la caja de cambios del automóvil. Cuando Jameson le dijo que lo vendía, Dodd no dudó en comprarlo.

Lo primero que hizo al recibirlo fue enviarlo a Fiber Glass Repairs, una empresa especializada en dragsters, para que lo carrozaran, poniendo especial énfasis en la trompa de tres metros. El auto se asemejaba a un Ford Capri con esteroides, por decirlo de alguna manera.
The Beast se registró como un Rolls-Royce con por el origen de su motor, algo que a Dodd le encantaba. Sin embargo, no fue su idea ya que la decisión final fue del departamento de registro del Consejo del Condado de Londres.
Poco después, en 1973, The Beast inició su camino hacia la fama cuando el Real Automóvil Club (RAC) de Reino Unido certificó que podía llegar a los 294,5 km/h, una velocidad altísima para la época.

Sin embargo, antes de seguir cosechando notoriedad tuvo que se reconstruido en 1975 debido a que se prendió fuego mientras regresaba de una exhibición en Suecia. La carrocería se destruyó totalmente por lo que Dodd volvió a recurrir a los servicios de Fiber Glass Repairs, que esta vez le dio al vehículo la apariencia de un Shooting Brake.
Como el motor también había quedado deteriorado, Dodd lo cambió por un V12 Merlin que había sido utilizado en un avión de entrenamiento Boulton Paul Balliol.
A Dodd le encantaba burlarse de Rolls-Royce, que no le gustaba que ese engendro con ruedas fuese confundido como uno de sus exclusivos modelos. Dodd solía llamar a la empresa fingiendo ser un cliente interesado en comprar un automóvil que acababa de ver pasar zumbando por una carretera europea en referencia a The Beast.

Como era de esperarse, Rolls-Royce inició acciones legales contra Dodd por una infracción de marca registrada. El tribunal falló a favor del constructor y obligó a Dodd a pagar 5.000 libras esterlinas. Posteriormente, recibió otra multa por un monto similar por exhibir el auto como un Rolls-Royce en una muestra en Southend.
Dodd perdió una apelación y fue sentenciado a seis meses de prisión por negarse a pagar. Con una orden de arresto en su contra, el dueño de The Beast huyó a España para escapar de la extradición.
Desde Málaga, Dodd dirigió un exitoso negocio de reparación de transmisiones automáticas y disfrutó sin problemas de conducir su particular vehículo. Muchos años después pudo volver a las islas británicas, donde falleció en 2022 a los 90 años.

The Beast ha logrado trascender también por diferentes reconocimientos. En 1977 mientras ingresó al Libro Guinness de los Récords por ser el automóvil de calle más poderoso del mundo gracias a los 750 caballos de potencia. A eso se suma la afirmación del Daily Express que en algún momento infomró que podía llegar a los 418 km/h, algo de lo que su dueño se jactaba…
Además de ser una obra de arte de la ingeniería, su consumo también es récord: 117,61 litros a los 100 kilómetros. Con una apariencia extravagante y prestaciones impresionantes, The Beast sigue siendo un modelo único en el mundo del automóvil, mal que le pese a Rolls-Royce…